Capítulo 22. la fiesta

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Juanjo estaba retocándose el flequillo en el espejo mientras abrochaba su camisa negra de botones. Era consciente de que esa camisa se apretaba a su figura,  resaltando su prominente espalda. Desde el primer momento en el que supo que Martin también estaría en esa fiesta, quería ponerle a prueba. ¿Sería capaz de aguantar toda la noche sin robarle un beso? Una sonrisa inconsciente apareció en el rostro de Juanjo al recordar al vasco. Este último mes y medio había sido un sueño. Martin era una persona tan interesante en todos los aspectos, se sentía a gusto hablando de cualquier cosa pues jamás moría el tema de conversación. 

Podía parecer el típico chico que solo sabía hablar de música, pero el vasco era todo lo contrario, en este tiempo conociéndose mutuamente había descubierto que a Martin le encantaba leer, era un amante de la historia, la literatura y la poesía, le flipaba el arte en todas sus formas, especialmente la pintura. Dibujaba de maravilla sin si quiera tener nociones básicas. Era todo innato. Juanjo llevaba tiempo queriendo descubrir sus mejores cuadros, lástima que el vasco no quisiera enseñarle ninguna de sus obras porque decía que no era lo suficientemente bueno. Menos mal que existía su padre para enseñarle alguno de sus bocetos cuando Martin no se daba cuenta.

No se creía que era lo suficientemente bueno para merecer que le pasasen cosas buenas. La gente le había pisado la moral y la autoestima este último año y Juanjo se había propuesto ayudarle a recuperarlo a toda costa.

El maño dio un último vistazo al espejo. Se colocó sus anillos de plata y el collar alrededor del cuello como accesorios. Llevaba sus converse blancas junto a un pantalón vaquero algo ancho. Cogió una chaqueta por si refrescaba de madrugada y salió de su cuarto tras echarse un poco de colonia.

Se despidió de sus padres y su hermana y caminó hacia la casa de su amiga Almudena, donde la rubia estaba terminando de maquillarse junto a María. Iban a cenar unas pizzas antes de acudir al local de moda entre los jóvenes.

Sacó su teléfono para llamar a Martin y charlar con él el camino que tardase hasta casa de la rubia. El vasco no tardó en descolgar la llamada.

-¡Hooooola! - dijo Martin tumbado desde su cama abriendo mucho los ojos.

-¿Qué tal cariño? - preguntó Juanjo sonriendo al verle recostado sobre su cama.

-Muy bien, estaba descansando un ratito antes de cenar - explicó Martin mientras se estiraba.

-Al final no te va a dar tiempo - rió Juanjo.

-Claro que sí, exagerado... ¿A dónde vas Juanji? - preguntó curioso.

-Estoy llegando a casa de Almu, voy a cenar con las niñas antes de ir a la fiesta, luego te iré escribiendo con lo que sea - expresó.

-¿Pero tengo que fingir que me caes bien y todo eso? - vaciló el vasco mientras se giraba sobre la cama.

-Vete a la mierda bigotes - rió Juanjo, siendo imposible que se enfadase con él.

-Es broma, no sé si seré capaz de aguantar toda la noche sin comerte la boca- confesó Martin mientras se tapaba con las sábanas.

Juanjo se puso rojo solo de recordar alguno de sus últimos encuentros y se desabrochó uno de los botones superiores de la camisa.

-Anda sinvergüenza, ya he llegado a la casa de Almu. Te veo luego - se despidió.

-Adiós Juanji.

-Adiós cariño.

Juanjo guardó el teléfono en su bolsillo del pantalón mientras llamaba al piso de su mejor amiga. Tardaron un poco en abrirle a grito de "ya voy". 

Cuando entró en el domicilio de su mejor amiga, se encontró a María planchándose el pelo a sí misma mientras Almudena retomaba su intento de hacerse el eyeliner. Ambas llevaban unos tops a juego de color rojo brillante, pantalones negros junto a unos botines. 

CONTRA LAS CUERDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora