Capítulo 20. los inicios son difíciles

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HACE 11 AÑOS EN LA VIDA DE JUANJO...

Un pequeño Juanjo de apenas siete años estaba sentado en frente del televisor de su casa familiar. Esa casa que tanto les había costado conseguir a sus padres y que, a su corta edad, aun no era consciente del sacrificio que les había costado. En la televisión pasaban imágenes de los Little Einstein, la única serie de dibujos animados que conseguía mantener distraído a Juanjo un rato mientras su madre hacía la comida o limpiaba la casa.

Juanjo era un niño muy nervioso y revoltoso, no paraba de hacer trastadas por toda la casa a cualquier hora del día. Sus padres no podían más. Llevaban varios días sin dormir, pues el maño se despertaba excesivamente pronto recargado de energías y quería salir a correr a las 7 de la mañana como si las calles aún no estuvieran a oscuras. Esto había supuesto una disputa para ambos padres que no sabían cómo mantener entretenido al mayor de sus hijos.

Su hermana, a diferencia de Juanjo, tenía apenas cuatro años y se pasaba el día durmiendo o pintando. No necesitaba que estuvieran pendientes de ella. Le encantaba perderse en su cuarto rodeado de muñecas y se entretenía solo sin la presencia de su hermano mayor. Siempre era Juanjo el que iba a picarla y hacerla rabiar, ocasionando que acabase llorando y su madre riñéndole como consecuencia.

Juanjo no era un mal niño, solo era demasiado listo y curioso para su edad. Sus profesores siempre se lo decían. Era el primero de la clase, el primero que respondía a todo y el más rápido en entender las lecciones. Daba igual si eran matemáticas o historia. Todo le gustaba, su afán de aprendizaje era infinito. Pero al igual que era bueno en una cosa, era imposible conseguir que se estuviera quieto un rato y en silencio. En clase se levantaba constantemente y si alguien no entendía algo se sentaba junto a ese compañero para explicárselo. Tenía un corazón amplio y puro que no le cabía en el pecho.

Los orientadores del colegio reunieron a los padres de Juanjo para sugerirles que intentaran "cansarle" con actividades extraescolares que supusieran un desgaste físico para el menor. Así es como probaron apuntarle a fútbol en el cual no duró ni dos días pues Juanjo lloraba frustrado por no tener puntería,  también probaron con tenis, baloncesto, volleyball, atletismo... al final todo acababa con un berrinche de un pequeño Juanjo cansado de que sus padres experimentaran con él. No le gustaba el deporte y así se lo hizo saber a ambos.

Esa tarde mientras Juanjo veía la televisión y su hermana dormía la siesta, los padres de Juanjo estaban sentados en la mesa del salón, tomándose un café después de comer. El pequeño miraba absorto la televisión, en la cual un dibujo animado tocaba el piano. La madre de Juanjo llevaba tiempo dándose cuenta que solo la música clásica lograba calmar a su hijo.

-Mira José - dijo señalando a su hijo mientras daba un sorbo a la taza de café.

-¿Qué? - preguntó confuso.

-¿No te das cuenta? - añadió rodando los ojos, cansada.

-Pues no, sé más explícita.

-Deberíamos apuntarle al conservatorio, solo le he visto estar tranquilo cuando escucha música clásica - susurró bajito.

-Pff eso es un coñazo, Ángela - se quejó su marido.

-¿Tienes una opción mejor? - preguntó su mujer enfadada - yo creo que al niño le gusta - añadió.

-Mira, lo que tú digas - dio por terminada la conversación - estoy cansado de escuchar a este niño, a ver si conseguimos que se calle. Pero vamos, que si esto falla como el deporte le apuntamos a un taller de ajedrez y a tomar por culo - añadió José cansado.

-Déjamelo a mí - dijo con una sonrisa su madre.

Y así es como el pequeño Juanjo en el mes de septiembre del año que iba a cumplir ocho años realizó las pruebas del conservatorio, alcanzando la segunda mejor nota entre todos los alumnos (podréis imaginaros quien era el primero). Todos los miembros del jurado se sorprendieron ante las capacidades del maño.

CONTRA LAS CUERDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora