El silencio del lugar que debería llamar hogar era opresivo, casi tangible. Cada rincón, cada sombra parecía murmurar acusaciones que él no podía ignorar. Se sentó en el borde de la cama, la mirada fija en el suelo, como si pudiera encontrar respuestas en las líneas del piso de cerámica. Pero no había respuestas, solo un peso creciente en su pecho, como si algo invisible lo estuviera aplastando poco a poco.
Sintió un escalofrío desde su pecho hasta su boca; buscando algo para relajarse, apoyó sus antebrazos en las rodillas, escondiendo su rostro en las manos. Comenzó a hiperventilar y a sudar, su corazón latiendo más de lo usual.
Sus manos temblaron cuando las vio, las sintió pesadas, y estaban manchadas de lo que él conocía muy bien: sangre. Sin parpadear, las giró aún temblando, observando cómo la sangre parecía extenderse por sus manos, como si quisiera ahogarlo. Hasta que volvió a parpadear, y la sangre había desaparecido, dejando sus nervios a flor de piel.
Como si nunca hubiera visto sangre antes, dejó escapar un jadeo de sorpresa y, desesperado, limpió sus manos, manos que estaban muy limpias. ¿Acaso se estaba volviendo loco?
Sintió que el corazón se le podría salir en cualquier momento. Todas esas heridas emocionales que creyó que nunca volverían a molestarle lo hicieron de nuevo, y esta vez con más fuerza y dolor. El fracaso lo estaba estrangulando.
Temeroso de que si volvía a ocultar su rostro en sus manos la sangre regresara, miró por su habitación hasta que su visión se detuvo en un libro azul de pasta dura.
Nozel se congeló.
Se levantó con pasos lentos, casi ceremoniosos, mientras sus ojos permanecían fijos en el libro. Cuando lo tomó en sus manos, el peso era ligero, pero la carga emocional que traía consigo era abrumadora. Con dedos temblorosos, abrió la portada, y ahí estaba, como un susurro del pasado: una carta con el sello de la casa Vermillion.
Nozel tomó la carta entre sus dedos temblorosos y dejó el libro a un lado con suma delicadeza. Abrió de forma lenta la carta que tenía la firma firme y precisa de Fuegoleon.
"No soy muy bueno con las cartas, y eres el único que lo sabe.
Lamento no poder estar para tu cumpleaños, espero que el detalle te guste.
Posiblemente pienses que soy predecible al darte esto como regalo, pero recordé que querías un libro de Hame Jul, tu escritor favorito. Fue difícil conseguir el libro de edición limitada; espero lo aprecies y me des un abrazo cuando te vuelva a ver.
Leí el libro que me recomendaste, el de la pasta verde. No recuerdo su nombre, pero acabo de terminarlo. Nuestras conversaciones no siempre son fáciles, y tal vez no diga esto con frecuencia, pero siempre he valorado tu compañía. Tienes una forma única de ver el mundo, y aunque nuestras diferencias nos separen a veces, creo que también nos complementan. Por esa razón leí el libro que me recomendaste: 'El dorado amanecer', acabo de recordarlo. Tal vez así podríamos tener algo de qué hablar más, si quieres.Sé que hay cosas que no decimos, porque así somos. Pero no olvides esto: siempre estaré de tu lado, incluso si no lo dices en voz alta. Cuida de ti, Nozel."
Cuando la carta tuvo una mancha borrosa, fue el momento en el que Nozel se dio cuenta de que las lágrimas brotaban de sus ojos. Como si la carta valiera millones, se horrorizó cuando inconscientemente la manchó y la dejó a un lado, obligándose a sí mismo a reprimir las ganas de seguir llorando. Sin embargo, no tenía ganas de hacerlo ya. Los dedos de sus manos subieron a sus ojos y limpiaron de forma inútil las lágrimas, importándole poco que nuevas volvieran a salir.
El libro azul de pasta dura era un regalo de Fuegoleon en su juventud. Tenía la costumbre de ser indiferente con los regalos de Fuegoleon, dándoles un "qué importa", pero en realidad eran los regalos que más apreciaba. El libro era un claro ejemplo del aprecio de Nozel, expresado en el cuidado y lo impecable que se veía el objeto.
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Mi hermoso desliz
Fanfiction•|l Fuenozel l| •|l Omegaverse l| •|l Universo Alterno (AU) l| •|l Edad alterna l| 。:゚⚜️゚:。。:゚🥀゚:。☆゚.*・。゚ Sabía exactamente dónde se metía, sabía que entregarse a ese León era su perdición, pero aún así, no le importo. Corrió el riesgo No supo en...