3/6.
Artemisa.
Mis manos tiemblan, no soy capaz de contener los sollozos que salen de mi boca de forma desgarradora, mi garganta arde, mis ojos no han dejado de derramar lágrimas mientras sigo en shock.
Artemisa: No, no, no...— niego con mi cabeza estampando el teléfono contra el suelo, golpeó el aparato inservible sin importarme que los vidrios se claven en mis manos— es mentira, ¡Él no está muerto!
Grito desgarrando mi garganta, siento como los pequeños cristales se incrustan en mi piel pero eso no me importa, nada duele más que el sentimiento de pérdida que se instala en mi pecho haciéndome saber que una vez más fui una puta inútil.
Una jodida asesina.
Miro como la sangre sale de las palmas de mis manos, mi mente me traiciona proyectando la sangre alrededor del cuerpo inerte de mi mejor amigo.
De la única persona que me quiso luego de mi madre.
Me rompo al darme cuenta de lo sola que estoy, las lágrimas salen sin parar de mis ojos, mi vista se nubla y mi cuerpo se sacude debido a los sollozos, intentó limpiar las sangres de mis manos con frenesí, el llanto desgarrador solo causa que mis movimientos sean aún más torpes.
Está muerto.
Elliot: Diosa, tranquila, te estás haciendo daño— lloro aún más fuerte cuando me acuna entre sus brazos, acaricia mi espalda intentando calmar mi llanto pero nada puede hacerlo— respira, vamos— intento hacer lo que me dice cuando mis pulmones empiezan a arder debido a la falta de oxígeno, acuna mi rostro entre sus manos intentando que me concentre pero mi mente está perdida en esa imagen, esa imagen que no saldrá de mi cabeza nunca, esa imagen que será mi constante recordatorio de que todo lo que quiero lo destruyo— ¡Está teniendo un ataque de pánico!
Lo escucho decir a lo lejos, no soy consciente de lo que pasa a mi alrededor luego de esas palabras, siento diversas manos sobre mi cuerpo y después todo se aparta, soy puesta en una superficie suave pero mi mente sigue perdida, abro levemente mis ojos empapados por las lágrimas viendo de forma borrosa el cabello pelirrojo de Atenea, pestañeo algunas veces notando que sus labios se mueven al decir algo, tragó grueso volviendo a cerrar mis ojos cuando la luz me aturde.
Artemisa: Yo... necesito estar sola...
Mi voz sale en un hilo tembloroso, me niego a abrir mis ojos porque sé que lo que encontraré en sus miradas no me gustará.
Solo existe una cosa que puede calmarme en este momento.
Atenea: No es recomendable dejarte sola en tu estado.
Me obligo a mi misma a sonreír débilmente, abro los ojos y les regalo una rápida mirada a todos evitando a toda costa mirarlos a los ojos por mucho tiempo.
Artemisa: Estoy bien.
Mentira.
Veo la duda en los ojos verdes de Atenea, mira a sus hijos quienes parecen estar negados a dejarme sola, vuelve a mirarme antes de besar mi frente de una forma tan maternal que tengo que controlar las lágrimas que quieren salir nuevamente, clavo mis uñas en las palmas lastimadas de mis manos cuando mi sonrisa tiembla, inhaló hondo volviendo a sonreír.
Aunque mi sonrisa demuestra cuán rota estoy.
Atenea: Estaremos en la puerta.
Asiento con mi cabeza, ella y sus esposos junto a Lía y los suyos se encargan de sacar a los chicos quienes parecen renuentes a dejarme, los miro a los ojos rogándoles con mi mirada que se vayan, lágrimas silenciosas escapan de mis ojos cuando todos se acercan a mi y dejan un beso en mi frente.
Abel: Cualquier cosa que te esté pasando, cuentas con nosotros.
Salen de la habitación dejándome sola, miro mis manos llenas de mi sangre, en estos momentos la sangre cubriendo mis palmas solo me atormenta, la imagen de mi amigo desangrándose en el suelo no deja de atormentarme, la culpa no me abandona en ningún jodido segundo, me levantó en modo automático caminando hasta el baño, abro la puerta del mismo ingresando a paso lento, miro mi reflejo en el espejo, la imagen que me devuelve es de una persona devastada, una persona sin alma.
Me lavo la cara cerrando mis ojos, el agua escurre por mi rostro lentamente, mis ojos vuelven a abrirse; miró hacia la tina que tiene el baño y sin poder evitarlo me acerco a ella, con manos temblorosas me encargo de llenarla antes de sumergirme en la misma, no me importa que la ropa se moje, no me importa nada más que despejar mi mente, sumerjo mi cabeza en el agua sabiendo que esta es la única manera de disipar los pensamientos invasivos aunque sea por unos minutos.
Las lágrimas se mezclan con el agua de la tina, los recuerdos de Jas y yo juntos me azotan una vez cierro los ojos, me obligo a mi misma a quedarme por más tiempo sintiendo paz, lucho contra mi impulso por emerger del agua mientras siento como mis pulmones arden en busca de oxígeno.
Antes, cuando aún vivía un calvario en Suecia, esta era la única manera de calmar mis demonios, cuando me sumergía en el agua y duraba eternos minutos donde solo yo tenía la potestad de saber lo qué pasaría con mi vida.
Porque siempre fui demasiado cobarde como para sucidarme.
Mi cuerpo va perdiendo fuerzas, mi boca se abre en busca de oxígeno de forma inconsciente, el agua de la tina me ahoga aún más, siento que desfallezco pero sé que puedo aguantar más, empiezo a toser descontroladamente cuando unos brazos me sacan de la tina, el agua sale de mi boca mientras intento desesperadamente recobrar el aliento.
Abro mis ojos una vez mi respiración está un poco más calmada, veo a todos en el baño haciendo que el espacio se vuelva reducido, me atrevo a mirarlos a los ojos viendo la preocupación, el miedo y la angustia en cada uno de sus orbes.
Eliam: Acabaremos con quien te haya causado tanto daño, Rubia.
Suelta mientras atrae mi cuerpo mojado al suyo sin importarle que arruine su ropa, acaricia mi espalda mientras se aferra a mi cuerpo como si temiera que algo me arrebatara de sus brazos, mi pecho se oprime cuando siento apoyo, ninguno me pregunta nada, solo me rodean acariciando alguna parte de mi cuerpo mientras esas miradas no abandona sus ojos.
Están preocupados por mi.
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Alas De Seducción [+21]
Romance"No caigas bajo las alas de seducción de los ángeles de la muerte", se murmuraba por las frías calles de un pequeño pueblo en Rusia. "No te acerques a los ángeles de la muerte, no si quieres seguir respirando", susurros, tras susurros, todos llenos...