|| UNION EN EL CAMPO || pablo Gavi

LV

MARATÓN 2/5
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Habíamos llegado a la feria, y joder, era preciosa. Todo lleno de luces, música, y el olor a algodón de azúcar y churros por todas partes. Parecía un cuento, pero con más gente y ruido.

Aurora iba de la mano con un chico que aún no conocía, así que me acerqué a ella.

—¿No me vas a presentar? —le pregunté mientras señalaba al chico con la barbilla.

—¡Ay, sí! Perdón. Alya, este es Javi, mi novio.

—Hola, encantado —dijo él, sonriendo amablemente y tendiéndome la mano.

—Hola, Javi. Veo que Aurora te tiene bien domado —dije con una sonrisa traviesa, y Aurora me dio un leve codazo mientras Javi se reía.

—No te creas, es más bien al revés.

—¡Sí, claro! —respondió Aurora, fingiendo indignación.

Me reí y me alejé un poco, dejándolos en su burbuja romántica. Gavi, que había estado callado hasta entonces, apareció a mi lado.

—¿Te has hecho amiga de Javi? —me preguntó con una sonrisa

—No todos somos sociales como tú, Martín. Así que no, apenas cruzamos la palabra

—Ya, claro. Lo que pasa es que tienes complejo de solitaria

—Y tú de amargado profesional —repliqué, metiéndole un suave codazo en el costado.

—Mejor vámonos a ver qué hay en esta feria antes de que empieces a sermonearme.

Asentí, y comenzamos a caminar por los puestos. El primero que vimos fue uno de tiro al blanco.

—¿Te atreves o te da miedo perder? —le pregunté, señalando los peluches colgados como premio.

—¿Perder? Contigo, nunca. Pero mejor ahórrate el ridículo, Husky, que seguro ni aciertas.

—Eso lo veremos, Ogro.

Pagamos la entrada, y cada uno cogió un rifle de juguete. Disparé primero y fallé por un pelo.

—¿Ves? Ya te dije. —Gavi sonrió como un niño cuando acertó su primer tiro.

—Espera, aún no he terminado.

En el siguiente intento, acerté de lleno. Él me miró sorprendido.

—Pura suerte —dijo, intentando mantener su orgullo intacto.

—Claro, lo que tú digas. Ahora elige el peluche que vas a regalarme cuando pierdas.

Seguimos jugando entre risas, y aunque ninguno ganó el peluche, lo pasamos tan bien que ni nos importó.

Más adelante, nos detuvimos en un puesto de comida.

—¿Vas a pedir algo o solo te vas a quejar de que todo tiene muchas calorías? —me soltó mientras miraba los churros.