|| UNION EN EL CAMPO || pablo Gavi

LXXII

Alya de Jong||🐬📚

El partido iba tranquilo, sin mucha presión por ninguna de las dos partes. Yo estaba sentada con Sira y los amigos de Lamine, que para mi sorpresa me habían caído genial. Estábamos en un ambiente relajado, charlando y viendo el encuentro sin demasiada emoción.

Cuando terminó el primer tiempo, los chicos se marcharon cabizbajos al túnel de vestuarios. Algo no había salido bien.

—Alya —me llamó Mohamed.

—¿Sí? —pregunté sin apartar la vista de Gavi y Pedri, que iban con la cabeza baja.

—¿Tienes algo con Gavi? Nos han llegado rumores —intervino Shane.

Fruncí el ceño y murmuré para mí:

—Lamine de mierda…

Me giré hacia ellos con una expresión neutra.

—No, no tengo nada con Pablo, somos amigos.

Sira soltó una risa burlona.

—Venga, que de amigos no tenéis nada.

—¿Viste? Yo te dije —le dijo Mohamed a Shane con tono de triunfo.

Rodé los ojos y me levanté.

—Joder, que no somos nada, tío. Me voy a comprar algo de comer.

—Vale —respondió Sira con una sonrisa divertida.

Fui a por un sándwich y un café, y mientras estaba en la fila, me encontré con un amigo de Frenkie que me preguntó por su lesión. Nos pusimos a charlar un rato y para cuando terminé, el segundo tiempo ya había comenzado. No me apresuré por volver, total, tampoco estaba pasando nada extraordinario en el partido.

Pero cuando llegué a mi asiento, noté que todo el estadio estaba de pie, con caras de preocupación. Incluidos mis amigos.

—¿Qué pasa? —pregunté a Sira, dejando mis cosas en el asiento.

—Le han hecho una entrada brutal a Gavi. Está con los médicos.

El corazón se me aceleró pero cuando vi que estaba de pie, aunque con gesto de dolor, respiré un poco más tranquila.

Hasta que lo vi hacer una mueca y cojear mientras los médicos le hablaban. No se escuchaba, pero por su actitud ya sabía que no les estaba haciendo caso. Estaba claro que quería seguir jugando.

—¿Por qué no sale? —pregunté, agobiada—. ¿Por qué Xavi no pide el cambio?

Todos me miraron y asintieron en señal de preocupación. Pero justo cuando volví la vista al campo, vi a Pablo llevarse la mano al abductor y desplomarse en el césped, tapándose la cara con una mano.

—Me cago en todo… —murmuré, levantándome de golpe.

Intenté salir corriendo, pero Sira me detuvo cogiéndome del brazo.

—No, Alya, no puedes pasar.

—Venga, déjame, Sira. Es mi amigo y está mal. Déjame verle.

Ella resopló y finalmente me soltó, dejándome salir disparada en dirección al departamento médico.

Cuando llegué, un guardia estaba apostado en la puerta. Me acerqué con mi mejor sonrisa.

—Buenas, mi mejor amigo está ahí dentro.

—No puedes pasar —dijo con tono seco.

—Se ha hecho daño, déjeme verle —insistí, intentando entrar.