LXXI

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Pablo Gavi || 🇪🇸⚽

Me desperté tipo ocho y, todavía medio sobado, estiré el brazo hacia el otro lado de la cama, buscando a Alya por inercia. Pero no sentí nada.

Fruncí el ceño y abrí los ojos de golpe.

—¿Alya?

Silencio.

Me incorporé de un salto, pasé la mano por la cara como si así pudiera reiniciar el sistema y miré alrededor de la habitación. Nada.

Me bajé de la cama de un brinco y fui directo al baño, pero estaba vacío.

—Vale, ¿qué cojones?

Alya nunca se levantaba antes que yo sin decirme nada. Nunca.

La preocupación me pegó un latigazo en el pecho y salí disparado de la habitación, sin camiseta y con el short de la temporada pasada, sin importarme que la mitad del hotel me estuviera viendo con cara de “¿Este quién se cree? ¿Tarzán?”.

Bajé las escaleras casi corriendo y, en cuanto vi a Pedri, me lancé hacia él como si fuera mi última esperanza.

—¡Pedri! —dije, cogiéndolo de los hombros con urgencia.

El tío me miró con cara de asco, como si le hubiera escupido en el desayuno.

—¿Qué cojones haces así? Vete a ponerte algo, hermano, que no queremos verte en las portadas.

Le ignoré por completo.

—¿Dónde está Alya?

—¿Qué?

—Que no está en la habitación.

Pedri resopló, esbozando una media sonrisa como si estuviera viendo a un niño de cinco años buscando su peluche favorito.

—No se ha ido a ningún lado, melón. Está en mi habitación.

Parpadeé, procesando la información.

—¿Qué?

—Lo que oyes. Apareció a las tres de la mañana porque alguien no la dejaba dormir y le dio pena despertarlo.

Ahí sí me cayó la ficha.

—Ah, vale… —Respiré hondo, aliviado pero también mosqueado. ¿Yo no la dejé dormir? ¿Cómo cojones estaba durmiendo? ¿Dando conciertos en sueños o qué?

—¿Ya se despertó?

—Que va, sigue durmiendo la chavala.

—Dame la llave.

Pedri me miró con los ojos entrecerrados, analizándome como si le estuviera pidiendo algo ilegal.

—¿Para qué?

—Voy a tumbarme con ella hasta que despierte.

Pedri sonrió de lado y supe que venía alguna gilipollez.

—Venga, enamorao, ve con tu princesa.

Rodé los ojos.

—Dame la llave y no jodas.

Me la lanzó, pero antes de que pudiera irme, el cabrón me llamó de nuevo.

—¡Gavi!

Me giré con impaciencia.

—¿Qué pasa?

—Primero desayuna algo.

—Paso.

—Venga, hombre.

Bufé, pero entonces se me encendió una bombilla.

—Le llevaré el desayuno.

|| UNION EN EL CAMPO || pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora