LXVII

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Alya de Jong ||🐬 📚

En el avión, Pablo se quedó frito nada más despegar, así que yo hice lo mismo. No es que estuviera cansada, pero viendo cómo él dormía tan a gusto, me entró envidia. Cuando aterrizamos y llegamos al hotel donde se hospedaban los chicos, aproveché para adelantarme y caminar junto a Sira. O al menos, eso intenté, porque antes de que pudiera dar dos pasos, alguien me agarró del brazo y me frenó en seco.

—¡Ay! —me quejé al notar un pequeño tirón en el brazo.

—Perdón.

Me giré y ahí estaba Pablo, con el pelo hecho un desastre y parecía nerviosos por cualquier cosa

—¿Te pasa algo? —pregunté, aprovechando para acomodarle un poco el flequillo. No sé por qué me molesto en peinarlo si en dos segundos vuelve a estar despeinado.Él frunció los labios, rascándose la nuca

—¿Con quién vas a dormir?

—Sola.

—No, eh… las habitaciones son compartidas —se despeinó aún más con la mano.

—Pues la comparto conmigo misma.

—No puedes, tienes que estar con alguien.

—Pues con Pepi.

—Eh… Pepi está con María.

—Pero María no está —lo miré con el ceño fruncido—. Llega mañana por la mañana.

—Ah, eh… entonces estará con Eric.

—Vale, pues con Héctor.

Carraspeó.—Héctor está con Pau.

—Bueno, pues con mi primo.—dije y puso cara de pocos amigos.

—Frenkie ya tiene compañero.

—¿Ah, sí? ¿Con quién?

—Pues… no sé.

—Entonces le voy a preguntar si es…

—¡Joder, Alya! —me interrumpió de golpe, con las manos en la cabeza—. ¡Que quiero que duermas conmigo, en mi habitación!

Se hizo el silencio durante un par de segundos en los que me lo quedé mirando con una ceja arqueada, intentando no reírme.

—¿Ves? No era tan difícil decirlo.

Pablo puso los ojos en blanco y bufó, mientras yo me cruzaba de brazos con una sonrisa de satisfacción. Si es que me encanta hacerle rabiar.

—y si, quiero dormir contigo pablete—dije dando un golpecito en su hombro para alcanzar a sira, o miré de reojo y estaba sonriendo hasta que salió corriendo para alcanzar a pedri

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La verdad estaban todos como locos, los jugadores tenían que hacer algunas cosas por lo que el vestíbulo estaba lleno de jugadores recogiendo sus llaves y charlando entre ellos. Busqué a Sira con la mirada para irme con ella, pero sentí una mirada clavada en mí. Giré la cabeza y, efectivamente, ahí estaba Pablo, con una sonrisilla tonta en la cara.

Negué con la cabeza, divertida, y me acerqué a la recepción para recoger mi tarjeta. Justo cuando me la entregaron, él se plantó a mi lado.

—Voy contigo —soltó como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué?

—Pues eso, que te acompaño a la habitación.

—Pero si la nuestra está en la otra ala del hotel.

—Bueno, pues me desvío un poco. No pasa nada.

Le miré con sospecha, pero al final me encogí de hombros y caminé hacia el ascensor. Cuando entramos, Pablo se apoyó en la pared, cruzándose de brazos.

|| UNION EN EL CAMPO || pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora