LXVI

393 28 4
                                    

Alya de Jong || 🐬📚
22 de agosto

El velorio de mi Yaya había sido bonito, pero aun así, un momento demasiado triste. En cuanto mi madre vio a Zahir, se lanzó a abrazarlo y los dos rompieron a llorar juntos.

Cuando volví de Holanda, me traje conmigo una muñeca de porcelana que tenía mi nombre pintado. Un pequeño recuerdo de ella.

Al llegar a Barcelona, Pepi nos recibió con un abrazo enorme, y Zahir no pudo evitar llorar durante todo el camino hasta casa.

Ese día no tenía ganas de nada. Los chicos me invitaron a una fiesta, pero rechacé la idea al instante. Aun así, Pablo terminó viniendo a casa para consolarme.

Nuestra amistad ha avanzado rápido, y la verdad, me alegro de haber hecho esa "tregua" con él.

Era 22 de agosto y estaba en clase junto a Lamine. Después nos tocará irnos directos al aeropuerto porque viajamos a Pamplona.

-¿Nervioso? -le susurré dándole un codazo.

-No sabes cuánto... -me respondió, y ambos soltamos una carcajada.

-Señorita De Jong y señorito Yamal, por favor, guarden silencio -nos regañó la profesora de Física.

Nos tapamos la boca intentando aguantar la risa, hasta que me atraganté y empecé a toser como si me estuviera muriendo.

Lamine, en vez de ayudarme, se rió más fuerte, apretando los ojos y mordiéndose la mano para no hacer escándalo.

-Señorita De Jong, ¿está bien? -preguntó la profesora acercándose a mi mesa.

Él, de inmediato, se sentó bien, intentando aguantar la risa.

Yo negué con la cabeza, aún sin poder parar de toser.

-Venga, vaya al baño. ¿Alguien la acompaña?

Lamine pegó un bote.

-¡Yo, maestra!

-Usted no, Yamal. ¿Algún otro voluntario?

En ese momento, se levantó Marco, un chico con el que había intercambiado un par de palabras. Era guapo, pero a Gavi no le daba buena espina.

No es que me importara lo que diga Gavi, pero el otro día casi le suelta un puñetazo solo porque me abrazó y me dio un beso cerca de la comisura de los labios.

-Yo voy, maestra -dijo él.

La profesora asintió, y Lamine, de mala gana, soltó un bufido antes de cruzarse de brazos como un niño pequeño.

Salí del aula todavía tosiendo, con Marco siguiéndome de cerca.

-¿Estás bien? -preguntó, con una media sonrisa.

-Sí, sí, solo me atraganté con el aire. -Puse los ojos en blanco, aún con la garganta ardiendo.

-Vaya, qué manera tan dramática de llamar mi atención. -Bromeó, caminando a mi lado con las manos en los bolsillos.

-Por supuesto, todo esto fue un plan elaborado solo para que me acompañaras al baño. -Ironizé, mientras empujaba la puerta para entrar.

-Bueno, si querías estar a solas conmigo, podrías haberlo dicho directamente. -Soltó con una sonrisa ladeada.

Lo miré de reojo mientras me acercaba al lavabo para beber un poco de agua.

-Marco, si cada vez que alguien se atraganta te crees su crush, tienes un problema. -Le solté con diversión.

Él rió y apoyó un brazo en la pared, mirándome.

-Vale, me lo merezco. Pero no te culpo por enamorarte de mí de repente.

|| UNION EN EL CAMPO || pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora