✨Capítulo 63✨

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El tiempo pasó rápidamente, como una corriente imparable.

Alpiers y Cassius seguían ocupados con los preparativos del festival, mientras que Thiel pasó más tiempo aprendiendo a controlar su habilidad con la ayuda de Ferdi y Ludian antes del inicio de la Luminaria.

Aún no podía controlarla por completo, pero después de innumerables prácticas, al menos logró evitar que pequeñas partículas de luz estallaran a su alrededor en cualquier momento.

«Menos mal.»

Había estado preocupada por parecer torpe al no poder controlar su habilidad, pero ahora parecía que no tenía de qué preocuparse.

Thiel probó su habilidad una vez más. En sus palmas, pequeñas luces centelleaban como estrellas.

—Señorita, ya es hora de dormir.

Leah, que había estado observándola en silencio, se acercó y le acarició la espalda con suavidad.

—Mañana ya es la víspera de la Luminaria. Si no duerme pronto, estará demasiado cansada para el viaje.

—Sí, me iré a dormir enseguida.

Thiel sonrió radiantemente y asintió. Las pequeñas partículas de luz se disiparon en sus manos hasta desaparecer por completo.

«Mañana ya es la víspera del festival.»

Podía sentir su pequeño corazón latiendo con fuerza, así que llevó una mano a su pecho.

«Por fin, mañana...»

Mañana, la familia Asterian presentará oficialmente al mundo a su hija menor, Thiel Asterian, a quien habían recuperado.

Su abuelo, su padre, y sus hermanos Ferdi y Ludian le aseguraron que no tenía nada de qué preocuparse.

«Aun así... Estoy muy nerviosa...»

A lo largo de sus dos cortas vidas, esta sería la primera vez que se presentaría ante tantas personas.

«No debo cometer errores.»

Thiel apretó los labios con determinación y asintió.

Sin importar lo que ocurriera, no mancharía el honor del apellido Asterian.

Con esa firme resolución, levantó la mirada hacia el emblema de la familia Asterian, bordado en el papel tapiz de la habitación.

Un majestuoso escudo donde se entrelazaban una corona de laurel dorada y los colmillos de una bestia feroz.

Al contemplarlo, su corazón se llenó de orgullo una vez más, por lo que dejó de pensar y se acomodó en la cama.

—Que duerma bien, mi hermosa señorita.

Leah apagó todas las luces de la habitación y le subió la manta hasta los hombros, susurrándole con dulzura.

—¡Tú también ten una linda noche, Leah!

Thiel le devolvió las palabras, cerrando un ojo con picardía.

Leah rió con suavidad antes de salir de la habitación.

Thiel mantuvo los ojos abiertos, mirando fijamente el techo por un momento, antes de cerrarlos con fuerza.

«Pronto podré ver a Ian.»

El simple pensamiento de Ian, tan amable como siempre, llenó su corazón de una cálida sensación.

No pasó mucho tiempo antes de que la niña se quedara profundamente dormida.

Bebé leopardo de las nieves de la familia de las panteras negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora