ciega de amor

Capitulo 38

Ania

Lo  sabía.  Sabía que él había estado con ella, muy en el fondo conocía la respuesta y siempre lo he sabido, pero no lo he querido aceptar, ella es una parte importante de su vida, por más de que trate de negarlo él no puede alejarse de ella.

Él me mintió. Yo simplemente fui otra más, un capricho de su cruel juego. No le importo, jamás hubo nada, los besos, las palabras bonitas... mentiras, todo era mentira.

-Ania- me llama una voz conocida a lo lejano del túnel- ¿Podrías responderme? Llevas días sin hablar.

No merezco esto. Tal vez no estoy destinada a ser amada. Nunca nadie me ha amado y los que lo han hecho se han ido de mi vida para siempre.  Tal vez deba soltar todo e irme. 

-Ania- siento una presión sobre mis hombros- por favor, te lo suplico.

Su voz suena como un lamento. O tal vez yo soy el fantasma. No lo sé. Ni me interesa saber. Mi vida, mi vida es como un hoyo sin fondo, rodeada siempre de oscuridad. La luz, la luz que creí haber visto, solo fue producto de mi engaño. De su engaño. 

-Creí en ti- mis palabras son un susurro. No sé si solo están en mi mente o si en verdad las pronuncian mis labios.- Eras mi rayo de luz. No pensé que fuese un engaño.

-Perdoname- me suplica- pero por favor, no te encierres más.

-Me dices que me quieres y solo basta una llamada para irte sin un adiós- no hay más lágrimas en mí  por derramar- se muy bien que siempre caerás en sus brazos.

-Ania, antes de ti mi vida no tenía sentido- toma mis manos-lo arruiné, lo sé. Pero también sé que ambos nos necesitamos para continuar.

¿Lo necesito?, sí, lo necesito. Él lo sabe. Soy tan patética, por eso me hiere de esa manera. Porque él sabe que sin él no puedo seguir, ¿por qué estoy actuando de esta manera? ¿Por qué necesito de él? ¿Qué no puedo hacerlo por mí misma?

No quiero esta vida, no sé qué hacer. Sé que lo quiero, pero él se fue. Yo lo dejé partir, yo pude detenerlo, pero no lo hice. Solo hui. Justo como lo hago ahora, solo huyo de él. Basta. 

-No- digo con determinación- no es verdad.

-¿No?- su cuerpo se tensa y noto su confusión- ¿no, qué?

-No te necesito para continuar- alejo sus manos de las mías- no supiste entender a mi corazón. Lo que había en él, no tuviste el valor de ver quién soy en realidad. Solo quieres ver a la chica frágil y ciega que dependa de ti.

-Eso no...

-Yo pensé que no podría seguir sin ti- sin querer mi voz se eleva- porque pensé que lo nuestro era...era... ¡NO es suficiente para los dos! 

-Yo no tengo la culpa de que hayas crecido de esa manera- murmura con voz ronca- se que te vuelves dependiente de las personas de las cuales te brindan una solo muestra de afecto...

-Pero eso no te da el derecho a...

-Y lo lamento- su voz se vuelve firme- eres muy intensa con tus emociones y entiendo por qué. Llevas muchos problemas arrastrando y yo cometí mis errores también. Sí, siempre pensé que eras indefensa, pura y dulce. Pero nunca pensé que fueras a llegar a quererme con tanta pasión, mira lo que nos hemos hecho.

-Y aun así tú- mis palabras se atascan en mi garganta- aun sabiendo lo que yo...

-Yo te quiero- me interrumpe- quiero que sanemos juntos. Quiero que aprendamos a amarnos y a sanar juntos. No creas que  no me siento como un idiota al verte sumida en esa depresión. 

-Bien- me cruzo de brazos- voy a hacerlo.

-¿Hacer qué?- me pregunta sin entender.

-Voy a operarme de la vista- digo de manera firme- voy a dejar de depender de las personas. Voy a dejar de ser la ciega indefensa y voy a mirarte a los ojos para saber si me mientes o no.

-Eso es...

-Vete- le pido con mi cuerpo temblando y mis emociones a flor de piel- déjame sola.

-No cambies de decisión- me dice cuando está por salir de la habitación- hazlo por ti. Avanza. Si no puedes perdonarme lo entenderé, pero al menos dejame intentarlo, no me rendiré tan fácil.

La puerta se cierra. No puedo seguir siendo la misma niña indefensa y sufrida. No puedo dejar que él me robe la poca esencia que me queda en mi vida. Yo debo ser mi propia luz. No él.