Las cenizas y el día que el mundo lloró

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Mi mayor miedo era que todo terminara ahí.

No. En realidad ese era mi único miedo en ese momento. Porque las palabras bonitas, las miradas brillantes y los abrazos cálidos eran insignificantes en aquel instante. En ese momento, con él mirándome con una despedida en los ojos, todas las sonrisas y las noches en vela no significaban nada, no eran motivo de alegría ya. Y me aterraba pensar que esos labios ensangrentados eran los mismos que me habían besado y los mismos que no volvería a besar. Me daba miedo pensar en un futuro sin él porque no quería, porque nuestro presente había sido demasiado corto y el pasado muy tortuoso.

Y no quería realmente saber qué más había sucedido. No quería saber nada.

Extendió su brazo hacia mí tanto como pudo, y yo hice lo propio. Nuestros dedos se rozaron dolorosamente y luego él intentó decirme algo mientras arrugaba su cara con dolor.

-Todo está bien -logró pronunciar

No, Jared.

Nada está bien.

* * *

La camioneta tomó velocidad cuando la carretera se volvió menos transitada y los escasos autos despejaron la vía ante la insistencia del hombre que conducía, que parecía llevar mucha prisa y no se detenía a dar paso a nadie. Ante la amabilidad de los choferes, Trent apretó el acelerador y sus nudillos se volvieron blancos a causa del agarre fuerte de sus manos al volante, igual que sus labios, que parecían contener todo el aire dentro de su boca por mera urgencia.

Hayley le miraba por el retrovisor con los ojos fijos y sin parpadear. Por un momento le había parecido que le decía algo sin palabras y, seguramente, le preguntaba por qué lo había hecho.

Ah... No lo entenderías.

Anabelle no se había despertado, pero el olor a vómito le había obligado a bajar las ventanillas un poco para no asfixiarse. No quería voltear a mirarla. Seguramente se levantaría dolorida por la posición en la que había permanecido mucho rato. O por todo lo demás, quién sabe. Lo único que sabía bien en ese momento era que la mirada de Hayley comenzaba a molestarle.

Mientras los ojos de la chica insistían en que dijera algo, él se repetía que debía guardar silencio y no caer en su trampa. Era una trampa, y esperaba que ella se durmiera pronto otra vez.

Pensé que te agradaba, le decía Hayley con el brillo interrogante en sus ojos mientrar intentaba reconocer al chico que había conocido tiempo atrás en esa dura mirada. Trent se sintió tentado a contestarle.

Me agradas, Hayley. Eres una muchacha simpática, pero tendrás que perdonarme. Ya lo entenderás... si todo resulta bien. Si tienes suerte, todo lo que quedará será un mal recuerdo.

Trent dejó de mirar hacia atrás furtivamente y concentró completamente su mirada en la carretera, que a esa hora comenzaba a verse desierta y que le daba la libertad de acelerar tanto como pudiera para acabar con aquello de una vez por todas. Así Anabelle no despertaba pronto y no tendría que verle la cara y que ella lo supiera todo por cómo la miraba.

No podía negarlo, la culpa lo invadía.

* * *

La angustia se la estaba comiendo por dentro, pero no podía permitirse llorar. No, porque entonces absolutamente todo (o lo que quedaba) se vendría abajo y aquella diminuta llama que permanecía encendida se apagaría, sumiéndolos a todos en la oscuridad y el frío.

Dios, de verdad lo había intentado, pero era tan difícil fingir ser algo sin tener que correr con las consecuencias de ello. Le había costado mucho no gritar cuando su "compañero" apretó el gatillo.

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