Epílogo

715 54 31
                                    



No sé por qué está conmigo.

La observo aun con los ojos cerrados y mis párpados tiemblan, como si tuviera un tic nervioso o tuviese un montón de lágrimas contenidas. Mis manos se aprietan como si intentaran sostener algo, pero solo me inflijo dolor en las palmas. Entonces me doy cuenta de que no la observo: la pienso, la recuerdo. Pero no está conmigo aquí.

Solo le traje problemas...

Me remuevo torpemente en la cama, y un dolor me hace cerrar los ojos con más fuerza y un dolor distinto se dispara a través de la cabeza y los ojos, haciéndome perder la conciencia por menos de un cortísimo segundo. Sé dónde estoy, pero desearía no hacerlo. Y mucho menos por qué.

Si yo fuese ella, para entonces ya me habría ido.

Quiero gritar. Maldigo por lo bajo y llego a pensar que en realidad solo lo he pensado, pero un movimiento a mi lado me hace ver que sí estoy volviendo al mundo de los vivos y lo estoy demostrando. Me pregunto qué habrá pasado después de que...

... porque cuando estás perdido, despiertas demasiado tarde.

-Hey —escucho la voz ronca de mi hermano, Caleb. Y un dolor más profundo que el físico me hace retorcerme de tormento y desconsuelo porque ahí, con él a mi lado, lo sé: es el único que me queda. Y enterarme de ello ha sido lo último que hice antes de caer en la miseria y la inconsciencia.

Te has enamorado de la peor forma, y si no te vas ahora, es porque te quedarás...

—Hey —repite, sujetándome por los hombros para que me quede quieto, pero duele como el infierno. Percibo dolor en su voz e intento abrir los ojos, pero las lágrimas me hacen ver borroso.

Si buscas el paraíso, te aseguro que yo no lo soy.

—Sh. Jared, tranquilo.

Me arden las mejillas.

—Perdón —digo—. Perdón. Dios mío, perdón. —Empiezo a dejar que las lágrimas corran libres por mi cara, y Caleb no tarda en unírseme. Yo lloro ruidosamente, mientras él me abraza y solloza en silencio, como si intentara tranquilizarme, pero no podemos. Hemos perdido prácticamente todo, y no queremos vivir en un mundo así. No sé por qué permitimos que se nos fuera de las manos. Debimos habernos detenido antes de llegar a este punto.

No puedo fingir que sigo siendo el mismo de ayer. O el mismo tipo fuerte que era hace meses. Todos tenemos un límite que, una vez cruzado, no puede recuperarse. Es como extender una liga hasta que ya no puede volver a su forma y tamaño original o que, sencillamente, se rompe irremediablemente.

No soy plenamente consciente de todo. Todavía no entiendo muchas cosas, pero sé que una vez que lo haga desearé no haberlo sospechado siquiera, y eso, en parte, significaría desear vivir en aislamiento permanente o en una locura terrible. Y estoy seguro de que no vale la pena. No con Nate muerto.

—Vas a hacerte daño —me dice Caleb. Me gustaría que me lo dijera Nathan. Que estuvieran ahí los dos, perfectamente bien, cuidándome, porque quizá yo sí merezca esto. Y Dios, qué dolor pensar en la terrible pérdida de todos nosotros. Por qué Nate, me pregunto yo. Por qué Nate, se estará preguntando Jessie. Por qué papá, se preguntará la pequeña Violet algún día. Era quien menos lo merecía.

Y es peor que una tortura. Es peor que mil cuchillos por todo tu cuerpo o que todas las magulladuras y heridas que no me dejan moverme sin tener que encogerme de dolor. En ese momento no me importaría estar casi muerto si así pudiera tener a mi hermano conmigo.

Línea de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora