De no ser por la inadvertencia de Hayley, la prepotencia de Violet, las ideas imposibles de Peter o la inoportuna llegada de Trent, algunas cosas habrían sido distintas aquel día, pero a pesar de la porción de culpa con la que cada uno cargaba, todos debían reconocer que ninguno de aquellos aspectos tuvieron un papel importante en la desaparición de Anabelle.
Pensarían tal vez que alguien del otro lado llamaría para burlarse de ellos y entonces conseguirían una pista de dónde buscar. O pensarían que Diatlov soltaría cualquier cosa si se le persuadía lo suficiente con sugerencias atractivas para personas como él. ¿Quién sabe? Quizá un poli podría involucrarse y ayudar con un par de porrazos —después de todo, seguro que Roman no era el más querido de la prisión—. Si era necesario para sacarle un par de palabras al muy idiota, no había problemas en soltar, dicho sea de paso, una buena paga por la colaboración.
Pero la realidad fue muy otra.
Al llegar a su destino, a Violet le dio la desagradable impresión de que había sido un poco ilusa al pensar que allí podría encontrar respuestas. No obstante, ya se encontraban ahí y no tiraría a la basura una oportunidad como esa, si es que, en primer lugar, les permitían hacer la visita. No tenía muy claro qué podría aportar Trent, pero le venía bien tener un poco de compañía y en vista de que Hayley y Peter no parecían encontrarse muy estables, el recién llegado era su única opción. Todavía estaba debatiéndose internamente; no sabía qué decirle y qué porción de la historia ahorrarse.
—¿Puedo preguntar...?
—Es un poco complicado —le interrumpió Violet—, y la verdad es que me encuentro un poco hastiada de repetir las mismas explicaciones una y otra vez. ¿Podrías hacerme el favor —y esto lo dijo con un tono que sugería que realmente se trataba de un favor y no una exigencia— de darme un poco de tiempo y no hacer más preguntas mientras resolvemos esto? Creo que hará las cosas un poco más sencillas, si es que la vida no nos odia lo suficiente. Tienes derecho a saberlo, de eso no debe caber duda, pero... —movía las manos, tratando de buscar una buena coartada para no insertarse en la magistral clase de por-qué-debemos-matar-personas.
¡Estaba moviendo las manos! Trent jamás había esperado ver a esa mujer ni un poco nerviosa pero ahora... estaba moviendo las manos como si no supiera qué hacer con ellas. Con ese gesto, los pretextos sobraban, él no sería tan cruel para hacerla seguir explicándose. Empezando por la idea de ella cansándose de que él se comportara como un verdadero grano en el trasero y lo mandara a volar.
—Entiendo. No pasa nada —asintió, quitándose el cinturón de seguridad y abriendo la puerta mientras veía por el parabrisas el lugar que les esperaba con las puertas cerradas. Sintió un escalofrío al ver aquello, pues se había encontrado en sitios más presentables antes y éste no se le antojaba ni un poco acogedor o placentero; aun así, la pizca de curiosidad se volvió un reguero, como si el bote de indagación se hubiese derramado por doquier—. Puedo cerrar la boca, solo dime en qué puedo ayudar.
Violet le miró de reojo por encima del auto. Ahora los dos se encontraban fuera con una mano apoyada sobre la capota del vehículo y miraban inquisitivos aquel cuchitril en el que se encontraba la posible fuente de respuestas. Ella nunca había sido tan indulgente con nadie, pero Trent se le hacía especialmente agradable e inocente.
—Andando, ya lo verás tú mismo.
* * *
—¿Lo va a matar? —preguntó, secándose las lágrimas aún sin poder contener tal alborozo.
Caleb se estaba partiendo de la risa porque había visto una imagen de un pollito gritando que no quería ser un nugget o algo parecido. En realidad no era gracioso, pensaba Jared, pero su hermano parecía a punto de morirse a carcajadas —una forma de morir que no parecía tan desagradable—. Le comenzaba a molestar que no pudiera quedarse un segundo quieto. Se había devorado unas cuantas barras de chocolate que había comprado de camino a lo que él llamaba «el paseo» y no parecía estar consciente de que se encontraban frente al edificio que albergaba los cinco pisos de David Faris, de los siete pisos en total. El hombre era prácticamente dueño del lugar, y desde su afiliación con la familia Followill, los negocios le habían salido mucho mejor.
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Línea de Fuego
ActionTras algunos años llevando una vida corriente en la ciudad de New York, Anabelle vuelve a toparse con unos de sus ex compañeros de la secundaria en una extraordinaria circunstancia. Dando por supuesto que se trata solo de una coincidencia y consider...