Reapariciones fortuitas

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Me puse la mano derecha en la mejilla y apoyé el codo sobre mi rodilla, mirándolo con atención. Él no parecía muy entusiasmado.

―Mira ―comenzó―. La empresa familiar se mueve en Alabama, Nueva York, California, Nebraska y Texas...

Sus codos estaban puestos en sus rodillas, su cabeza prácticamente entre ellas y su voz era tan baja que tuve que inclinarme hacia él para escuchar mejor. Sus manos, entrelazadas por delante, se movían de vez en cuando, apretando sus dedos cruzados. Le insté con la mirada para que siguiera hablando una vez me miró de reojo, supongo que para corroborar que yo estaba poniendo atención. Sabía que estaba luchando consigo mismo, como si todavía no estuviese muy seguro de contarme.

―Yo me encargo de la que está aquí, fue por eso que me mudé hace cuatro años, mientras que algunos familiares se encargan del resto. Mis hermanos, mi primo y la hermana de mi padre.

No le pregunté de qué era el negocio. O él no quería decirlo o todavía no llegaba a esa parte. Solo permanecí en silencio mientras él luchaba porque las palabras salieran sin reparo.

―Al principio ―prosiguió reticente. Se frotaba el rostro con ambas manos con fuerza― tuvimos problemas para crecer como industria, pero después se nos vino un repentino éxito que despertó la curiosidad de muchas otras empresas, y con ello, los conflictos. Ahora representábamos una amenaza para la competencia. Fue después de toda la delantera que llevábamos, que decidimos repartirnos en algunas ciudades. Además, papá tenía conexiones importantes y estaba bastante cerca de la esfera política. Por ese lado teníamos mucha ventaja para movernos a nuestro gusto. No estábamos limitados, solo hacía falta pedir algo para que se nos concediera operar como gustásemos.

Enredé mis dedos en mi cabello, masajeando mi cuero cabelludo tratando de calmar la presión en mi cerebro, aunque con eso no conseguí más que adormecerme. Solo estaba tratando de conectar esos datos con el presente, pero qué difícil era.

―Curiosamente, no fue la competencia la que nos causó problemas. El éxito puso un cartel sobre nuestras cabezas. A veces triunfar te hace vulnerable. Es conflictivo, y si das un paso en falso todo se puede desplomar.

―¿Qué pasó?

―Extorsión.

Solté un respingo y mi sueño se fue parcialmente, dejándome helada por un instante.

―¿Qué? ―parpadeé, alejando un bostezo que se aproximaba.

―Sí. Supongo que fue producto de alguna mala decisión. Alguno de nosotros se metió con la gente equivocada y nos expuso irremediablemente, metidos hasta el cuello, ya no había manera de salir sin arriesgarnos. Pero yo pensé que solo era la competencia. Fui tan ingenuo que decidí arreglarlo por mi cuenta. No sabía que me estaba metiendo con la mafia cuando traté de defendernos.

Mis ojos reflejaban sorpresa, pero en ningún momento dejé que el miedo se apoderase de mí. No lo entendía, y al mismo tiempo lo hacía perfectamente. Ya todo comenzaba a cuadrar para mí, creo. Él me miró con los ojos entreabiertos y se enderezó, dispuesto a seguir hablando. Apreté mis labios. No, no iba a sucumbir al pánico esta vez, ahora yo estaba a salvo, no podía perderlo en esta ocasión.

―Asesinaron a muchos de mis socios y empleados. El desastre explotó aquí en New York, que estaba a mi cargo. Me he ganado muchos enemigos, Ana. Ahora ya no van a por mis subalternos sino que me quieren muerto, y están apuntando incluso un poco más alto. Eso porque tomé medidas drásticas en un momento de desesperación. Esto es casi personal, pero yo no lo sabía al principio. No tenía idea...

Y cuando iba a decirme algo más, cerró la boca. Como si no hubiesen pasado ya demasiados acontecimientos insólitos, su teléfono celular sonó desde el otro lado de la sala, haciéndome cerrar los ojos y encogerme de hombros como si eso fuese a amortiguar el ruido ensordecedor. Debían ser como las dos de la mañana y, ¿alguien estaba llamándolo a esa hora? Me escabullí cuando él se dio la vuelta para contestar la llamada. Entré en la habitación en la que dormiría yo esa noche y toqué la puerta detrás de mí por estabilidad.

Línea de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora