La comprensión me rozó tan rápido que me dejó mareada. Aún sin poder ver, deduje el brillo de una hoja extinguiéndose, perdiéndose en el cuerpo del hombre. Esta visión me hizo doblarme y abrir la boca de la impresión mientras colapsaba en los brazos de mi amigo, desvanecida. Trent seguía aferrándome sin dejarme ver nada, rodeándome con sus brazos con brusquedad y alejándome de la escena del crimen, con mi respiración agitada elevándose con cada paso y mis ojos abiertos desbordantes de lágrimas.
Lo había hecho.
Lo había hecho, dejando un caos sangriento detrás.
Lo había hecho, haciendo de Trent su cómplice y testigo.
Jared se aproximó a nosotros. Yo boqueaba por un poco de aire y Trent acunó mi cara entre sus manos intentando decirme algo y que lo mirase. En ese momento, ambos me parecieron crueles, pero al mismo tiempo sus brazos eran lo que más necesitaba para mantenerme en pie. No quería que Trent me soltara. Y no quería que Jared me tocara. No con las manos cubiertas de sangre.
Trent me hizo subir al auto en el asiento de copiloto y se colocó en cuclillas a mi lado, tomando mis manos entre las suyas con su respiración fuerte, mas no agitada. A veces me preguntaba si el verdadero Jared era aquel a quien no le importaba nada y si lo hacía no lo demostraba o al contrario, era el que me miraba desde cierta distancia por detrás de Trent, que se preocupaba por las personas e intentaba no perder la calma ante situaciones extremas. A veces creía que no era más que un tipo normal pero con un peso extra encima, y sí que lo era; ahora, en sus gestos apurados, podía percibirlo. No me atreví a mirarlo directamente, pero no tenía que hacerlo para percatarme de este hecho.
―Lo siento, Ana. Lo siento mucho... No quería que lo vieras.
No respondí. Seguía hipando del disgusto y con unas ganas terribles de gritar. Nada más que eso, si dejamos de lado la opresión en mi pecho y el mal sabor que me quedó después de lo que dijo el hombre hacía unos minutos sobre lo que pretendían hacerme. Tenía ganas de vomitar.
―Ana, ¿puedes mirarme un segundo?
Porque, por alguna razón, sentía una enfermiza curiosidad por saber más y averiguar si todo era cierto. Aunque también sabía de sobra que, de haber escuchado el resto, habría vaciado mi estómago en el suelo.
―Necesito encargarme del cadáver.
Seguí en silencio, con la piel de gallina gracias a la palabra que acababa de pronunciar y él suspiró. Se alejó un poco más, exasperado.
Trent seguía sujetándome las manos, suplicando en silencio que le pusiera atención, que no perdiera la cordura. Que escuchara a Jared, pero que a la vez no pensara tanto en lo que acababa de suceder.
―Vale, como quieras. Quédate aquí y yo volveré en un momento. Los demás deben estar por venir ―me informó con firmeza, pero aún sin perder el condescendiente tono. Después de un par de pasos, se volvió hacia mí de nuevo como si se arrepintiera de lo que acababa de decir―. ¿Ana?
Esta vez lo miré. No por el tono casi suplicante que empleó, sino porque quizá me sentiría mejor y dejaría de temblar si tenía algo en lo que enfocarme.
―Sé que es como una horrible atrocidad para ti, pero no es como si hubiese querido hacerlo.
―¿No querías? ¿Entonces, qué? ―chillé, continuando la conversación con una saludable dosis de histeria― ¿Vas a venir con que te obligaron? Porque, sabes, estaba justo allí.
No quería reprochárselo, pero el hombre muerto definitivamente tenía un punto. Solo podía haber eliminado un peligro inmediato, no la amenaza en sí. Lo que uno no podía hacer, el otro lo terminaría.
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Línea de Fuego
ActionTras algunos años llevando una vida corriente en la ciudad de New York, Anabelle vuelve a toparse con unos de sus ex compañeros de la secundaria en una extraordinaria circunstancia. Dando por supuesto que se trata solo de una coincidencia y consider...