Reencuentros

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Jared no paraba de sonreír mientras me observaba. Yo tampoco, y no podría evitarlo si seguía mirándolo. Nuestro intercambio de miradas estaba convirtiéndose en una especie de juego.

Y el trayecto en el elevador se estaba prolongando.

—¿Qué? —preguntó con una chispa de diversión.

—¿Sí te acuerdas?

—Claro, Pecas. —Sonrió más ampliamente, como congratulándose por recordar uno de mis apodos.

—Vaya, pensé que era la única con buena memoria —bromeé. Por un segundo olvidé que estaba hablando con un hombre cuyo brazo había sido agujereado.

—Recuerdo también que mi mejor amigo estaba enamorado de ti —añadió, recargándose contra la pared del ascensor alardeando de su muy buena memoria (al punto de recordar datos inútiles como ese), yo negué con la cabeza, entre divertida y cohibida—. Nunca accediste a salir con él, ¿cierto? —sacudí mi cabeza en modo de negación. Recordaba vagamente a Brice, encantador pero intenso cuando se lo proponía. No fue el recordar ese hecho lo que me hizo sonrojar, sino la razón por la que no había querido salir con él—. ¿Por qué no quisiste? ¿Tenías novio? Ah, recuerdo que salías con un tal...

—No salía con nadie... —lo interrumpí—. Uhm... Derek, el chico del que seguro me hablas, era muy buen amigo mío, pero todo el mundo confundía las cosas entre nosotros —sonreí.

—¿Entonces? —me preguntó, mirándome de reojo como si no me creyera. Él seguramente pensaba que me pasé toda la secundaria colada por Derek. Por mí como si quería pensar que era una loquita enamoradiza, daba igual.

Por suerte para mí, llegamos al vigésimo piso del edificio, aunque por un momento me pareció que estuviéramos subiendo al cielo. Di por zanjada la conversación con un gesto desdeñoso y sonreí, dejando a Jared con la duda.

Él gimió mientras giraba la llave en el picaporte y empujó la puerta con su hombro sano. Entró rápidamente y buscó algo en el cajón de la cocina. Cuando consiguió el botiquín, comenzó a limpiar la herida.

—¿Y la bala? No está...

—Ha sido solo un roce, así que no ha quedado dentro. ¿Ves? Te lo dije. Voy a estar bien.

Se vendó el brazo y yo asentí, sentándome en un sofá enorme que estaba en la sala de estar, justo al lado de una enorme ventana de la que se veía gran parte de la ciudad. Bien parecía que solo se hubiese golpeado el hombro con una pared, ¿por qué actuaba tan normal después de un disparo? Yo había estado a punto de desmayarme del susto y solo había sido espectadora. Pensé de nuevo en las personas de la fiesta y suspiré; estaba fuera de mi alcance asegurarme de que todos estuviesen bien, pero me habría gustado poder hacerlo.

—Pareces preocupada —comentó desde el otro extremo de la sala sin quitar su atención de lo que le ocupaba. Su camisa estaba desabrochada. Miré al suelo, demasiado inmersa en mis pensamientos como para fijarme en nada más. Por supuesto que estaba preocupada. Acabábamos de salir corriendo de una fiesta en la que, por cierto, le habían disparado y donde, por cierto, habían quedado atrapados mis viejos amigos, arruinando también una noche especial para una chica.

—Sí, es que... otros chicos de la secundaria, Trent y Diane, estaban en la fiesta... —expliqué, sabiendo que solo exponía parcialmente lo que me ofuscaba.

—Diane, creo recordarla...

—Sí —proseguí —, y no sé cómo comunicarme con ellos para saber si están bien.

—No creo que alguien, además de mí, haya salido herido. Estaban buscando a alguien en particular.

—¿Eso crees? —pregunté, arrugando el ceño. Yo también había supuesto lo mismo en un momento dado, pero la certeza con la que lo dijo me hizo pensar que sabía algo que yo ignoraba por completo.

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