Jared se dirigió a la cocina con un trozo de pan en la boca. En su mano derecha, llevaba un vaso de leche y su teléfono entre sus dedos índice y medio, peligrando con caerse. Maldijo unas cuantas veces porque su mañana del sábado, que normalmente utilizaba para holgazanear, se vio interrumpida por el timbre de casa. Habían pasado unos minutos, y ya no se escuchaba más aquel molesto sonido, pero quiso asegurarse de que nadie estuviese esperando del otro lado de la puerta antes de disponerse a seguir haraganeando. Violet tenía su propia llave, y ella no estaría alrededor durante el día, así que dudó que se tratara de ella.
Tres hombres sentados en la sala le hicieron abrir la boca, haciendo que el pan cayera al suelo. Derramó un poco de leche sobre su celular y dio un traspié. Soltó otro conjunto de maldiciones. Normalmente no era tan torpe, pero maldita sea si esos hombres no le cogieron desprevenido.
―¿Cómo mierda entraron? ―preguntó escuetamente con la mandíbula apretada. Su mirada pasó sobre cada uno de los intrusos y se detuvo sobre el mayor de todos, que mantenía una sonrisa socarrona.
―Tengo mis formas. Y, ¡hola! Yo también estoy muy contento de verte.
―Creo que tu teléfono está mojado ―observó otro, como si fuese necesario señalarlo. Acomodó sus gafas sobre su nariz y sus ojos azules fueron más visibles a través de los cristales. Los mismos ojos del que se encontraba a su lado, y los mismos ojos de Jared.
―Tienes un lindo bigote de leche, hermano. ―Este fue el mediano de los tres hermanos, con su barba y cabello rubio, a diferencia de los otros dos.
Jared soltó un gruñido y bufó, dejando las cosas que ocupaban su mano sobre la barra después de limpiar su móvil y su cara, en caso de que su hermano estuviera hablando en serio. Era una visita inesperada, pero ciertamente no le sorprendía del todo. Más bien, había estado pensando mucho que sería conveniente una reunión familiar.
Tras abrazar a sus dos hermanos, se detuvo frente a su padre, cruzándose de brazos. Él seguía sonriendo cínicamente, como si nada.
―Supongo que estás aquí para explicarme qué diablos está pasando con toda esta nueva mierda de Román Diatlov, ¿verdad? ―preguntó a su padre, disparándole una mirada de enojo.
Se dejó caer en un taburete y los miró de nuevo a los tres, con esa pose relajada que le recordaba mucho a él mismo. No importaba si el mundo se estaba cayendo, ellos simplemente se sentaban a observar sin que ninguna emoción atravesara su rostro aunque, tarde o temprano, reaccionaban. No eran unos aletargados como parecían la mayoría del tiempo. De hecho, Jared podía asegurar con bastante propiedad que los tres eran de los que amaban la adrenalina.
―Bueno, no es una mierda tan nueva ―contestó el más viejo, poniendo su pierna derecha sobre su rodilla izquierda con cierta dificultad. Los hermanos de Jared se tensaron ligeramente, suspirando casi de forma simultánea―. ¿Tienes un cigarrillo?
Después de tragar saliva, Jared se puso de pie y consiguió uno para él, uno para Nathan y uno para Caleb, que se habían aliado para llenar su apartamento de humo. Él terminó por unírseles, demasiado estresado para solo sentarse a verlos dañar sus pulmones sin ser partícipe de las autodestrucción él mismo.
Ahora, cada uno con un cigarrillo en la boca, esperaban que su padre comenzara a explicarse, a pesar de que el único desinformado para entonces era el menor de todos, Jared.
―Hace un par de años llegamos a un acuerdo con la Bratva, hijo ―soltó su padre sin preámbulos.
Su espalda se irguió y sus hombros se tensaron. Apretó los puños, no muy seguro de lo que quería: si lanzar el cigarro encendido en su dirección o apremiarlo para que terminara de hablar. Optó por la segunda.
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Línea de Fuego
ActionTras algunos años llevando una vida corriente en la ciudad de New York, Anabelle vuelve a toparse con unos de sus ex compañeros de la secundaria en una extraordinaria circunstancia. Dando por supuesto que se trata solo de una coincidencia y consider...