Adiós apatía

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Una pesadilla es algo de lo que puedes despertar. Pero los pensamientos y las ideas que permanecen después de que tus terrores hayan desaparecido son algo bastante peor.

Jared tenía en su boca mi mano, calentándola con su aliento. Debió haberse quedado dormido mientras la besaba. Un brazo me rodeaba y el otro estaba bajo su propio cuerpo, atrapado bajo el peso que descansaba completamente inmóvil.

El amanecer. La mejor parte del día. Esos pocos segundos en los que estás despierto, pero vacío. A uno se le olvida dónde está, lo que es, lo que pasó. Solo hay respiración, latidos y calidez. El vacío de la mañana en el que se encuentra la paz y nada te atormenta. Entonces puedes fingir que todo es normal y que no te da miedo mirarte en el espejo, no tienes que pensar en el rostro de la persona a la que quieres contrayéndose en una expresión de genuino dolor al verte.

Entonces, al abrir tu mente, cuando el sol te besa la piel y tu cerebro regresa de estirarse y tomarse un café, vuelve el tormento y las ganas de permanecer ahí tumbada unos días más, aunque ya hayas tenido suficiente. Eres como un odre que ha sido vaciado para llenarse otra vez de lo mismo. Día tras día, mañana tras mañana, despertar tras despertar. Sé que eventualmente terminará, pero mientras ocurre parece no tener fin, como una perenne espiral por la que caes y caes y solo dejas de sentir que desciendes cuando duermes. Aunque el sueño ni siquiera suprima las horrendas pesadillas que me recuerdan que no ha sido falso.

A veces me pregunto si Jared en algún momento se enojará conmigo por esto. Después de que me encontrara en aquel edificio arrodillada a unos metros del cadáver de Alex, me había guardado casi cualquier cosa que tuviera para decir como si mi voz se hubiera ido junto con la vida que abandonó los ojos del menor de los Diatlov. Quizá fui un poco demasiado egoísta, pues sabía que Jared no la estaba pasando mejor que yo con toda su familia en el hospital, pero simplemente me ahogaba si intentaba hablar de lo ocurrido. Yo no podía hablar, yo no podía hacer más que abrazarlo y refugiarme en él mientras él, fingiendo que solo me consolaba, se refugiaba en mí.

—Hola —dijo con la voz extremadamente ronca cuando abrió los ojos. Debía tener unos minutos despierto, pero me dejó pensar que no.

Se aclaró la garganta con una sonrisa —últimamente sonreía mucho— y movió la cabeza, solicitando con la mirada unas palabras de mi parte. Yo debía estar mucho peor en cuanto a la voz, puesto que fuera de los susurros estrictamente necesarios, no había proferido palabra en los últimos días; Jared al menos tenía a sus hermanos para dialogar y sé bien que si no fuera por ellos, él seguramente estaría un poco arrepentido de haberse quedado conmigo, una muda en potencia. Sentía la garganta reseca y esos pocos días sin utilizar mis cuerdas vocales parecían haberlas deteriorado más. No obstante, Jared era demasiado paciente para dejar de intentarlo.

En respuesta a su saludo, me acurruqué más cerca de él y le besé el mentón, haciéndome cosquillas con su barba y obteniendo un abrazo más estrecho. Se estaba tan delicioso ahí que no quería romper la magia —ni hablar—. Entre las sábanas, sus brazos enredados en mí y mis piernas con las suyas, podía cerrar los ojos y pretender que él no lucía unos moratones desvaneciéndose y que yo, por otro lado, no ocultaba mi cara por vergüenza y dolor en lugar de picardía.

—Hola —repitió—. Hola, hola, ho-la. Probando, probando, ¿sí? —se aclaró la garganta otra vez—, ¿sí? Probando.

—Buenos días —dije entonces, alargando las sílabas lentamente para probar mi voz y con una sonrisa no planificada. A Jared se le daba de pena hacerme hablar, pero no puedo decir lo mismo sobre las risas. En hacerme sonreír y morir a carcajadas era un experto.

Funcionó esta vez que yo pronunciara dos simples palabras: él sonrió más ampliamente, aunque su sonrisa se tambaleó un poco cuando me tensé bajo sus dedos en mi torso. El corazón se me hinchó en el pecho y cerré los ojos con fuerza, negándome a moverme, con el eco del dolor de mis heridas en el cuerpo.

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