Capítulo XXVII

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- Edward.

Le había llamado cerca de una docena de veces, mas él continuaba sentado en la cama con la cabeza entre las manos. Su pose parecía la de un hombre desesperado. Realmente Bella le importaba aún.

- Por favor. Responde. - susurré.

De pronto, alzó la mirada y vi en él la desolación por la culpa. Le tomé el rostro y lo apegué a mí con fuerza, pidiéndole que dijese algo.

- Lo siento, - se disculpó levantándose y alejándose de mí, como si mi piel le quemase - volveré enseguida.

No lo hizo. Se marchó y no volvió hasta el anochecer. Me dediqué el día entero a caminar de un lado a otro, preguntándome qué haría Edward en tal estado, adónde habría ido.

Me cambié de ropa y fui hacia la cama, mas no pude conciliar el sueño así que le esperé despierta mientras un sentimiento amargo se adueñaba de mi pecho. A medianoche regresó.

- Duerme. - me pidió dándome un beso en la frente.

Negué y lo abracé, preguntándole por qué se había ido. Si era por lo de Bella...

- Yo... - no dijo nada y se echó en la cama. Fui a su encuentro y me situé en su pecho - Tranquila.

Sabía que estaba a punto de echarme a llorar, más traté con todas mis fuerzas de detener las lágrimas. Edward no podía verme débil e insegura, pues eso podría hacerle sentir aún más culpable por los daños colaterales que ocasionaron la muerte de Isabellea Swan.

- Necesitaba un momento para mí, - confesó- para pensar y entender por qué lo ha hecho.

- Ella lo ha decidido - dije -, tú no tienes la culpa.

- Sí la tengo. - suspiró Edward.

Le toqué el rostro para que me viese de frente.

- No. Tú no tienes nada que ver.

- Alexandra... - empezó.

- No, tú no tienes la culpa. No te culpes por su muerte. Si ella se ha matado, no debería importarte. Tú no la quieres. Me quieres a mí.

No dijo nada.

- Porque me quieres a mí, ¿verdad?

La última palabra salió temblorosa, pues mi temor a un negativa era atroz, tanto que sentía mis manos temblar y los ojos escocer por las ganas de llorar.

- Sí. Te quiero. - volvió a besarme la frente.

Traté de creerle, de verdad lo intenté, pero las inseguridades salieron del cajón más recóndito de mi cabeza y se desplegaron destruyendo toda mi felicidad. ¿Y si ella fue más importante? Yo solamente era el parche. Solo el maldito parche que evitaba que la tristeza de Edward se desbordase sin control.

Empecé a llorar sin remedio, así que me levanté y oculté el rostro entre mis manos temblorosas. La piel comenzó a arderme, y sentía también la columna replegar suaves llamas entorno a mis extremidades. "No te quiere, no te quiere, no te quiere", susurraba mi propia voz en mi mente para undirme en la miseria. Y me escuché a mí misma susurrarlo en la realidad, como un dañino mantra que me destrozaba la lengua.

Edward me vio durante un minuto, el estado horrible que la loca de Vlad no podría evadir sucumbir jamás. Su maldita esquizofrenia.

Me tomó de las manos para evitar que me siguiese sujetando la cabeza, a la vez que llamaba a la realidad.

- No te quiere, no te quiere, no te quiere... - cantaba para mí misma una y otra vez.

- Alexandra...

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