Le vi a la vuelta de la escuela, comiendo en la isleta de la cocina un enorme plato de tarta de zanahoria con nueces cubierta de chocolate negro.
— ¡Hola, hola! —grité para que dejase de comer y se diese cuenta de mi llegada—.
Sus ojos azules oscuros me miraron con sorpresa. Abandonó la cuchara mientras mamá sonreía. Lo tuve en mis brazos en cuestión de segundos, tiempo en el que luché por controlar mis ganas de llorar como una niña pequeña. Ya dispongo de quince años, no es posible que ande gimoteando delante de mi padre.
— ¡Qué rara te veo!
Miré a papá sonrojándome, ahora apenas me sacaba media cabeza pero seguía pareciéndome un gigante.
— He crecido, papá.
Su sonrisa perfecta me provocó un vuelco en el corazón, sobre todo cuando mi madre se unió al abrazo y me sentí plenamente completa.
— Mis chicas —dijo él orgulloso—. Cada día más guapas, lo que me hace preguntarme cuánto tardarán en abandonarme.
Mamá rodó los ojos y le dio un beso en la mejilla, mientras yo giraba la cabeza realmente incómoda. ¡Estas cosas en el dormitorio!
— Rebecca y Ryan... —llamé para que se parasen antes de que se diesen un beso en los labios—.
Me miraron de reojo, pues a ninguno de los dos les agradaba que utilizase su nombre de pila para referirse a ellos, pero felizmente, gracias a mi intervención, no se dieron el beso.
Fui a situarme a la silla enfrente a papá. Mi madre me sirvió enseguida la comida, al tiempo que se sentaba ella misma con un vaso de té verde y un trocito diminuto de tarta.
— ¿Y bien? ¿Lloraron mucho por mí?
Papá formaba parte de las fuerzas especiales, un trabajo que lo mantenía largas épocas en otros países, así como incomunicado de nosotras.
— Poco —dije haciéndome la dura—.
— Nuestra niñita estuvo lloriqueando en las esquinas y preguntando cada cinco minutos : ¿dónde está mi papi?
La ceja rubia de papá se alzó en una mueca graciosa y no pude evitar reírme. Mi madre era una cotilla de cuidado. Dado que había comenzado ya a comer mi plato, tuve que explicarle a mi padre con la boca llena que eso que decía mi madre era una vil mentira.
— Aunque sí te extrañé —murmuré a la nada—.
La sonrisa que se le formó a papá no tuvo precio, así como el que me revolviese el pelo con cariño.
Pasamos horas hablando sobre nuestras aburridas vidas en Nueva York, la ciudad donde nunca sucede nada interesante a menos que seas famoso o inmensamente rico.
A mamá no le agradaba tanto ajetreo, tampoco las prisas de todo el mundo, pues repetidas veces había llamado a papá pidiéndole un cambio. Se agobiaba demasiado por detalles ínfimos, mientras mi padre murmuraba que Nueva York era su ciudad, su hogar, la ciudad que lo vio crecer, y al que a pesar de estar a miles de kilómetros por razones laborales, recordaba con añoranza regresar.
Yo simplemente los escuchaba y comprendía que el agobio de mi madre no correspondía a únicamente esta ciudad. Ella lo pasaba duro por mi culpa.
— Estoy deseando correr un poco por Central Park — anunció papá levantándose y llamando por lo tanto mi atención—. Ya sabéis, ver cómo está mi cuidad.
Ryan Vlad era un esclavo de los deportes, así que para él, calzarse unas zapatillas y largarse a correr tres horas era plenamente normal. Mamá miró el suelo incómoda ante su idea, pero no estaba dispuesta a machacarlo por una tontería como esa. No tan pronto y mucho menos delante de mí.
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OCASO
FanficAlexandra es una Vlad, lo que significa poseer un corazón fuerte y un carácter particular, casi extravagante. Sin embargo, una enfermedad mental ha azotado a su familia paterna durante siglos, y parece haberse manifestado con mayor fuerza en ella. D...