Cumplimos seis meses conviviendo en la casa de Edward.
En realidad no usábamos las cinco habitaciones de la misma, solamente yo tenía como cuarto la principal y más grande, que daba vista al mar y poseía el baño más bonito de todos. Edward era rico, mucho más de lo que nunca imaginé.
Me contó sobre él, es decir, cosas de verdad. Ya no suprimía la información como debió hacerlo cuando yo aún desconocía la verdad sobre su naturaleza inmortal.
- La gripe española azotó a mi familia entera. - explicó mientras yo escuchaba en medio de la oscuridad. Era un buen truco para antes dormir, es decir, oír cómo narraba sus vivencias- Carlisle me transformó a razón de que mi madre rogó por mi vida en su lecho de muerte y, bueno, él también buscaba un compañero desde hacía décadas. Llevaba demasiado tiempo solo, y su naturaleza noble anhelaba un hijo.
No comprendía muy bien cómo pudo hacerle eso a Edward. Quiero decir, en anteriores ocasiones me había narrado cómo era transformarse en uno de ellos, el veneno ardiente que prendía fuego a tu cuerpo y te hacía morir mil y una veces para finalmente dejarte vacío. La muerte me asustaba, pero ese tipo de cambio me causaba aún más miedo. Además, era evidente que Edward nunca deseó este tipo de vida.
Edward sonrió con desgana en medio de la oscuridad, dañado por el recuerdo de los pensamientos de Carlisle:- Al despertar después, los cambios en mi cuerpo lograron aterrarme. Por supuesto Carlisle siempre estuvo a mi lado, pero en la naturaleza de uno de los nuestros la desconfianza es el primer sentimiento que te asola. No te fías de absolutamente nadie, porque sientes que te quieren dañar. Es difícil superar esa desconfianza, canalizar tus reacciones para no arrancarle el brazo a tu creador. - suspiré despacio, tocando la mejilla de Edward- Yo era monstruosamente desconfiado, Alexandra. Todo en mí era odio y pánico. No sabía controlar bien mis impulsos e hice daño a Carlisle con mis gruñidos de advertencia para que no osase acercárseme. Luego estuvieron las voces, que me detallaban en cada momento los pensamientos de él. Podía oír su miedo hacia mí, lo miserable que lo hice sentir al alejarme o golpearle. Jamás podré perdonarme eso. Mis primeros años de salvajismo.
Quería consolarlo, pero me veía incapaz de saber exactamente qué decir, además, conservaba ese miedo a hablar aún. Mi propia voz representaba tanto.
Pero vi cómo Edward me miraba con disculpa, tal y como si yo fuese Carlisle, así que no pude evitar susurrar muy bajo: - No eres malo.
Edward sonrió con tristeza, pero luego me dio un cálido beso en la mejilla a pesar de lo helado de sus labios.
- ¿Por qué piensas eso?
Fruncí el ceño, porque veía que él deseaba hacerme hablar largo y tendido, que era incapaz de conformarse con mi pequeña frase pronunciada. ¿Por qué me hacía eso? Estaba claro que no podía escuchar mis pensamientos, además tampoco le he dejado entrever lo de las voces, así que en realidad él no sabe muy bien por qué no hablo.
- Te quiero.
Una sonrisa se deposito en sus labios, a medida que comprendía que era necesario que me diese un poco más de tiempo para ser nuevamente yo misma.
Acaricié su mano helada. Edward respondió a mi gesto con una mueca peculiar, tratando de parecer fuerte ante sus propias memorias. Él dijo que estas eran difusas, los pensamientos de Carlisle se mostraban muchísimo más claros que las imágenes borrosas que conservaba en su cabeza sobre su brevísima existencia mortal. Por Carlisle pudo recordar en todo su esplendor la belleza de su madre, de ojos verdes y pelo cobre, tal y como es él mismo, con una sonrisa dulce, aunque también una fuerza de voluntad tremenda reflejada en su convicción sobre que un mundo sin Edward no podía concebirse.

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OCASO
FanfictionAlexandra es una Vlad, lo que significa poseer un corazón fuerte y un carácter particular, casi extravagante. Sin embargo, una enfermedad mental ha azotado a su familia paterna durante siglos, y parece haberse manifestado con mayor fuerza en ella. D...