Por fin es Viernes... Y Hermione lo sabe.

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Resultaba hilarante la idea de una fiesta previa antes del gran día, todos los invitados no hablaban de otra cosa que no fuese el acontecimiento tan esperado sobre el enlace matrimonial de Harry Potter y Ginevra Weasley. Aquellos quienes los conocían de toda la vida sabían que después de haber tenido un contacto mas cercano en la cámara de los secretos estarían destinados a unir sus vidas para siempre. Otros en cambio solo opinaban lo inesperado de su relación suscitada el ultimo año que Albus Dumbledore estuvo con vida. Aquellos comentarios, opiniones , buenos deseos eran grabados en una recordadora que George Weasley portaba consigo para después compartirla con la familia o en el mejor de los casos vender la exclusividad quizá por el morbo de un posible acceso de sus cámaras en su noche de bodas.

La directora actual había apartado las tres escobas como sitio idóneo para lo que ella conocía como "noche de recatada frivolidad"; no obstante sabía a la perfección que aquellas palabras solo significarían maquillar la cantidad de licor, música y movimientos quizá desenfrenados que gozarían los ex alumnos
del colegio Hogwarts con el pretexto perfecto de celebrar el matrimonio de nada mas y nada menos que del héroe del mundo mágico.

La amarillista Rita Skeeter no debía faltar en el considerado evento del año, pues con antelación se dedicaba a hacer entrevistas a los conocidos, amigos y cercanos de la pareja para obtener más información al respecto y transformarla a su muy particular, siniestro y morboso estilo. Acompañada de su equipo de camarógrafos, su asistente personal y su inseparable "vuela-pluma" llegaba al colegio como si se tratara de la misma reina Isabel primera.

Damon y Hermione habían bajado después de refrescarse para tomar algo de comer y esperar a la noche. Ambos se notaban tan enamorados y dedicados el uno al otro causando la envida de mas de una mujer o incluso pareja que distaba mucho de tener una relación medianamente llevadera. Aquella tarde, esa última noche la vivirían como si fuese el ultimo de sus vidas, como si una enfermedad mortal y fulminante los sentenciara hasta que se ocultara el sol para no volverse a ver nunca. La castaña no deseaba pensar, no quería por primera vez analizar o comparar su situación con la que tendría al dia siguiente. Solo deseaba vivir aquel amor a la medida que tanto anhelaba.

Decidieron no arreglarse demasiado, solo portaban ropa casual para pasar la media tarde antes de regresar a la habitación y en verdad prepararse para la noche. Damon llevaba puestos sus tan clásicos jeans azul petróleo, una camisa negra que contrastaba a la perfección con su cabellera azabache y piel caucásica. Su anillo de lapislázuli brillaba ante la luz con la misma intensidad que sus ojos expresivos y claros lo hacían. Sin duda alguna aquel apuesto hombre robaba la respiración de cualquiera que lo mirase caminar.

Rita Skeeter no dejó pasar esta gran oportunidad, se acercó presurosa, frívola y elegante irrumpiendo en una conversación que la castaña hubiera considerado relevante antes de saludar por un segundo a tan desagradable mujer. Inmediatamente la ojimiel sintió el pestilente aroma a perfume de azaleas proveniente de la periodista, su gesto de repulsión y asco se vió claramente reflejado en el fruncir de labios que intentaba disfrazar a toda costa con una sonrisa.

--¡Miren nada mas!- Comenzó la mujer rizos rubios mostrando una sonrisa extensa cubierta por el intenso lápiz labial rojo carmín tan vivo como la sangre. --¡Hermione Granger!, la alumna prodigio que ha regresado al rebaño de los suyos.—Observaba a la chica escaneando cada detalle seguramente para comenzar con su listado de criticas que sin duda alguna enumeraría en su próxima columna periodística.

--Después de tu rompimiento con... -- Se excusó falsamente colocando su mano sobre su pecho. – Una disculpa linda, es que todo fue tan repentino que...

--Me ha ido excelente Rita—Interrumpió finalmente la castaña evitando emitir cualquier trémulo en su voz como clara señal de un ataque de descontrol debido a la rabia que aún le tenía. Decidió serenarse, obtener el dominio absoluto sobre sus emociones y no permitir que una mujer altanera pseudo-periodista la intimidara. Ahora era una mujer profesionista que había adquirido carácter, don de mando, liderazgo ante campañas y clientes difíciles, por consiguiente una mujer adicta al amarillismo no significaría una amenaza, sino un reto bastante atractivo para dejarlo pasar.

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