Si te perdiera

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Dos cuerpos diferentes a punto de colapsar, dos tipos distintos de resentimiento, odio, rabia, terror se miraban reflejados en sus ojos al momento de lanzarse uno contra otro. Si bien el apocalipsis bíblico no se estaba suscitando en ese espeso bosque, la sensación de la castaña era totalmente lo equivalente al estarlo viviendo. Seguía en shock, conmocionada por el nuevo descubrimiento, aturdida por la forma en que sin piedad alguna aquel par de hombres estarían dispuestos a matarse para sobrevivir.

No había tiempo de pensar, discernir, cavilar, comparar, hacer un análisis entre aquellos dos; pues los segundos transcurrían sin misericordia alguna. Observaba su varita yacer en el piso en la espera que los sentidos de su dueña volvieran a cobrar vida; su deber, era mantener el equilibrio, responder de manera ética y profesional de acuerdo a los manifiestos del egresado en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Una luz amarillenta salía disparada de la punta del madero de pino, aquella con el centro de pelo de unicornio reconociendo como único dueño a Draco Lucius Malfoy. Por otro lado la oscuridad encarnada en un par de colmillos afilados, ojos negros enmarcados con prominentes venas latentes se enfrentaba al todo por el todo contra esa misma sin pensar en el daño que podría ocasionarle. Su única intención, era aniquilar de forma tajante a su adversario rubio

El joven de ojos grises arrugaba la nariz considerando repulsivo al ente que tenía a unos cuantos pasos. Empuñaba la estaca improvisada de madera con tanta furia dispuesto a perforar la carne del vampiro, terminar con la efímera vida de ese ser despreciable; pero más que todo … Robarle el corazón de la única chica que había amado en toda su vida.

Hermione sentía que el agua nublaba su vista; era complicado para ella enfocar a cada uno con la tristeza a flor de piel. No podía permitirse la debilidad, aquella no era la cualidad de una leona forjada en el calor de la batalla, en las sagradas aulas de la honorable casa de Godric Gryffindor, condecorada con el nombramiento “honoris causa”, seleccionada para ser el premio anual como claro ejemplo de dedicación y desempeño.

Esta ocasión, dejaría de lado la vida falsa que se había empeñado a tener para abrazar por fin su verdadera identidad. Hermione Granger, la sangre sucia inmunda que siempre estaba en pie lucha. Decidida, se acuclilló tomando el madero como si fuese otra extremidad de si misma apuntando al centro de aquel pandemonio que se estaba llevando a cabo.

Damon había esquivado el rayo de luz amarillento sonriendo con socarronería, relamía la punta de sus colmillos moviéndose a gran velocidad con el único objetivo de tomar el cuello del rubio y romperlo como si se tratara de un mondadientes. Draco Malfoy desaparecía de un lugar a otro para no ser alcanzado por su enemigo vampiro, movía a diestra y siniestra la varita lanzando hechizos aturdidores como todo un gran experto duelista; y lo era. Ese rubio tenía la habilidad adquirida del lado oscuro de Lord Voldemort.

Los dos estaban dispuestos a terminar con la existencia del contrario. Por un lado,  Draco lo odiaba por haber aparecido de la nada como un maldito intruso en la vida de su castaña; mientras que en el lado adverso, Damon lo detestaba por ser la causa del sufrimiento de Hermione, considerarse un moustro ante sus ojos colocando a ese rubio petulante como un maldito héroe.

--¡Morirás perro!—Draco lanzaba otro hechizo solar que rosaba el brazo del pelinegro.

--Vampiro, aunque te cueste trabajo hijo de puta—Damon por fin se acercaba.

El pelinegro sonreía de satisfacción aún con los pómulos cubiertos de venas latentes, los ojos tan  oscuros y la mirada depredadora ansiando engullir a su primera presa. No tenía nada que perder, ya no; todo lo que anhelaba de si mismo se había visto truncado una vez mas por la indeseable de Katherine Pierce de quien a su tiempo se vengaría de la manera más lenta y dolorosa posible. Pero ahora, Draco sería un aperitivo delicioso antes de comenzar el tan deseado banquete frío llamado “su venganza”.

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