Despertar

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No supo cuanto tiempo se quedó dormida, las horas, los minutos y segundos eran tan relativos para ella que decidió restarles importancia y rendirse a los brazos de morfeo para descansar de una serie de eventos sorpresivos. Abrió los parpados pesadamente dándose cuenta que el reloj marcaba las ocho de la mañana; tiempo extra a comparación de la carga de tiempo que acostumbraba dormir todos los días.

Sus padres no estaban en casa. Seguramente se encontraban felices de estar celebrando su aniversario en cualquier lugar acompañados de bebidas embriagantes y recordatorios de situaciones eroticas que mantenían la llama de su matrimonio. Hermione consideró que era mejor que estuviesen lejos de Londres; simplemente no soportaría tener que dar explicaciones sobre su “elección adecuada de hombres”.

El cansancio carcomía sus músculos a pesar de haber dormido un poco. Apoyó sus palmas en el colchón para respirar el primer aire matutino y recordarle continuar con sus labores. Aquel día partiría al lugar donde conoció a sus amigos del alma, al sitio que la condecoró con muchos nombramientos importantes no solo por traer paz  a ese mundo; sino por ser una de las mejores estudiantes de su generación.

Por un momento deseaba regresar el tiempo atrás y preocuparse solamente por comprender los diez tomos enciclopédicos de transformaciones, desafiar con una pregunta retadora a Minerva MacGonagall o descubrir un encantamiento no conocido en la sección prohibida de la biblioteca. ¡Cómo extrañaba esos días! Sin embargo, su situación ahora era distinta.

No solo tenía que lidiar con la presencia de Draco y sus amargos recuerdos del engaño, sino por la condición recién descubierta de su escort.

¿Qué pasaría si Harry y los aurores se enteraban de los ataques en mitad de carretera?

¿Estaría traicionando su causa al comportarse de una manera no ética?

Las preguntas despiadadas ahora rodaban su cabeza como un claro ejemplo de tortura a primera luz del alba.

Se levantó con cautela deseando por todos los medios no hacer el menor ruido y tener que despertarlo. Tan solo un rechinido del colchón se escapaba traviesamente sonando como si un centenar de obreros forzaran la marcha de una máquina. No cabía duda que era penetrante emergiendo del profundo silencio de su propia habitación.

Pasó saliva, sintió sed en su garganta parecida a un desierto. Necesitaba tomar una ducha; una muy lenta y larga. No quería enfrentar de nuevo a Damon Salvatore todavía, pues aquella confianza, desenvoltura que tuvo con el en los primeros días de conocerse se convertían en nada a comparación de esa imagen despiadada. No le resultaba sencillo combinar y elogiar a alguien que había privado de la vida  a unas personas por saciar sus instintos cualquiera que fuese el caso. La muerte, los asesinatos, la persecución, fueron siempre factores por los que había decidido tiempo atrás dejar su ciudad natal. Por ese motivo, no quería confrontar ese hecho producido la noche anterior.

Caminó despacio al cuarto de baño. Hubiera preferido utilizar el de sus padres para evitar hacer el menor ruido posible, sin embargo pensaba que en caso de despertar, Damon comenzaría a sospechar sobre la incomodidad de su presencia en la casa. Tomó la toalla aún sin mirar al pelinegro en la cama y entró a hurtadillas para tomar un baño; lo necesitaba, deseaba un tiempo a solas para despejarse y planear los últimos días a su lado. Sabía que no tenía que arriesgarse ni arriesgarlo.

Abrió con cuidado el grifo del agua. Las primeras gotas sonaron como un par de tambores lanzando una fanfarria; bastante aturdidor comparado con el profundo silencio que se cernía en su habitación. Había cerrado la puerta. Eso daría a entender que deseaba tomar el tiempo a solas para asearse, sus sentimientos no habían cambiado despues de todo; sin embargo no quería decir que no se debatiera entre lo correcto y lo fácil. Entregarlo o ayudarlo a escapar.

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