Primera Clase

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Procuró dormir temprano aquella noche, las labores cotidianas de una publicista no terminaban hasta que se decía a si misma "ya te puedes ir". No se trataba de un horario reglamentario sino uno ligado a su responsabilidad que día a día llevaba a cabo. Despertó como cada mañana con la necesidad del café que la devolvería a la tierra después de esos sueños recurrentes que tenía sobre Draco.

Se negaba a creer que aún en la distancia, aquel rubio platinado todavía tuviera el efecto de cortar su respiración cada vez que recordaba su sonrisa, sus ojos, la manera en la que locamente se habían hecho novios durante su último año en Hogwarts.

Sin embargo, las reglas cambiaban, no todo lo que se cree de una persona es enteramente verdad y no toda la verdad que se cuenta es cien por ciento cierta.

El solo hecho de pensar en regresar a Londres hacía que un vuelco en su estomago se hiciera presente a tal grado de sentir sumamente irritante el primer sorbo de café. Se había vestido para continuar el dia pero afortunadamente era viernes de ropa casual, y esto, podía incluir unos vaqueros presentables con una blusa de cuello y manga corta.

El cabello lo llevaba suelto, moldeado y acentuaba perfectamente su rostro ligeramente ovalado. Se colocó el rímel y el corrector para eliminar las ojeras tomando su chaqueta no sin antes dejar la taza medio vacia en el fregador.

Al salir al aparcamiento caminaba a toda prisa para dirigirse a su coche, ya que a pesar de tomar correctamente su tiempo antes de ir al trabajo le gustaba llegar a tiempo para poder retomar pendientes atrasados antes de encasquetarse otros nuevos. Se distrajo un momento buscando en su bolso las llaves para el automóvil cuando en ese momento se escuchaba un gruñido.

En ese momento, sintió un fuerte tirón en el estómago en señal de alarma, pues no se encontraba sola.

Eran las ocho de la mañana, tiempo suficiente para lidiar con el trafico matutino pero demasiado temprano para los inquilinos del condominio de apartamentos donde vivía. Miró a todos lados y escuchaba una serie de quejidos, como si alguien estuviese atrapado o ahogándose con algo.

Llevó sus manos de nuevo al bolso tomando su única arma con la que contaba. Sabía que podía usar magia si el caso lo ameritaba, pues si lo hacía en defensa propia no tendría que lidiar con el ministerio evitando así una cita. No deseaba ir a Londres antes de tiempo.

--Solo espero que no sea un dementor o de verdad el ministro me va a oir—

Se alejaba lo suficiente caminando en sigilo mientras escuchaba los sonidos de una mujer en problemas, había ruidos, como si un animal estuviese suelto en el estacionamiento.  Parecia que una mujer deseaba gritar, pero algo se lo impedía y seguramente el atacante le tapaba la boca con las manos; un extraño escalofrío paso por su piel sacudiéndose un poco antes de dirigirse al otro lado del aparcamiento.

Había golpes, la mujer intentaba llamar la atención de alguien para dar aviso para que acudieran a su ayuda. Hermione apresuró el paso casi corriendo con su varita en ristre, se apresuró lo más que pudo interceptando el coche que ocultaba la escena del crimen y deseaba por todos los medios que nada estuviese ocurriendo.

-¿Quien anda ahí?—Preguntaba haciendo eco en todo el lugar sin obtener una respuesta. En ese instante los golpeteos se hicieron mas lentos, calmados, definitivamente aquello no era una buena señal.

--¡Identificate maldito bastardo!—Exigía a todo pulmón al momento de dar vuelta y ver claramente a una mujer pelinegra a quien conocía. Era su vecina.

--¡Jennifer!—Observaba la espalda de un hombre que vestía una chaqueta de cuero, no pudo identificarlo ya que estaba de espaldas pero tan solo escuchaba un sonido gutural proveniente desde su caja torácica.

Amor de AlquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora