10. Una tarde algo rara

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— ¿Charly quieres ir a la sala de juegos?

— Que parte de, tengo que esperar a que llegue Kendall para matarlo, no entiendes? — le pregunté a Connor algo irritada.

Es la cuarta vez que me pide lo mismo.

— ¡La parte en la que no vienes a jugar videojuegos conmigo!

— ¿Por que no le pides a los demás?

— Porque se están tratando de sacar esto del pelo — dijo señalando la pintura rosa de su cabello y reí.

— Ya les dije que sólo duraba 24 horas, ¿Para que quieren sacársela antes?

— Porque se cansaron de que les digas algodones de azúcar — explicó y yo solté una carcajada.

— ¿Y tu? ¿Por que no te estas bañando como los demás, algodón de azucar?

— Porque a éste algodón le queda genial el color rosa — dijo meneando su cabeza a lo diva.

Rodé los ojos y me dispuse a seguir esperando al imbécil.

— Bueno, ya que todos rechazan mis invitaciones y me ignoran, iré a dormir una siesta — anunció y luego se fue.

En ese momento sentí el ruido de la puerta, salté del sillón y me puse de pie frente a la misma.

— ¿Donde mierdas estabas imbécil? — le pregunté a Kendall molesta en cuanto piso dentro de la casa.

— Con una chica — dijo como si nada mientras aventaba su campera al sofá.

— ¿No podias habernos avisado que te ibas a follar? ¿¡Sabes lo que te esperamos con los demás en el instituto bajo el rayo del maldito sol!?

— Nadie les dijo que lo hicieran, bebé.

Lo miré mal.

Es un idiota.

Odio que me diga bebé, y él lo sabe.

— ¡No me digas bebé! — le grité el su cara. — ¡Y TENDRÍAS QUE HABERNOS MANDADO UN PUTO MENSAJE! ¡¿PARA QUE CORNETAS TIENES EL MALDITO MÓVIL SI NO LO USAS?!

— Estas algo agresiva, cálmate un poco... bebé — dijo con burla y de un segundo al otro mi rodilla golpeaba contra su entrepierna con fuerza.

El cayó al piso y comenzó a retorcerse de dolor.

¡Ahí tienes mal nacido!

— ¿Te gustó eso, bebé? — le pregunté burlona.

— ¡CHARLY! ¿CUANTAS VECES TE HE DICHO QUE NO GOLPEES A TUS HERMANOS? — me gritó papá ayudando a Kendalla pararse.

— ¡¿Y tu de donde diablos saliste?! — pregunté molesta. — ¡Déjalo en el piso, el empezó!

— ¡Según tu, siempre son tus hermanos los que empiezan las discusiones y peleas!

Kendall se sentó en el sillón como si estuviese inválido más o menos y en cuanto papá se distrajo me hizo burla.

— ¡SIEMPRE LOS DEFIENDES A ELLOS! — volví a gritar.— ¡VETE AL COCHINO DIABLO!

Mi padre me miró enojado y salí corriendo para evitar mi posible muerte, obviamente el salió tras de mi.

— ¡Ven aquí pequeño monstruo! — dijo mientras me perseguía como desquiciado por toda la casa.

— ¡Alcanzame panzón! — era obvio que no me alcanzaría, no porque estuviese gordo o algo así, es que el es una tortuga, como Ashton.

Subí las escaleras a toda velocidad y me encerré en mi cuarto.

Somos 7 rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora