28. El dúo ebrio

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Toqué bocina en la casa de Travis y él salió sonriendo. Se subió al coche y me dio un beso en la mejilla.

— Hola — me sonrió.

— Travis-Trabado — sonreí — ¿Listo para embriagarte conmigo?

— No lo creo.

Pisé el acelerador y Travis rebotó en el asiento del copiloto.

— ¿Debo rezar?

— Cierra la boca.

— ¿De quién es este auto?

— De mi hermano Kyle, es el mismo que manejaste la otra noche.

— Cierto. ¿Te lo prestó?

— Algo así — lo miré y él me giró la cara nuevamente hacia el frente.

— Mira por donde vas.

— Tranquilo, se conducir. Y me lo prestó para pasarte a buscar a ti y a Nina, luego él lo pasa a buscar con unos amigos a la casa de Gus.

— ¿Y la llave?

— Tiene varios juegos porque las pierde a cada rato el muy idiota.

Frene frente a la casa de Nina y Matt y comencé a tocar bocina como una desquiciada.

Nina salió muy lentamente de su casa calzándose en el camino.

— ¡Mueve el culo, mujer! — le grité por la ventanilla de Travis. — No tengo toda la noche.

Nina me sacó la lengua y luego subió al auto.

— ¿Y el gordo de tu hermano?

— Se fue con Jace... Hola Travis.

— Hola.

— ¿Te das cuenta lo simpático que es mí amigo? — pregunté y Nina sonrió.

— Vete al diablo — me dijo Travis.

— Esta noche me encargaré de que te embriagues hasta las manos y verás lo feliz que te pones.

— Claro.

— ¿Y los demás? — preguntó Nina.

— Se fueron en el auto de Connor — ella asintió y yo puse en marcha el coche.

Nina iba gritando por cada curva que tomaba y Travis igual.

Estacioné y los tres bajamos del auto.

— ¡Nunca más! — gritó Nina. — Nunca más me subo a un auto en el que manejes.

— No fue para tanto — dije cerrando las puertas con seguro.

— Estoy de acuerdo con Nina — dijo Travis y lo miré mal.

— A la próxima se van los dos a pie, putos — comencé a caminar y ellos me siguieron.

Entramos a la casa de Gus y abriéndonos paso entre la multitud caminamos hasta la barra.

— Hey — me abrazó Gus de pronto.

— Gus — le sonreí.

— Chicos, pidan lo que quieran, la barra es gratis... Sólo se los digo porque muchos creen que por tener esto — señaló la barra. — las bebidas no lo son.

— Genial.

— Dame tres cervezas, Iván — le pidió al que atendía la barra.

Él chico obedeció y les dio las cervezas a Gus y luego él nos las dio a nosotros.

Somos 7 rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora