Capítulo 7

2.1K 135 3
                                    

Después de un largo camino en el que Diego ni siquiera me habló y me miraba con furia llegamos a una solitaria casa, sus alrededores estaban aún mas solitarios, la casa estaba envejecida, el suelo del porche que se veía en la parte frontal de la casa estaba cubierto de hojas secas de otoño, el marco de madera de las ventanas viejas se veía en mal estado y sus cristales en su mayoría estaban rotos, no había ninguna luz que pareciera provenir de la casa.

La casa estaba demasiado descuidada por el abandono pero por encima se notaba que alguna vez estuvo muy bien cuidada. Diego y yo atravesamos el amplio jardín lleno de plantas demasiado crecidas y descuidadas, el aspecto superficial de la casa atemorizaría a cualquiera pero ni Diego ni yo teníamos una pizca de miedo, se necesitaba mucho más para que yo sintiera miedo, desde la muerte de mis padres vi tantas cosas horribles que ahora nada me asustaba, nada me había asustado hacia ya unos 6 años... Nada excepto... Jorge Blanco.

Su imagen no salía de mi cabeza, lo veía una y otra vez sin entender porque no lograba dejar de pensarlo porque sentía la necesidad de verlo realmente y de que estuviera a mi lado, extrañamente incluso ya extrañaba su aroma, extrañamente ya deseaba volver a mirar esos perfectos ojos verdes y ese rostro tan perfecto y aún más extraño todavía de solo imaginarme volverlo a tener cerca me causaba terror, como si se tratara de un asesino o algo maligno pero hermoso, ni siquiera un asesino podía asustarme de tal manera, jamás había sentido tanto miedo hacia alguien como hacia Jorge, y además había algo aún más raro... Las voces, solía escucharlas cuando estaba sola, pero mientras estuve con Jorge las voces misteriosas se intensificaban.

Diego golpeó la puerta de madera envejecida y esta se abrió sin mucho esfuerzo, supuse que la madera estaba tan debilitada por las termitas que en cualquier momento podría deshacerse. La casa solitaria y vacía me causó mucha nostalgia al verla, parecía que antiguamente, hace muchísimos años había sido un lindo hogar, con una linda familia, tal vez la casa había estado deshabitada durante muchísimos años, se notaba que era muy antigua a juzgar por aquellos muebles del siglo pasado cubiertos por polvo, un gran piano igual de antiguo estaba sobre el suelo de mármol, habían adornos costosos de otras épocas, probablemente Diego tomaría todo y lo vendería para pagar gastos.

Me deleité con esas fascinantes imágenes de aquella casa que en sus tiempos mientras estaba habitada tal vez era aún más hermosa, ciertamente ahora se encontraba en condiciones deplorables debido a la antigüedad que se notaba a simple vista. Había cuadros con imágenes bellísimas de Europa en el siglo XVI, yo sabía poco sobre historia pero había visitado algunas galerías de arte con Diego y eso me dio algo de conocimientos sobre el tema y sobre la pintura, había extraños jarrones reposando sobre mesas de té que parecían realmente de mucho valor. Pero todo estaba oscuro y tenebroso, había una que otra fotografía de una familia extraña y personas desconocidas que eran tenebrosas pero sin embargo yo era valiente y no me asustaban cosas como esa.

Polvo y telarañas abundaban por cada rincón de la casa increíblemente hermosa.
La fantasía duro poco tiempo.

—Ahora si vamos a hablar tú y yo, pequeña bravucona.—dijo Diego con voz molesta y a gritos-. Dime si te acostaste con ese maldito.

—Diego, no.—dije con temblorosa voz, yo sabía de lo que Diego era capaz de hacer—. Yo ni siquiera sé quién es, te juro que yo no hice nada con él, yo no lo conozco, ni siquiera sé como llegué con él.

—No mientas, Martina . Andres me dijo que no supo de ti desde la madrugada, fue a verte al cuarto ¡y tú no estabas!.—me gritó con fuerza—. Te fuiste con ese tipo toda la noche, ¿no es cierto?

—No.—dije con una débil voz apenas audible—. No es cierto, mira, yo no sé cómo explicarlo porque un tipo me durmió y...

Mi voz se detuvo en el acto cuando Diego alzó su mano y me dio una fuerte bofetada haciendo que diera vuelta a mi cara. Solo solté una débil lágrima, ya yo estaba acostumbrada a los golpes, al menos esta vez Diego no había sido tan rudo como otros días.

—No te creo nada linda.—sonó la voz de Diego enfurecida—No te doy más fuerte porque me da miedo arruinar tu belleza.

—Diego...—balbuceé con voz quebrada y a punto de llorar —Te juro que no hice nada.

—No vayas a llorar, me vuelve loco cuando empiezas a chillar —él se acercó hacia mí y puso sus labios sobre mi cuello—. Ningún hombre te tocará... Júrame que seré el primero en tenerte.

—Sí, Diego, te lo juro.—él empezó a besar mi cuello y yo me quedé muy, muy quieta, bajó sus besos hasta mis hombros

—Sabes que lo he hecho todo por ti. Lo sabes ¿no? -dijo Diego y siguió besándome, me rodeó con sus brazos apretándome con fuerza por la cintura—. Sabes que todo lo que hago es por tu bien y porque te amo, ¿no?

—Lo sé, Diego. Lo sé. —Diego me jaló por el brazo rústicamente y me apegó hacia su cuerpo para luego lanzarme de manera salvaje en uno de los viejos sofá que se encontraban en la casa, tumbó su cuerpo encima del mío y acarició mis piernas con sus dedos, mi cuerpo se tensó y al igual que siempre lo único que hice fue quedarme inmóvil, Diego besaba mis labios y yo no respondía a nada, me levantó la camisa para deshacerse de ella.

—Diego, no, por favor.—le rogué de verdad que no me tocara. En mi voz se escuchaba el tono de suplica pero Diego pareció no escucharme, él siguió tocando mi abdomen y mi espalda y cuando quiso subir hasta mi pecho yo cubrí mis senos con mis manos y empecé a llorar suplicando que Diego no me hiciera nada.

—Maldita sea, Martina.—dijo Diego enfureciéndose como loco—¿Cuándo demonios piensas dejar que te haga mía? ¿Piensas ser una virgencita toda tu vida?

—Diego , me da miedo...—chillé con voz llorosa, Diego se levantó de encima de mí, y se
apartó con furia interrumpiendo mi dialogo a gritos.

—¡Cállate!.—gritó —Deja de lloriquear, niñita... Adiós, voy a pasar la noche con una mujer de verdad. Se acercó a la puerta preparado para marcharse.

—¿Me dejarás sola?.—empecé a sollozar.— Sabes que me da mucho miedo estar sola.

Ése era uno de mis únicos temores, era por eso que yo estaba tan aferrada a Diego, odiaba y me atemorizaba estar sola, jamás pude superar ese temor que incluso cada vez crecía mas.
Es por eso que cada noche que pasaba junto a Diego dormía a su lado y me aferraba con fuerza a él para asegurarme de que no me dejara mientras yo dormía, mi temor era tan grande que prefería estar en compañía de cualquiera antes de estar sola, ese miedo lo había desarrollado luego de que mis padres murieron, ya que cuando estaba sola esas horribles visiones y voces me atormentaban y atemorizaban aún mas.

—Eso te pasa por ser una tontita niña llorona que le tiene miedo a todo. Vendré por ti en la
mañana, Stoessel.........


Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora