–No te preocupes, son inofensivos. –me tranquilizó Uriel.
Continué dando zancadas vacilantes, de pronto la sensación de que algo siniestro nos rodeaba era más aguda, los músculos se me tensaron a tal punto que bullirme se me dificultaba. Mis congelados pies se enterraban en la nieve blanca, mis dientes hacían un ruidoso chasquido cuando castañeaban, llevaba el abrigo de Hashton, el de Lenya y el de Jorge, pero seguía oscilando de frio. A pesar de que yo era la única que aparentemente tenía frio cuando vi a Hashton sus labios estaban volviéndose añiles, pero no temblaba ni daba índices de percibir frio.
El vestido de Lenya no era demasiado abrigador. La brisa se intensificó, mi rostro palideció, mis manos trepidaban, mi garganta estaba seca. Di otro paso y escuché el sonido del viento cortándose, era como el estruendo de un misil volando cerca de mis oídos, como una bala cortando el aire con velocidad brutal. Giré de forma instintiva para ver a Hashton y no estaba a mi lado, desapareció a la velocidad de la luz.
–Saben qué hacer. –rumoreó Enoc.
Posé mi mirada en los cielos y encontré a Hashton en las alturas dando saltos y atacándose a muerte con un demonio. Todos los ángeles se apresuraron a agredir al demonio. Yo me sentí tonta e inservible plantada e inmóvil sobre la nieve.
El joven rubio Nathaniel con sus preciosos risos se asemejaba a Cupido disparando flechas para atinarle al demonio. No fue necesaria demasiada ayuda porque Hashton enterró su espada en el abdomen del ser maligno, la hojilla afilada lo atravesó hasta el otro lado, cayó al suelo sin vida y un humo tan negro como la noche proveniente del cuerpo del demonio se dispersó por los aires, la sangre del cuerpo fallecido era negra, totalmente negra.
En un costado de su abdomen Hashton sangraba. Caminó hacia mí con su mano puesta sobre su herida. Con mucho cuidado lo abracé.
–Hashton tienen que curarte. –mi voz sonó temblorosa.
–Ellos no pueden sanarme. –Dijo él conteniendo una mueca de dolor–. Tenemos diferentes dones, solo yo puedo curar personas.
–Pero... Mírate. Se ve muy mal.
–Estaré bien.
–¿Te clavó su daga? –preguntó Ruggero.
–Sí. –respondió Hashton.
–No se ve bien. –escrutó el padre Gregorio.
–Están cerca. –Interrumpió la voz de Enoc–. Preparen sus armas.
Aun con su herida abierta mi esposo me jaló para colocarme tras su espalda y darme protección. Me sentía tan inútil e insignificante, mis caderas estaban repletas de armas, en mi espalda colgaban unas cuantas flechas cargadas de veneno letal con mi arco enorme. Mi espada escondida dentro de la entretela, colgando de mi cinturón hacía que me pesara el cuerpo dificultándome el movimiento al andar. Sabía cómo utilizar cada una de mis armas como instrumentos para matar, pero tenía mucho miedo de utilizar alguna. Yo era demasiado cobarde para herir a alguien intencionalmente, incluso si se trataba de un demonio.
Un hormigueo recorrió mi cuerpo.
Cuando hay tanto mal en el aire puedes sentirlo, puedes olerlo, puedes saborearlo y causa que hasta el último centímetro de tu piel se estremezca.
Desde la distancia, al final de esa calle umbrosa y desértica, exactamente hasta donde llegaba mi campo visual, en el horizonte se comenzó a visualizar un grupo de personas abalanzándose hacia nuestro ejército de ángeles, cada vez que se acercaban más un nudo en mi estómago se acrecentaba de forma molesta, mi respiración se entrecortaba, una descarga eléctrica me recorría, una muy dolorosa, incluso llegué a sentir náuseas y creí que iba a desmayarme. Fue entonces cuando comprendí que eran demonios, no personas.
–¡No avancen, esperen a que lleguen! –gritó una voz de alguno de los ángeles. No le presté atención porque intentaba adivinar de quien se trataba ese grupo de demonios, mi campo visual no llegaba tan lejos como para distinguir un rostro conocido.
Distinguí el personaje en frente de la pandilla de demonios, su líder, era Tom, seguía bastante lejos como para poder verlo claridad, pero su tamaño enorme lo delataba y esa elegancia al caminar, dos hombres caminaban a sus costados, del lado izquierdo creí visualizar a William West, sí, era él, y a su lado derecho imaginé a... Jorge. Vestido de negro con abrigo y guantes, un muchacho que no lograba ver con nitidez caminaba con aire presuntuoso, mientras más se avecinaba me parecía reconocer más el rostro de Jorge, su cuerpo, su modo de caminar. Mi grado de locura había llegado demasiado lejos, Jorge siempre estaba, en todas partes lo veía. Me imaginé que ese joven que venía hacia nosotros era él.
Pocos metros nos separaban de los demonios, escasos metros y la distancia se hacía dolorosa porque yo no estaba imaginando a Jorge, él estaba allí tan cerca como para poder cerciorarme de que era de carne y hueso, tan cerca que su mirada afligida me penetraba de tal modo que mantenerme de pie era difícil, era cierto, no podía ser una alucinación, esta vez allí estaba Jorge de pie, me miraba únicamente a mi sin expresión alguna, llegué a creer que no me reconocía, realmente estaba tan cerca de mí, no logré caer en la realidad a tiempo, mi cuerpo se paralizó y mis pulmones fallaban cuando los necesitaba, mis rodillas se tambaleaban y mi cuerpo palpitaba, mi musculatura estaba rígida, las lágrimas querían salir de mis ojos a cántaros, el nudo en mi garganta era cada vez más difícil de tragar.
No puede ser verdad, pensé.
ESTÁS LEYENDO
Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」
Fanfic"El Destino nos volvió a unir" "Eres un demonio pero al mismo tiempo te amo como nunca antes" "¿tu hermano o tu?" "Me haz salvado" (Novela Adaptada) #1 en "martinastoessel" el día 30 de Julio de 2018. #1 en "jorgeblanco" el día 30 de Julio...