Capítulo 40

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-Jorge, mira lo que he encontrado –dijo Hashton sosteniendo un pedazo de papel amarillento y aparentemente viejo entre sus manos y alzándolo por encima de su cabeza para observarlo a la luz de luna. Los cinco, Jorge, Hashton, Ruggero, el padre Gregorio y yo caminábamos por los callejones más oscuros para evitar ser vistos por las personas ya que pensarían cosas extrañas al vernos llenos de sangre fresca en nuestra ropa.

–¿Qué es eso? –preguntó Jorge desinteresado.

–Es... ya sabes, páginas de la profecía –le contestó Hashton–. Estaba en ese lugar, con las hojas amontadas.

–¿Qué es lo que dice? –Jorge fingía no estar interesado en absoluto pero supe que si lo estaba al ver aquel brillo celestial en su mirada.

–No lo sé –musitó su hermano Hashton–. Está escrito en latín.

El padre Gregorio le arrebató a Hashton el papel avejentado y comenzó a leerlo en latín en voz alta. Entre frases extrañas logré distinguir palabras parecidas a "Sacrificium," "dîus," "odium," "malus," y algunas más que ahora ni siquiera recuerdo. Nos detuvimos a mirar al padre Gregorio que leía bastante intrigado.

–Dice: "Su sacrificio será la salvación de ella" –espetó el padre Gregorio sin demasiada emoción–. Lo que significa, Jorge, que... la única manera de salvarla será sacrificándote, deberás morir si quieres que ella viva.

Cuando él decía "ella" yo sabía que se refería a mí.

La mirada de Jorge se perdió en algún punto del horizonte, miraba ausente a la nada, quise observar su rostro para saber que pensaba o encontrar en él alguna expresión pero él no me miraba mientras caminábamos por más que yo intentara que lo hiciera. Tampoco dijo siquiera la más mínima palabra el resto del camino.

–Iremos a casa de Hashton y por la mañana te llevaremos de vuelta al internado, dirás que te fuiste de vacaciones por el fin de semana –dijo Ruggero cuando yo pregunté que a dónde iríamos.

La casa de Hashton era como él, en ella se respiraba cierto aire celestial lleno de pureza, tomé un baño largo y relajante con agua tibia y espumosa y terminé vestida con una camisa de Hashton que me quedaba bastante holgada y mis shorts que llevaba puestos debajo del vestido. Me atraganté de comida hasta que no pude más, los chicos hicieron bromas acerca de lo hambrienta que he de haber estado echándose a reír, todos los chicos excepto pues Jorge, que desde que entró al cuarto de baño de una de las enormes habitaciones no lo vi salir.

A la luz de las eficientes lámparas vi que Hashton tenía aún el labio roto, una pequeña magulladura se le notaba en la boca, era el único golpe que vi que recibió mientras peleaba y aún seguía allí tan reciente como era. Hashton se había duchado y tenía atuendo limpio y fresco, su cabello largo y negro destilaba un ligero olor a shampoo y sonreía ampliamente cuando estábamos solos y sentados en uno de los sillones de la gran sala de su hogar, él no dejaba de mirarme y yo sencillamente tampoco podía evitar mantener mi vista puesta en él.   


Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora