Capítulo 14

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Mientras yo me preguntaba dónde se encontraba Jorge en ese momento Diego alzó su mano por encima de su cabeza y lanzó un grito al conductor del autobús indicándole que se detuviera. Diego me tomó de la cintura manteniéndome a un costado de su cuerpo para que yo me quedara a su lado. 

Bajamos del autobús de la misma forma, yo caminé junto a él descalza sintiendo el suelo rustico debajo de mis pies unas dos cuadras hasta que volví a vislumbrar aquella casa. La misma vieja casa en la que estuve la noche anterior, las sombras de la misma ya parecían empezar a susurrarme. Me estremecí al recordar a Jorge, invitándome a bailar, tocando el piano, susurrándome que le gustaba y acostado a mi lado justo antes de que mis ojos se cerraran y me quedara dormida. Caminé todavía pegada a un costado del cuerpo de Diego y mientras nos acercábamos aún mas hasta la casa abandonada me percaté de que había algo diferente en aquella casa, algo diferente con respecto a la última vez que la había visto esa misma mañana, todas las puertas estaban abiertas de par en par invitándonos a entrar.

—¿Alguien habrá entrado?.—preguntó Diego para sí mismo en voz alta —Esta mañana cerré las puertas y ahora están abiertas.

"Jorge"-pensé.

Quizás... ¿Existía la posibilidad de que fuera Jorge el responsable de aquello? De Jorge yo me esperaba muchísimas cosas, siempre me sorprendía. Me adentré junto con Diego hasta aquella casa, atravesamos el jardín cautelosamente, todo estaba silencioso, escuché cada diminuto sonido que manaba de aquel jardín del frente, el ruido que hacían los arboles al chocar sus ramas unos con otros por efecto de la gélida brisa, el canto aterrador de los búhos y los grillos, las hojas de otoño secas quebrarse cuando yo las pisaba con las plantas de mis pies sin calzar, el hierro de las rejas crujir cuando el viento las agitaba al igual que el golpeteo de la madera de los arboles al impactar contra los vidrios de las ventanas altas del segundo piso inexplorado de la casa, el mismo viento hacía que mi cabello largo volara por los aires y que gruesos mechones de este cubrieran mi rostro. 

Ambos atravesamos el umbral de la puerta principal abierta de la casa, en cuanto estuvimos dentro de la enorme y oscura la puerta se cerró detrás de nosotros haciendo mucho ruido, yo me asusté y mi nerviosismo se hizo bastante notable, Diego hizo caso omiso a la situación, por mi parte yo seguía pensando que aquella casa ponía los pelos de punta y que algo muy extraño estaba sucediendo, la pasada noche había visto y escuchado cosas horribles e indescriptibles. El recuerdo de la niña apareciendo reflejada en el espejo me causó terror, en absoluto yo catalogaría aquella visión como una de las más espeluznantes que había visto en años que llevaba de ver extrañas sombras y tener sueños tenebrosos.

—Voy a darme un baño.—dijo Diego con voz que reflejaba lo ebrio que se encontraba. Guardé silencio y observé a Diego explorar la casa para encontrar un cuarto de baño hasta que pareció encontrarlo y me quedé sola en la sala escuchando el sonido del agua de la regadera chorrear mientras Diego se bañaba.

Todo seguía en plena oscuridad, no quise si quiera moverme de mi lugar por el miedo que me causaba estar sola, incluso cuando sabia que Diego estaba a unos cuantos metros de distancia disponible. Examiné con la mirada cada rincón vacío de la casa, la sala se comunicaba con varios pasillos y con algunas habitaciones, tenía unas escaleras de piedra enormes y decoradas como las de las mansiones de las princesas que comunicaban hasta el piso de arriba que yo aún ni siquiera conocía. Una luz entraba por unas puertas de vidrio que supuse que daban con el patio trasero ya que era la misma luz de la luna la que se adentraba en el interior de la casa atravesando los cristales de las puertas.

Sin saber que hacer se me ocurrió ir a visitar ese aparente patio trasero, vacilé al caminar hasta allí, me acerqué dando grandes zancadas y como un destello atravesé las puertas de cristal para encontrarme con un escalofriante ambiente de un aparente patio. Había en el suelo asfaltado un hoyo enorme, para ser mas especifica era una piscina vacía, en el fondo de la misma pude ver hojas caídas de los arboles que ensuciaban y daban mal aspecto a la misma, a sus alrededores reposaban inmóviles unas estatuas de piedra solida en color gris alusivas a extrañas personas que no reconocí, cada una de las estatuas era más escalofriante que la otra.

Cuando miré hacia el suelo vi justo mis pies la muñeca pelirroja con aires diabólicos tirada allí, me puse de rodillas para recogerla pero al momento en que incliné mi mano para tomarla sentí unos dedos rodear mi muñeca, miré detenidamente mi mano y efectivamente una mano blanca y pálida resaltaba con el contraste de mi piel y me apretaba tan fuertemente que yo creí que rompería mis huesos, chillé de dolor en el acto pero mi miedo era todavía más grande que el dolor físico que sentía, levanté mivmirada y fue entonces cuando comprendi que quien estaba agarrándome era esa misma niña del espejo, su rostro parecía demasiado angelical para ser maligna o uno de ellos, y cuando hablo de ellos quiero decir de las visiones que sólo yo puedo ver... Hablo de... ¿Los fantasmas? 

Realmente nunca me preocupé por darle un nombre a las malévolas presencias que me atormentaban. Esta niña me miraba sin expresión alguna, en su rostro no pude ver ni tristeza, ni felicidad, ni dolor, ni ninguna otra emoción.

Sus ojos eran negros en su totalidad, y me refiero a que incluso la parte que normalmente debería ser blanca estaba oscurecida en un tono más negro que la sombras. Yo estaba petrificada, aterrada, asustada, y cualquier otro sinónimo de la palabra, una lágrima se asomaba desde mis ojos, quise gritar pero me di cuenta de que no podía hacerlo, era como si mis labios estuvieran sellados, quise moverme pero tampoco podía hacerlo, mi cuerpo estaba inmovilizado por una fuerza sobrenatural. 

Lo único que pude hacer fue soltar las lágrimas, "no me hagas daño," "¿qué quieren de mi?" pensé, ya que hablar no podía. Desvié la mirada y vi alrededor mil sombras que atestaban el lugar, eran siluetas de cuerpos pasando fugazmente como un soplo "Suéltame" pensé nuevamente mirando a la espectro que tenía al frente.

Hice sonidos de gemidos intentando gritar. Habían pasado demasiados segundos y ella todavía estaba agarrándome del brazo de forma muy dolorosa.

—No tomes lo que no te pertenece.—me susurró una voz maliciosa y demoniaca —Sal de aquí.


Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora