Capítulo 24

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–¿Jorge? –dije llena de confusión–. ¿Qué haces aquí?

–Te estaba buscando y le seguí el rastro a Diego.

Casi no presté atención a las palabras de Jorge porqué bajé mi mirada al suelo y vi algo que me destrozó. A sus pies, a los pies de Jorge estaba el cuerpo inmóvil y ensangrentado de Diego y sobre el sofá en el que había estado sentada hace unas horas estaba el cuerpo absolutamente pálido sin vida de la gitana, pero ella no tenía ni una gota de sangre, solo estaba inmóvil y por supuesto muerta. A una prudente distancia de un par de metros más se encontraba Facundo de pie cerca de Jorge. Toda la escena me causaba escalofríos.

Volví mi mirada hasta Diego y noté que su cuello estaba desgarrado. El único culpable podía ser... Jorge. Corrí hasta Diego y me puse de rodillas sobre el suelo junto con su cuerpo muerto. Apoyé mi cabeza en su pecho y no me importó que su camisa estuviera manchada con sangre. Tres segundos más tarde solté a llorar. Mi llanto era fuerte y mis lágrimas mojaron todo el pecho de Diego, sentí todas las miradas puestas en mí.


–¡Jorge, asesinaste a Diego! –grité entre sollozos–. ¿Por qué Jorge? Tú sabías que no tengo a nadie más. Ya no tengo nada ni a nadie, estoy sola. De pronto sentí la cercanía del cuerpo de Jorge que me levantó del suelo tomándome como pudo con sus manos hasta que estuve de pie frente a él. Vi el rostro de Jorge adolorido y sufrido, su mirada me transmitía que algo lo estaba lastimando, algo lo estaba matando y desgarrando, parecía que sufría incluso más que yo. Sentí sus brazos rodearme segundos más tarde. Me apretaba con fuerza en un abrazo cálido.

–Jorge... –sollocé y hablé entre dientes–. ¿Por qué me hiciste esto?

–Perdóname –sonó su voz llena de dolor–. Deja de llorar, te lo ruego.

Me lo pidió como si de eso dependiera su vida, aunque su voz era firme me transmitía sufrimiento. Yo estaba entre sus brazos sin saber qué hacer, sólo quería llorar.

–¿Ahora qué voy a hacer yo sola? Si me mandan con mis tíos a Australia nunca te lo voy a
perdonar Jorge.

–Linda. No llores más, te lo estoy suplicando. Perdóname por favor. Yo no sabía lo importante que era él para ti. Pero te pido que dejes de llorar porque me estás destruyendo.

Era cierto. Yo veía el dolor en sus ojos, yo quería dejar de llorar desesperadamente cuando vi a Jorge en ese estado, él parecía sufrir más que yo, me lo estaba rogando, me suplicó que yo dejara de llorar pero yo no podía hacerlo, tenía demasiadas cosas en la cabeza. Sentí rencor hacia Jorge por haber asesinado a Diego, sentía dolor por la pérdida de Diego y aquel terrible miedo de volver a estar sola me acechaba, y además me sentía terriblemente culpable por el estado de Jorge, sentía como que si ahora era yo quien le estaba haciendo mucho daño, y hacerle daño me ponía todavía peor, lo único que hacía era llorar y llorar como loca pero sabía que debía detenerme si no quería ver a Jorge a punto del colapso.

–Pero, Jorge, no puedo –me refería a que no podía parar de llorar.

Luego él dejó de abrazarme para tomar mi rostro con sus dos manos y me miró fijamente. No pude con eso, lo vi devastado.

–Te lo pido, no llores mas, no sabes cómo me siento, me duele verte llorar, me duele mucho, me está matando te lo juro.

Un brillo cristalizado humedecía sus ojos, era como si Jorge estuviera a punto de llorar. Fue horrible sentirse culpable de que él estuviera así. Ver a Jorge tan desesperado me dolía tanto y me hacía sentir tan culpable que con todo el dolor del mundo y con un increíble nudo en la garganta intenté parar de llorar para no tener que verlo más de ese modo. Lo intenté con desespero, contuve el llanto pero las lágrimas no dejaban de chorrearse solas. Jorge solo seguía mirándome del mismo modo con sus suaves manos tocando mi rostro.

–Perdóname –susurró Jorge.

Todos miraban perplejos, todos posaban sus ojos en Jorge y en mí. Yo asentí con la cabeza. Aproximadamente unos seis minutos después contuve las lágrimas como pude. No soporté ver un segundo más a Jorge tan adolorido. Increíblemente todos estaban enmudecidos, la sorpresa en la cara de todos era notable. Jorge seguía mirándome a los ojos con gran alivio cuando vio que yo paraba las lágrimas, estaba tan cerca de mí que podía oler su aroma y de cerca lo veía incluso más perfecto.

–Cada lágrima que ella llore serán puñaladas para su corazón. Cada gota de sangre que ella derrame será su destrucción –se escuchó decir en voz baja a Hashton–. Es la maldición. Jorge, ¿tú la amas? ¿Estás enamorado de ella?- Jorge miró a Hashton con los ojos entrecerrados, no contestó ni dijo nada.

–¿Qué es lo que está sucediendo? –gruñó Ruggero, hablando por primera vez desde que llegamos a aquel lugar.

– Rugge, no lo mates –le dijo Hashton.

- Él es mi hermano, también es mortal.

–Pero es un demonio –dijo Ruggero. La confusión me invadió.

–Tengo que llevarme el alma del chico antes de que su espíritu se escape –dijo Facundo. Yo casi había olvidado que seguía allí.

–¡Noo! –dije volviendo a arrodillarme a un lado de Diego y cuidándome de no llorar.

–¿No hay algo que pueda hacer? –masculló Hashton–. Quizás pueda curarlo, yo puedo...

–Ya está muerto –interrumpió la voz de Facundo–. Ya no puedes hacer nada.

–¿Y ella...? –pregunté refiriéndome a Savannah que seguía sin vida sobre el sofá.

–Pregúntale a tu Jorge –me contestó.




Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora