Capítulo 36

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No llevaba camisa y su pecho también estaba cubierto de heridas de rasguños.

-¡Jorge! -exclamé, mi voz sonó terrible, entrecortada por el terror y la confusión-. Mi Jorge .

Quise levantarme pero mi cuerpo estaba tan adolorido que no lo logré, así que caminé sobre mis rodillas y llegué hasta Jorge casi arrastrándome.

-Jorge estás... -dije sin poder terminar la frase y poniendo mis manos en su cara.

-Tranquila -me interrumpió él-. Yo estoy perfectamente.

Realmente no aparentaba estar tan bien como decía, parecía débil y lastimado, sin fuerza y vulnerable a cualquier cosa.

-¿Qué sucedió? -pregunté confusa.

-¿Tú te encuentras bien? -Jorge ignoró mi pregunta haciéndome otra pregunta-. ¿Cómo te sientes?

-Estoy bien -mentí.

-Los demonios nos atraparon -respondió él a mi anterior pregunta-. Pero no te preocupes, te sacaré de aquí, en cuanto logre zafarme de estas cadenas voy a matar a todos esos sucios.

-¿Cuánto tiempo llevamos aquí? -pregunté.

-Dos días.

-¿Te han hecho daño?

-Ya te dije que yo estoy estupendamente bien -me contestó Jorge.

De pronto ambos nos paralizamos cuando escuchamos unas voces que conversaban acercándose.

- Martina, aléjate de mí -me susurró Jorge -. Hazme caso, ve a tu lugar.

Sin poder comprender nada obedecí a Jorge y me alejé con mucho mas esfuerzo en moverme hasta el lugar donde estaba antes.

Dos hombres vestidos en negro entraron a la habitación aquella, uno de ellos era el hombre moreno de aquel día en el internado, el otro tipo era desconocido para mi, era un tipo algo fortachón y en muy buena forma, tenía algunos cabellos grises que lo envejecían pero su rostro era firme y de facciones bastante definidas, ni una sola arruga ni marca de expresión deshacían la firmeza de su rostro, no parecía muy joven pero tampoco muy viejo. 

Sonrieron al verme cuando entraron, me observaban con malicia.

-Que linda, la niñita ya despertó de su siesta -dijo el chico moreno.

Luego ambos posaron sus ojos en Jorge, que los fulminaba con la mirada.

-¿Ya te has decidido, Jorge? -le lanzó la pregunta el hombre más mayor.

-Sí -contestó Jorge -. Estoy con ustedes, yo asesinaré a Martina.

-A ver, jovencito... ¿Qué te hizo cambiar de opinión? -cuestionó el hombre de grises cabellos.

-¿De verdad cree que Jorge Blanco iba a detenerse por una niñita? -respondió el mismo Jorge -. No soy de esa clase, es muy linda, pero tampoco hay que exagerar.

-No te creo nada, en absoluto -replicó otra vez el hombre-. ¿Crees que soy idiota?

-No lo sé -contestó Jorge -. Ya debería saber quién soy yo. ¿No ha escuchado que los demonios no decimos mentiras?

-Sabes muy bien que ésa es la más grande de las mentiras. ¿Que no decimos mentiras? Por favor -dijo con ironía el chico más joven.

-Cállate, John -le ordenó el otro hombre.

-Lo siento, Sr. West -se disculpó el joven moreno llamado John.

-¿Cómo sé que no estás mintiendo? -preguntó el Sr West a Jorge.

-Simple -contestó Jorge-. Te doy mi palabra. Tú decides si creerme o no, anciano. O bueno, quizás ustedes mismos puedan asesinarla si prefieren hacerlo sin mí. ¿No se supone que
eres muy poderoso, William West?

-John, quítale los grilletes al muchacho -ordenó ese William West.

En seguida John obedeció y sacó una llave de sus bolsillos para desatar a Jorge. Él se puso de pie firme como una roca en cuanto soltaron sus ataduras.

-Demuéstrame que puedes hacerle daño -dijo el Sr West y le mostró a Jorge un pequeño
cuchillo que brillaba reluciente-. Toma. Quiero que la lastimes, pero no la asesines aún.

Jorge tomó en sus manos con perfecta experiencia aquella arma y la miró con los ojos brillantes.
Mi corazón palpitaba desesperado y bombeaba sangre muchas veces más rápido.

El hermoso Jorge empezó a acercarse hasta mí dando pasos lentos y atemorizantes. Se puso de rodillas para estar a mi altura y mi respiración se alteró, él me miró directo a los ojos y yo
me hipnoticé de tal manera con su mirada que aguardaba paciente a que Jorge me atacara, apoyó el arma en mi cuello, se sentía el frio metal rozándome con cautela, Jorge me acarició el cuerpo con el arma como si fuera un asesino psicópata.

-Dile que no te importa -dijo el Sr West-. Hazla sufrir.

Cuando Jorge escuchó esto entrecerró los ojos y mantuvo fija su mirada en mí.

- Martina, tú no me importas -me aseguró-. Yo te engañe todo este tiempo, solo quería tu
alma. Ahora morirás sin piedad, linda.

-Perfecto -lo felicitó William-. Ahora desgarra su rostro. Lastímala.

La mano de Jorge empezó a temblar cuando me tocaba levemente con la daga, solo lo vi cerrar los ojos y apretarlos con fuerza con una mueca de dolor. Me sobresalté cuando repentinamente Jorge de un salto se volvió en contra de William y se lanzó sobre él. Jorge había estado actuando, yo confiaba tanto en él que ni siquiera me pasó por la cabeza que de verdad yo estaba en peligro.

-Miserable -gritó Jorge lanzado en el suelo encima de William intentando clavarle la daga pero este tenía la muñeca de Jorge atrapada entre sus dedos inmovilizando la mano de Jorge. Mi esfuerzo por intentar levantarme fue inútil ya que no solo estaba demasiado adolorida para correr sino que John corrió hacia a mí atrapándome inmediatamente. Jorge vaciló volteando a verme, lo que provocó que William lo empujara lanzándolo lejos y haciendo que el pobre Jorge se golpeara con fuerza contra una pared y cayendo de forma ruda en el suelo. Unas quince personas más aproximadamente entraron a la habitación de todas partes, entraron del techo, de las ventanas, de las puertas y nos rodearon a mí, que seguía en atrapada por John, y también a Jorge que yacía en suelo golpeado. 

-Lo sabía -dijo William West poniéndose ágilmente de pie-. Tú eres un débil, Jorge, un
traicionero, un descendiente de ángel, un sangre azul, un principito enamorado.




Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora