Capítulo 23

1.2K 99 7
                                    

-Y, ¿tú? ¿Quién eres? -escuché decir a Hashton-. ¿Cuál es tu nombre?

Su voz era tan amable, tan suave, tan perfecta que me hacía perderme en mi imaginación y en mis fantasías. ¿Mi nombre? Me pregunté. Ahhh sí.

-Martina -recordé-. Me llamo Martina Stoessel , pero me dicen Tini.

-Bonito nombre -dijo mirándome con esos ojos extremadamente hermosos. Me perdí mirándolo. Me hacía creer que tenía a Jorge al frente, incluso sentía que lo extrañaba menos, como si Hashton hubiese sustituido su persona y la ausencia de Jorge era menos noble con semejante belleza de hermano gemelo, o clon exacto de frente a mí.

-Son tan iguales -dije examinando cada pequeño y mínimo detalle de su belleza y sin disimular.

-Y tú eres tan hermosa -su mirada emanaba una ternura indescriptible y una sonrisa dulce se curvaba en la comisura de sus labios. Me hubiese encantado que fuera Jorge el que lo hubiera dicho. Aunque Hashton era físicamente la copia de Jorge, o Jorge quizá era la copia de Hashton, eso no puedo saberlo, de todas formas nunca serían iguales en otra cosa que no fuera su exterior, los dos eran maravillosos pero sin duda diferentes y mucho. 

Las pocas veces que Hashton hizo contacto físico conmigo la sensación llenaba un vacio, era algo especial y celestial por supuesto pero con Jorge era diferente pero todavía más especial, sentía esa atracción que me hacía perder la cabeza, una atracción fuera de los límites de lo natural, lo deseaba y lo quería, lo necesitaba, cada contacto me llevaba hasta las estrellas, su sola presencia me hacia tambalearme, lo describiría como un Dios pero realmente era todo lo contrario, era un demonio. 

Debería ser un pecado que existan demonios tan perfectos, ¿cómo evitas amar a chicos demonios perfectos como el cielo y el universo? Y ahí estaba Hashton confesándome que le parecía hermosa. Me sentí alagada y linda, ahora dos chicos igual de perfectos me habían dicho que era hermosa y a mí me resultaba encantador y con sinceridad puedo decir que levantaba mi autoestima lo suficiente. Mis mejillas ardieron un poco y supe que probablemente estaba súper sonrojada. Tanto que bajé mi mirada hasta mis zapatos y los examiné sin interés. Él esperaba que algo pasara, tal vez que yo hiciera algún movimiento o dijera algo pero todo quedó a medio silencio. Aún podía escuchar el sonido a unas pocas calles de distancia de las sirenas de los camiones de bomberos.


-Vamos -rompió con el silencio Hashton-. Vamos a buscar a tu amigo.

Yo asentí con la cabeza aún mirando hacia el suelo y con el rostro enrojecido como la misma sangre. Caminamos a lo largo de esa calle y yo recordé algo

-¿Si no me iba a morir por qué estaba Facundo ahí? -Yo creí que las palabras no habían salido de mi mente pero de pronto me escuché decirlo en voz alta. Seguidamente vi como Hashton dejó de mover los pies para quedarse plantado en el suelo dejando de caminar. Quise con curiosidad ver su rostro.

-Parece que estás bastante informada. Más de lo que imaginé -Hashton parpadeaba muy seguido-. ¿Mi hermano te ha contado todo esto?

-¿Qué todo esto? -pregunté-. ¿Lo de Facundo?

-Sí y... Te dijo que era un demonio. ¿Y cómo puedes ver a Facundo? Los humanos no ven a la Parca.
Guardé extremo silencio y Hashton comprendió que yo no iba a decir nada.

-Facundo esperaba por tu alma -continuó Hashton-. Sí ibas a morir, pero yo te salvé. Recuérdalo.
Hashton continuó caminando y yo lo seguí. Al cruzar la esquina vi la calle atestada de gente, varios camiones de bomberos estacionados frente al edificio del hotel que ahora ya no estaba prendido en fuego pero de sus ventanas salía un espeso humo gris oscuro.

-Ella se quedó dentro -vi a Rugge discutiendo con un par de policías-. Mi amiga está dentro, debo ir a buscarla.

-Nadie puede entrar al lugar todavía -replicó el oficial-. Ya se lo dije, no dejaremos entrar a nadie.

Ruggero pareció darse por vencido y con cierta molestia paso sus manos por su cabello en gesto de preocupación.

En seguida me lancé a correr hasta él y Hashton me venía siguiendo. Cuando estuve detrás de Rugge toqué su hombro para llamar su atención. Él giró y al verme vi su rostro iluminado lleno de alivio. Antes de hablar o decir cualquier cosa me dedicó un abrazo amistoso.

-Tiniitaaaa-dijo Ruggero con cierta felicidad que lo hacía ver radiante-. Qué bueno que estás bien. ¿Cómo lograste salir de ahí?

-Él me ayudo -dije mostrándole a Hashton que seguía detrás de mí-. Él fue quien salvó mi vida. Paré de hablar cuando noté la forma en que los dos chicos se miraron.

-¿Hashton? -preguntó Ruggero. Qué pequeño es el mundo, pensé. Ahora resulta que estos dos también se conocían-. Hashton, cuánto tiempo ha pasado, me alegro mucho de verte.-Los chicos se abrazaron cariñosamente como si fueran los mejores amigos de toda la vida.

-¿De dónde se conocen? -lancé la pregunta en voz alta con plena curiosidad. Ambos chicos voltearon a verme.

-Crecimos juntos -dijo Hashton sonriéndome con cariño. Los jóvenes y apuestos muchachos comenzaron a hablar con gran interés, supuse que debían estar poniéndose al tanto de lo que había sucedido con sus vidas desde que no se veían porque nada de lo que ellos hablaban era para mí entendible.

-Hay que ir a buscar entonces a Diego -empezó a decirme Rugge-. Nos quedamos sin hospedaje, sin ropa, sin papeles. Todo se debe de haber quemado.

¡Tremenda preocupación! Al menos Diego siempre cargaba el dinero consigo y por eso no teníamos que preocuparnos. Y pues todavía me dolía que la ropa que Ruggero me regalo estaría quemada y nuevamente tendría que andar con la misma y única ropa que cargaba, jeans azul oscuro, Converse y una camisa de mangas largas con botones y con estampado de cuadros en color rojo fuerte. Y por otro lado seguramente lo de los papeles y la documentación, eso podría resolverlo Diego. Volvimos a casa de la gitana Savannah, Hashton nos acompañó y yo casi fui ignorada todo el camino mientras los dos muchachos hablaban de cosas de su vida que me hubieran interesado de no ser porque estaba colgada recordando a Jorge con un terrible dolor en el pecho.

 Lo necesitaba, me sentía increíblemente mal estando sin él, incluso cuando había un joven idéntico a mi lado. Desde afuera de la casa no se veía ni una mínima luz que saliera de las ventanas. Rugge iba a tocar el timbre de la casa pero al notar que la puerta estaba abierta entramos sin pedir permiso a nadie. Había una oscuridad mortal. El silencio abundaba en aquella casa. Me aferré a Hashton tomándolo del brazo para asegurarme de que no se fuera a ninguna parte y luego me dejara sola.


-Nos volvemos a ver -sonó la voz de Hashton pero yo no sentí que fue él quien habló-¿Qué tal te ha ido hermanito?

La voz no era la de Hashton, esa voz salió de un lugar más alejado de mí. Entonces comprendí que esa debía de ser la única voz igual a la de Hashton que yo conocía, era Jorge, con su tono amenazador de siempre. Las luces se encendieron tan repentinamente que mis ojos ardieron por el repentino cambio de la dilatación de mi pupila. Bajo la luz chillona y blanca del bombillo vi a Ruggero aún con su mano puesta en el interruptor de encendido y apagado de la luz, y además de eso contemplé la mirada llena de furia que se lanzaban los dos hermosos y perfectos hermanos. 

Jorge lucia tan maravilloso y guapo como siempre, aunque su mirada estaba casi llena de odio sus ojos aún me parecían espectacularmente deslumbrantes. Frente a él a unos dos metros de distancia estaba Hashton a mi lado y yo aferrada a su musculoso brazo todavía. Con cierta vergüenza solté el brazo de Hashton. Ver a Jorge y a Jorge juntos era impresionante, es demasiada perfección junta, era como imposible amar a uno más que al otro cuando veías lo exactamente iguales que eran.


-¿Jorge? -dije llena de confusión-. ¿Qué haces aquí?

 



Enamorada de un Demonio (a d a p t a d a)「 J o r t i n i 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora