7. Hace ya algunos años...

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Antes

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Antes

Había un gato negro en la sepultura.

Y no era cualquier gato, era su gato y estaba en su cementerio.

¿Cómo había llegado allí?

-¿Greg?-dijo ella mientras miraba extrañada a su mascota-¿Qué haces aquí? Ven aquí, no entiendo... ¿Me seguiste, gato perezoso?

Caro, la chica de los ojos tristes tomó a Greg por el lomo para cargarlo pero este, tras un maullido agudo saltó de sus brazos al suelo.

-¡Auch!-se quejó, Greg le había arañado el brazo-¡Bien! Haz lo que quieras.

Caro miró a su gato recelosa, jamás le había rasguñado.

Greg era su único amigo y no comprendía porque le había hecho daño. El gato negro dio una vuelta de la sepultura y meneó su cola mientras volvía a subir. Caro volteó el rostro indignado.

-¿Greg?-preguntó un voz a sus espaldas, una voz suave, ronca, profunda-¿Ese es su nombre?

Del otro lado del ángel agonizante, estaba Step, quien con sus largos, pálidos y cadavéricos dedos cepillaba el pelaje de su gato. Caro lo miró, la última vez que lo vio fue la semana pasada y aquella vez él lucía triste, lucía enfermo de nostalgia sin en cambio, aquella vez parecía más calmado.

-¿Estás bien?-le preguntó. Ella lo observó algo impresionada, no esperaba que le preguntará algo así.

Asintió.

Si bien Caro había regresado para verlo, eso había sido hace una semana. Por alguna extraña razón había tenido la esperanza de volverlo a encontrar deambulando, pero todas aquellas ocasiones Step nunca apareció.

Pero ahora ahí estaba. Delante de ella, vestido con sus ropas negras que parecían de hace tantos años, con su palidez que brillaba con fuerza a la luz nocturna, sus ojos apagados y su semblante lleno de tristeza. La curiosidad le llenó de golpe y antes de que se formulará si era correcto o no preguntar sobre ello habló por inercia:

-¿Cómo moriste Stephané?-Caro esperó que su pregunta le hiciera desaparecer, espero ver enojo en su rostro por entrometerse en cosas que nadie le llamaba, pero se sorprendió por segunda vez cuando al observar el pálido rostro de aquel chico, no encontró nada más que una inmensa y profunda tristeza.

Step suspiró mientras sus ojos se desviaban hacia la luna, parecía recordar algo. Como si la luna le estuviera susurrando recuerdos y en sus pupilas pudieses ver tantísima nostalgia que no llorar al verlo, fuera imposible.

Había algo en ese chico que te hacía dudar si alguna vez estuvo vivo o si perteneció desde siempre entre nombres olvidados y gélidos fantasmas, había tanto dolor y tanta desesperación en él que te hacía imposible verlo mucho tiempo sin que se te rompiera el corazón.

El silencio volvió a reinar sobre la tierra de los muertos y tras segundos el chico volvió su descolorida mirada hacía la chica del camisón roto.

- Me asesinaron.

-¿Lo recuerdas?

Stephanè la miró de arriba abajo ¿lo hacía? ¿Lo recordaba? -No realmente.

-¿Step?-le preguntó en un susurró, el chico de aspecto fantasmagórico la miró.- ¿Desde hace cuánto tiempo estás aquí?

-No lo sé-le respondió, de pronto ella lo comprendió . Quizá no fue una buena idea venir– Hace ya algunos años.

– No lo recuerdas.

No lo hacía, o más bien no quería recordarlo.

¿Por qué Stephané no podía irse? ¿Por qué aún seguía varado en este mundo después de tantos años?

-Quisiera irme-le dijo en un susurro, ella lo observó con algo de miedo. Quizá por qué no quiere que se marche tan pronto.-Quisiera desaparecer de una vez. Hay tanto dolor... Hay... Tantísimo dolor.

Y le creyó.

Caro le creyó, sólo tenía que ver su rostro. La manera en la que cierra los ojos, el anhelo de su mirada, sus facciones desesperadas, su postura enferma y cansada. Su voz... Su voz temblorosa y nostálgica.

Hay tantísimo dolor y no sabe cómo pararlo. Ella quisiera pararlo.

¿Pero cómo?

- Te ayudaré-le dijo. Y su voz denotó confianza una que no poseía de diario, una que debió haberse guardado. Step la miró incrédulo–Te ayudaré a partir.

-¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres?

-Nada...

-¡Mientes! ¿¡Porqué me mientes?! ¡Todos quieren algo al final! ¿Porqué tú no?

Sí, ¿Por qué ella no? Pero la pregunta quedó en el aire, en medio de dos ojos cansados, a mitad de la penumbra.

-Sólo quería ayudar...

-No necesito tu ayuda-dijo él con la voz de hielo. Un infierno frío y solitario como el reino de de los muertos, Step alejó su mirada con repudio– y vete de una vez. No quiero verte por aquí de nuevo.

Pero Caro no pareció reaccionar a su rabia, era como si aquella voz la hubiera anclado al asfalto, como si su mirada helada la hubiese atravesado como un cuchillo.

-Dije, ¡VETE!

Y una lágrima se le resbaló de su mejilla, ella asustada decidió dar media vuelta sin decir una palabra y se marchó saltando entre las sepulturas y lápidas rotas.

Esto no debió terminar así.

Stephané, que la veía desde su sepultura alejándose de él, se desarmó en el asfalto. Estaba cansado, triste y abatido.

No podía confiar en nadie, muchos le había traicionado. ¿Por qué ella debía de ser diferente? Nadie de ellos lo era. No, ni siquiera esa chica...

Ya había pasado una vez, antes cuando este Cementerio no estaba olvidado. Había pasado una vez hace mucho tiempo y no había resultado bien.

¿Por qué debía hacerlo ahora?

Y mientras él se autoconsolaba con sus palabras llenas de dagas, observó a su única amiga. La luna.

El pecho de pronto se sintió más pesado, más débil y más frágil.

Y de nuevo tuvo la certeza de que volvía a estar solo. Como hace ya, tantísimos años...

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora