47. Las sombras del bosque

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Antes

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Antes

La noche era más terrible cuando se volvía silenciosa. En mitad del enorme bosque hay una llama que lo ilumina escasamente. Y en él, cinco chichos habían rodeado la minúscula fogata que hace poco construyeron.

Samuel Castillo trataba de leer el mapa que Verónica le había prestado, hace poco le había enseñado a utilizarlo pero aún no estaba familiarizado con las líneas que lo delimitaban. Por otra parte la chica se encontraba a su lado, mirando al chico pecoso con timidez y vergüenza, Vero podía escuchar a su corazón bombear con fuerza una y otra y otra vez.

–Dios– dijo el chico mientras se acercaba el mapa a los ojos debido a la escasa luz que había– esto es imposible.

– Así– dijo ella corrigiéndole la posición del arrugado y desgastado papel– Lo estabas leyendo mal...

Él le sonrió en agradecimiento mientras se relamía los labios que los tenía quebrados y resecos por la falta de hidratación.

– Gracias Vero– Ella se limitó a asentir aún con las mejillas encendidas.

Mariana que los veía desde el otro extremo rodó los ojos irónicamente, todo el mundo para este punto ya se había dado cuenta de que aquella muchacha sólo estaba ahí por Sam hasta estaba segura que él mismo lo sabía, pero también sabía porque no se alejaba.

Ella era la única que sabía leer mapas...

Ella era la única que bien podría encontrar a Carolina.

– Deberías dejar de espiarlos– comentó por lo bajo Sebastián quién se había quitado los anteojos porque se había roto un lente caminando, Mariana apartó la mirada ofendida.

– No los espiaba– sentenció. Sebastián suspiró cansado, en su regazo dormía plácidamente una chica con el cabello castaño más largo y oscuro que alguna vez había visto. Alondra se volvió a acomodar en sus piernas, donde descansaba su cabeza, y gruñó en sueños, Sebastián le acarició una mejilla apartándole de su rostro el cabello que le estorbaba luego le sonrió con ternura.

– Deberías decirle que te gusta– dijo Mariana quien había estado atenta a los movimientos del muchacho– ¿No eras tú el que siempre decía ser honesto?

Sebastián no le respondió ni tampoco dejó de mirar a la chica.

Era verdad, le gustaba y ante ese descubrimiento se había sentido feliz y nostálgico, porque Sebastián Montoya nunca se había enamorado y era una total desgracia que lo haya hecho bajo estas circunstancias. Era una total catástrofe sentir amor por alguien que a penas si se enteraba de su presencia.

Mariana apartó la vista cuando notó que el chico jamás le iba a responder a sus preguntas. Se sintió intrusa entre ellos, todos tenían algo de fuerza menor o mayor, que los retenía ahí.

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora