Antes
Dime la verdad ¿Alguna vez, te has sentido sola entre tanta gente?
Verónica, siempre se había sentido de esa manera. Siempre había sentido un peso en el pecho que le impedía respirar. Siempre había sentido que había nacido antes de tiempo o quizá mucho después...
Verónica había sido la última de seis hermanos, había sido también la última de la lista y también había sido la última en besar a un chico. Esto último podría ser causa de leer millones de libros. Desde que tuvo uso de razón las páginas y las letras siempre habían sido la única escapatoria de la vida real, y como no, si cada vez que llegaba a casa sus padres no estaban.
Si alguna vez aparecían, el infierno en su vida se hacía aun más insoportable. Su padre consumiéndose en alcohol y su madre desvaneciéndose en el trabajo. Sus hermanos todos más grandes que ella, estudiando y otros tanto ignorando (a su forma) la vida.
Era difícil creer que en una casa tan pequeña como la de Verónica y con una familia de ocho personas al llegar a casa no encontrarás mas que una chica flacucha, de cabello tan oscuro como el fondo de sus ojos.
Pero habían cosas peores, eso lo sabía a la perfección. Cada vez que Vero se sentía triste y sola pensaba que, al menos había comida, al menos tenía un techo, tenía estudios y tenía, a medias, una familia. Cada vez que las olas del silencio inundaban la casa, ella se sumergía en las letras de libros de segunda mano, de cuadernos de la biblioteca, de sus propios pensamientos.
Así era la vida de Verónica, siempre en segundo plazo o al menos hasta que lo conoció.
Aquella tarde Vero había salido temprano de clases. Sin embargo, había tenido que bajar las escaleras hasta la primaria de Oscar, el hijo de los Castillo, es decir el niño del cual era niñera. Era de esperarse que, con hermanos independientes Vero tuviese que encontrar la manera de llevar algo de plata a la casa, por eso mismo se hacía de varios trabajos de medio tiempo, entre ellos estaba Oscar.
La academia de las Rosas era la única escuela privada de todo el pueblo, era un edificio tan antiguo como el mismo lugar, con múltiples escaleras y patios... Ahí estudiaba Verónica, con una beca completa debido a sus notas que era el único esfuerzo que le había salido bien y sí, quizá la colegiatura corría en manos del colegio, pero los libros, el uniforme y lo demás salían del sudor de su frente.
Del otro lado de la enorme cancha de fútbol un niño de doce años la saludó efusivamente con una mano, Vero le sonrió. Era un niño tan dulce, tan inocente, tan ingenuo...
Esa era la realidad. Oscar era la viva imagen de la pureza, era un ciego total por ser tan joven, aún no se había dado cuenta del mundo gris y soso que le rodeaba. Vero en su mundo pobre y escaso supo que la soledad se presentaba de muchas maneras, uno puede estar rodeado de personas y sin embargo no sentirse acompañada y luego estaba el tipo de soledad de Óscar.
ESTÁS LEYENDO
El Chico del Cementerio
ParanormalHay seis chicos perdidos en el bosque. Tú eres uno de ellos. #FloresMarchitas