32. El peso de la espera.

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5 de mayo, 1862

              Los tambores no dejaron de sonar toda la madrugada. Un campo lleno de armas y de rezos en un idioma extraño se extendían en las carpas de colores azul, blanco y rojo. Las plegarias a un Dios que en aquella época era más un juez que un padre salvador se alzaban en un canto siniestro.

Stephanè Moulian tenía entonces veintiún años, con la mirada cansada y el cuerpo magullado siguió los pasos del padre de su comprometida. El capitán Favre lucía tan agotado como él y sin embargo a pesar de su rostro contrariado aún se encontraba con la postura recta que todo buen soldado debía conservar.

Atravesaron varias multitudes de hombres que se reunían en su última noche con vida, algunos cerca de fogatas y otros más bebiendo entre camaradas. Stephanè se sintió perdido, fuera de lugar, si bien esta iba ser su última noche lo menos que quería era estar rodeado de extraños.

– General Jouvet– dijo Favre, delante de ellos había un hombre joven, quizá dos o tres años más grande que Step, tenía puesto el sombrero emplumado y en el pecho llevaba toda una fila de medallas condecoradas, sin duda era una persona de rango. El joven los miró con una ceja alzada, como si los evaluará y en cuanto vio al capitán se le dibujó una sonrisa cínica en el rostro.

– Capitán– habló en español con un marcado acento, Favre lo miró disgustado–¿A qué le debo el honor?

Stephanè se dio cuenta que aquellos dos no estaban en buenos términos ya que la pregunta del joven había sonado a más sarcasmo que honestidad.

–Général Lorencez– habló el hombre– a apporté des renforts, le jeune Moulian– dijo señalándole con la cabeza, el joven lo barrió con la mirada– ainsi que ses hommes rejoignent les rangs.

El general Jouvet largó una carcajada tremenda como si le hubiesen contado la mejor broma del año, luego miró con sorna al capitán que lo miraba con el ceño fruncido, notablemente enojado y por último miró a Stephané con la mirada brillosa.

– Me estás diciendo que, este saco de huesos– se refirió a Stephané  – ¿Va a unirse a las primeras filas?  

El rostro pálido del chico se volvió de piedra... ¿Qué acababa de decir? El joven general trato de ocultar su sonrisa lobuna, pero era claro que se burlaba de ellos, del capitán por su desesperado intento de hablarle en francés y de él por participar en la guerra.

–  Il est un ordre de Lorences– siguió empeñado, el capitán le dio una palmada en la espalda a Step indicandole dar un paso enfrente.– ne pas essayer de sous-estimer son mot garçon.

- ¡Claro que no!- explicó el muchacho mientras tomaba del brazo a Stephané y lo colocaba a su lado, el chico que no había pronunciado palabra miró a su futuro suegro con súplica en los ojos rogándole no dejarlo en ese lugar, sin embargo el capitán lo miró con lástima, obviando el hecho de su próxima fortuna y luego miró de nuevo a Jouvet que sonreía como si fuese un niño y le acabaran de entregar un nuevo juguete.

– Prends soin de lui , est un noble– dijo Favre mientras el agarre del general se intensificó.Step estuvo a punto de arrebatar su brazo si su mente no estuviese abrumada, estaba claro algo, le quedaban pocas horas de vida. – Ton père et moi vous rencontrer plus tard - dijo dirigiéndose a Stephané, quien lo miraba con los ojos abiertos y llenos de miedo- Ton votre cousine apportera vos hommes .– El muchacho asintió con consuelo, si al menos tenía a Bastian a su lado podía enfrentar esto con él y no sólo con esta gente extraña. – Pendant ce temps, obéit généraux , qui aident.

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora