35. La versión de los caídos

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1862, 5 de mayo

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1862, 5 de mayo

Cuando los cañones dieron inicio a la batalla Stephanè Moulian pudo sentir su alma salirse de su cuerpo. A su lado el general Jouvet dirigía con un brazo extendido las primeras filas, delante de ellos cinco jinetes ondeaban las Banderas de color rojo, blanco y azul.

Stephanè no se separó de ellos, al frente había al menos cinco hileras de casi cincuenta hombres y aquella magnitud hizo que el muchacho sintiera un poco de consuelo, pero solamente fue un momento porque cuando la batalla comenzó ese 5 de mayo a las once de la mañana ,toda esperanza se esfumó de él.

–¡Avance! - Dirigió el general, y entonces las primeras dos filas caminaron, delante de ellos cerca de doscientos hombres los interceptaron y el sonido de un cañón lo estremeció de golpe. Lo primero que sucedió fueron los terribles gritos de cuerpos partidos a la mitad, lo segundo fue la apabullante cantidad con la que los fusiles resonaban por toda la explanada. Step notó que los franceses tenían planes estratégicos ya que a pesar de ver la masacre a sus compañeros los demás soldados restantes en la fila no se movieron, luego estaban los liberales, Step reconoció fácilmente a los soldados de Zaragoza, muchos de ellos eran indígenas de la región y se abalanzaron contra los franceses sin estructura pero con determinación, lo más aterrador quizá no fue ver cientos de cadáveres sino notar con qué facilidad caían las primeras filas– ¡Soldats avancent!

Las últimas filas delante de ellos corrieron al campo mientras los cañones no dejaban de lanzar por los aires a hombres, tierra y sangre. No lo pudo evitar Stephanè se sintió enfermo por tanta crueldad detrás de las banderas, el chico miró sobre su hombres más detrás de esas filas el campamento resguardaba en lo alto a sus dirigentes, aquello era obvio, el apellido de su familia no alcanzaba más que para esconderse tras los caballos.

Su vista volvió a la batalla, donde hombres inocentes, niños y ancianos se los llevaba la muerte. Step trató de identificar a alguien de su régimen, quien fuese: hombres del pueblo, su padre, el capitán Favre, Bastian... Pero era imposible seguir la mirada aquella batalla donde sea balanceaba unos contra otros era imposible distinguir quién era quién. A su lado el general Jouvet sudaba aún sin bajar la guardia, el sol sobre ellos estaba en su punto, Step notó como sus palmas se volvía puños alrededor de las correas de su caballo, estaba nervioso y él aterrado porque aún con sincronización los otros parecían expertos en el terreno y las últimas tres filas cayeron en cuestión de minutos.

Jouvet alzó la mirada a sus superiores y con el corazón él boca notó la mirada de su general sobre él que, con un gesto de boca le indicó que era su turno. El joven general torció el gesto y miró a sus hombres los que aún estaban con vida y los que ya habían fallecido, tragó saliva y se encomendó al cielo.

– ¡Soldats!– sus hombres lo miraron, Jouvet desenfundó su espada y con la vista fija en el horizonte tomó la delantera–¡ Attaque!

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora