30. Carolina

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Antes

Llevaba cerca de una hora buscándolo. Había recorrido aquel mausoleo ya tres veces, lo había llamado entre los árboles y recorrido gran parte del cementerio pero Stephanè, no había respondido ni aparecido ni una sola vez.

Estaba cansada, llevaba casi veinte horas sin dormir. Sus pies estaban lastimados y tenía un moretón enorme en la parte baja de su espalda y otro en su mejilla. Le dolía tanto el cuerpo que se avergonzaba de su aspecto ante los demás, pero con todo y esto ella no podía simplemente ignorar lo que había ocurrido hace algunos días en el bosque. Tenía que hablar con el chico, tenía que responderle todas sus preguntas.

Carolina caminó de nuevo, con una esperanza muy pequeña, hacía el lugar donde por primera vez habló con él. Ya había estado ahí antes, cuando recién llegó pero no lo había encontrado, pensó quizá era demasiado temprano pero ahora eran cerca de las tres de la madrugada y el ambiente era tan pesado como nunca lo había sentido antes, la paranoia de ser vigilada volvió mientras a lo lejos visualizaba la figura de yeso blanco, moldeado en un ángel llorando: La sepultura de Stephanè.

– ¿Stephanè?

Pero el silencio de los muertos fue su única respuesta. El gélido viento de otoño le erizó la piel.

–¿Stephanè?– repitió. Con las piernas temblando decidió caminar hasta quedar en frente de aquel imponente ángel que lloraba sin consolación y si alguna vez Carolina se había sentido en casa en medio de las sepulturas, en ese instante se sintió sola, pérdida y temerosa– ¿Stephanè? ¿Estás aquí? ¿Step?

¿Por qué había venido?

¿Por qué estaba ahí desde un principio?

– ¿Caro?...

El miedo la hizo encogerse en su lugar, aquella voz no la reconocía, aquella voz sin duda no era de Stephanè.

–¿Carolina?

Con un terror que le invadió en cada célula de su cuerpo, corrió a esconderse detrás de aquella sepultura. Los pasos de alguien se escuchaban cerca y entonces recordó que los muertos eran silenciosos...

¿Quién la había seguido?

Con inseguridad la chica de ojos tristes levantó  la mirada de la lápida y detrás de ella había un chico con la cara llena de pecas.

–¿Carolina?– Sam estaba de pie mirándola sorprendido, tenía ropa deportiva y el cabello revuelto, Caro también lo miró con sorpresa ¿Qué estaba haciendo ahí? – ¿ Por qué estás escondida ahí?

Anonada por su presencia salió de su escondite mirándolo al rostro, Sam lucía más que sorprendido, extrañado. Debajo de sus ojos unas ojeras prominentes le invadían el rostro. – ¿Qué haces aquí?

– Yo digo lo mismo– replicó el chico, con paso seguro atravesó el trecho que los dividía y la tomó por los hombros– ¿Qué haces aquí Carolina? ¿Qué haces en mitad de la noche en el cementerio?

Un estruendo se escuchó del cielo y de repente una ligera llovizna cayó en sus cabeza, Caro se limpió algunas gotas que habían caído sobre su rostro. Tener a Sam en aquel lugar la dejó en shock, si bien Samuel le pertenecía al mundo real, para Caro él era su ancla, junto a All ellos eran su todo cuando la noche no caía, cuando el mundo real se estrellaba en su nariz, ellos eran sus pilares para no romperse. Tenerlo ahí junto a la tumbas, flores secas y mausoleos interminables era un choque de mundos. Él no debía estar ahí, no pertenecía a los somnámbulos, no pertenecía a la oscuridad.

– Tienes que irte– le dijo, el rostro del chico se ensombreció, claramente esa no era la respuesta que esperaba. Carolina notó que lo había herido, que sus secretos volvían a lastimarlos pero si Sam se quedaba corría peligro y aunque no quisiera reconocerlo en voz alta, Carolina estaba perdidamente enamorada de él– Por favor Sam, debes irte.

– ¿Por qué?– le respondió y su voz sonaba tan rota, tan lastimada que Caro tuvo que dejar de mirarlo– ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué siempre te guardas todo? ¡¿Por qué no me cuentas nunca nada?!

– Sam...

¿Pero qué le iba a decir?

"Sam,en realidad sí veo a fantasmas y cada medianoche vengo al cementerio para ayudar a uno. Ah por cierto, puede que también me esté enamorando de él"

–¿Quién es Stephanè?– No respondió, Sam suspiró con los ojos cerrados luciendo realmente cansado– Creo... Creo que debemos tomarnos un tiempo...

– ¿Qué? No, Sam yo...

– En serio Carolina– ella cerró la boca porque la mirada que recibió de él había sido tan fría como aquella noche– Necesito pensar, necesito pensar...

–¿Qué? ¿Qué es lo que tienes que pensar?– y lo dijo consiente de lo de desesperada que sonaba pero no le importó porque estaba perdiendo al único chico que la vio en realidad, que la rescató de la terrible soledad en la que se encontraba. Sam suspiró profundamente y la miró triste y agotado, todo le dolía porque antes de llegar del arduoso entrenamiento fue a su casa a buscarla y lo que encontró fue a ella huyendo entre la sombras a ese lugar, que si al principio no entendía porque se dirigía ahí, no supo que pensar cuando la escucho llamar a otro chico que no era él. Su corazón dolía, porque él la había defendido cuando todo mundo la insultaba, él había confiado en ella, pero Caro nunca se había sincerado con él, su amor era unilateral y eso dolía y mucho.

– Estoy cansado–dijo– Me voy a ir una semana con mis abuelos a la ciudad. Me voy este fin de semana, entonces cuando vuelva, quizá podamos hablar...

– Samuel, yo...

– Buenas noches Carolina.

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora