17. En lo desconocido.

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Presente

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Presente

Había cinco pares de ojos mirándola atentamente.

Delante de ellos estaba el pantano que engullía todo a su paso y All no podía dejar de oír voces a su alrededor que dictaminan su sentencia por ser culpable.

Pero, ¿Lo era?

—¿Por qué no nos cuentas a todos lo que pasó esa noche?– dijo Mariana que podía ser cruel, mucho más de lo que allá afuera de estos árboles era. Alondra la miró con odio.

—¿De qué estás hablando?– dijo Sam mirándolas a ambas con el ceño fruncido, era obvio que ninguno de los otros seguían la conversación.

—Hemos estado aquí tanto tiempo—Habló Mariana dándole la espalda y se dirigió a sus compañeros–¿No es verdad? ¿Cuánto tiempo hemos estado buscando en este maldito bosque una señal de Carolina?

Nadie le respondió y no por el hecho de darle la razón, sino más bien fue que con horror descubrieron que ya ni siquiera lo sabían.

¿Cuánto había pasado?
¿Había pasado un mes?
¿Habían pasado dos, seis?
¿Hace cuánto estaban perdidos?

—Todo este tiempo, hemos seguido caminando entre los árboles porque nos hicieron creer que era nuestra culpa. ¡Qué era nuestra maldita culpa, que ella se perdiera!

—Mariana...

—¡No Sam! ¡Basta!– Samuel dio un paso atrás, la mirada que poseía la chica perfecta estaba en el borde de un abismo — lo único que nos mantiene aquí, es creer que aún podemos encontrarla. Pero no es verdad, ¡Nunca la vamos a encontrar!— un gemido lastimero salió de la boca de Samuel, quien apartó la vista dolido de no poder más con la verdad—Y no lo vamos a hacer por una sola razón. Ella.

Su larga uña llena de tierra señaló a la muchacha de los cabellos oscuros como la noche que se encontraba hincada sobre la tierra mojada.

—No culpes a Alondra de lo que todos hicimos– la defendió Sebastián situándose en frente de ella, como un escudo soportando las espadas.

— Pero es que es eso Sebastián, ¡Ellas nos ha mentido a todos!

¿Ellas?

Se preguntaron todos al unísono.

—¿De qué estás hablando?–dijo Sam sujetándola de su brazo, Mariana le recriminó el acto brusco con la mirada pero Sam tenía el rostro lleno de furia y no tenía pensado soltarla hasta que ella hablara–¿A qué te refieras con ellas?

–¿Por qué no se lo preguntas ?–respondió acusando a Alondra quien se protegía los oídos con las dos manos, Sebastián como acto de reflejo se situó a su lado protegiéndola de las miradas, Sam apretó lo dientes.

—Déjate de tus estúpidos juegos– Sam se volvió a Mariana quien apretaba los labios por la presión que le estaba provocando en el brazo, pero Él no mostró piedad al contrario su mano se enrolló sobre ella con mayor fuerza. —Dinos de qué demonios estás hablando.

—¿Quieres soltarme animal?- escupió a su rostro, pero Sam no la soltó— ya te dije que Alondra lo tiene que decir ¡Anda!- se dirigió a la chica de ojos perdidos– ¡Diles la verdad!

Las voces se fundieron en una sola.

La verdad, pero... ¿Cuál era la verdad?

"Creo que están perdidos" susurraron las voces.

"Creo que no se han dado cuenta"

"Creo que no saben dónde están"

—Cállense.

"Pobrecitos, no se han dado cuenta"

" Deberíamos decirles la verdad"

Pero la verdad era espantosa. La verdad era oscura, cruel e injusta.

¿Por qué seguían vagando por el bosque?

Quizá porque hay días en los que todos estamos perdidos en el fondo de los árboles  y por más que busquemos a nuestro alrededor, siempre será lo mismo.

"Deberían advertirles"
"Deberían saberlo"

El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora