Capítulo 7: Emma Puterson.

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Me quité la ropa. La sacudí. Me la puse de nuevo. La revise. Me la volví a quitar y luego la rasgué con las tijeras.

No había nota.

Me llevé una mano a la cabeza y sentí que estaba a punto de volver a desmayarme. Si los desmayos iban a ser tan constantes debería haber aprovechado y convertirme en anoréxica. Antes de que pudiera desvanecerme, escuché pasos en el corredor. Había alguien en casa.

Apoyé las manos sobre las tetas de Kim Kardashian y presioné mi oído contra la puerta. No escuché nada más, pero me asomé por el pasillo, que estaba oscuro y solitario. Me lo estaba imaginando todo. Sin pensármelo mucho, regresé al coche y me puse a revisar los asientos. La nota de Berton no estaba ahí. Solo pudo haberse caído en el instituto. Apoyé mi frente contra el volante y cerré los ojos. ¿Qué decía la nota? «Destruye este papel en cuanto lo hayas leído.» Lo que hice fue perderlo. En ese papel estaba mi nombre y el de Berton.

Y el de Hassan. Había subido del 2 al 9 de sopetón en la Escala de Imbécil.

—No puede ser. No puede ser. No puede ser —me repetía, dándome golpes contra el volante. No quería abrir los ojos; si lo hacía, debía regresar a la realidad, una donde estaba metida en problemas. La nota pudo haber sido leída, o pudieron haberla tirado sin más. Solo era un papel en el suelo, ¿por qué iba alguien a leerlo? Pero si, como Berton me había advertido, estaba siendo vigilada, alguien pudo estar atento a mis movimientos y enterarse de que había perdido algo. Entonces ya estaría enterado de mi situación. Me iban a cortar la cabeza. No podía permitir que me cortaran la cabeza.

Tenía que actuar, no iba quedarme ahí como si nada. No podía llamar a Stone, ni había manera de contactarlo. Debía moverme. Ir a Londres. De inmediato.

—De acuerdo, cariño —me dije a mí misma, sujetando el volante con las manos temblorosas—. Piensa, piensa. —Cogí mi teléfono y busqué el número de la aerolínea por internet. Quince minutos después ya tenía un vuelo programado para esa misma noche.

No podía decírselo a nadie. Ni siquiera a Levi. Le contaría todo cuando estuviera a salvo en Londres. Mientras tanto era mejor que me moviera en silencio. Mis padres tampoco podían enterarse.

Regresé a la casa y me puse a rellenar una maleta con ropa. Solo la necesaria. No me llevaba nada más. Debía parecer que seguía ahí, que no me había ido a ninguna parte. Con el corazón en la mano y casi sin oxígeno en los pulmones cogí mi maleta y mi pasaporte y salí pitada de la casa. No me molesté en ver atrás. Nadie ahí iba a extrañarme. Lancé la maleta al maletero del coche y me apresuré a entrar al asiento del piloto.

Pero ya había alguien dentro.

—¿Vas a Londres? —me preguntó Emma Peterson con su sonrisa de colegiala modelo. Me quedé petrificada, y esto no hizo más que causarle gracia. A su lado estaba Rem, sonriéndome nervioso. Emma sacó de la nada un papel doblado y me lo entregó—. Así que estás en una lista de sospechosos. —Abrió la puerta del coche y salió para enfrentarme. Me erguí, sintiéndome un poco confusa, hasta que la respuesta llegó a mí.

—Eres tú —la acusé—. Tú eres quien me vigila. ¿Cómo sabía Leigh que iba al instituto? —Tenía tantas dudas, pero la cara que me hizo Emma Peterson me mostró que ella tenía más.

—¿Qué? ¿Quién es Leigh? —me preguntó, cogiéndose la coleta—. Leí la nota. Y no sé quién te vigila, pero no soy yo.

No le creí ni por un segundo. ¿Qué opciones tenía además de partirle la nariz y huir como si el infierno me persiguiera?

—¿Cómo lograste entrar? —le pregunté, mirando hacia el enrejado.

—El hombre de seguridad, Esteban, es muy amigable. —Cuánto odiaba su sonrisa. Esa chica tenía la mente de una puta; podía engañar a todos, pero no a mí—. Cuando te desmayaste se te cayó la nota. Saliste corriendo tan rápido que no pude regresártela, pero a eso hemos venido ahora. Solo Rem y yo la hemos leído.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora