Capítulo 28: La escoria rica de Londres.

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Hassan y yo entramos a la casa en silencio. Von y cinco guardias más custodiaban nuestra vivienda, pero me era imposible sentirme segura. Leigh podía hacernos lo que quisiera cuando quisiera. Le bastaba nada más atentar contra la vida de Jane para tenernos haciendo lo que a ella le saliera del bol de ensalada.

Hassan dejó las llaves en la encimera y se quedó recostado a la pared mientras yo me hacía un lugar en el sofá con Edward en brazos.

Yo era una bola de sentimientos encontrados, emociones explosivas y una bomba de rencor. ¿Me lo merecía? Me lo merecía. Pero no iba a aceptarlo.

―Voy a irme con ella ―me dijo después de un minuto. Fingí no haberlo escuchado.

Me mantuve concentrada en el pequeño Ed, sintiéndome un poco culpable por no alegrarme lo suficiente de tenerlo. Nunca lo diría en voz alta, pero algo latía dentro de mí, algo que susurraba cruelmente que Edward no era tan valioso para mí como lo era Jane, aun sin conocerla. Cerré los ojos y uní mi frente con la del bebé, intentando callar aquella diabólica voz.

―Esta vez no se trata de ir a la cárcel. Es la vida de Jane ―insistió―. No sabemos qué tipo de persona es Brokleen Lancroisse. Puede que Leigh la haya encontrado antes. Que, incluso, la esté ayudando. ―Suspiró al no obtener respuesta de mi parte―. Sé lo que estás pensando de mí. Pero ambos sabemos de lo que es capaz. Shane no es Reegaan; no contamos con el apoyo de los Harlek como tú crees, no contra Leigh. Es su hermana contra un bebé cualquiera.

―¡Shane va a ayudarnos! ¡No se trata de tu maldita familia sin huevos, él sí sabría cómo responder si se tratará de su hija!

―¡Pero no es así! ―Dio un golpe contra la pared. Un maldito golpe, inútil y patético, que no traía de regreso a Jane―. Si se tratase de Arielle Harlek, Leigh ya estuviera dentro de una camisa de fuerza y Levi no tendría que sentirse como te sientes tú justo ahora.

Una ráfaga de fuego me recorrió todo el cuerpo. Hassan tenía razón, y era lo que más rabia me daba. Quizá me había quedado con la persona equivocada. A una familia no la defienden tus mariposas en el estómago, sino dos pilares fuertes y poderosos. Y Hassan no era más que un blandengue. Y eso yo siempre lo había sabido. ¿Qué coño hacia yo creando un hogar a los diecinueve? No había ni acabado la secundaria, no tenía ni idea de cómo llevar las empresas de mis padres. Hasta el momento, todos mis problemas reales habían sido resueltos por alguien más, alguien de apellido Harlek.

―Pues quizá me equivoqué en elegir a un cuidador de quinta en lugar de un hombre que sí sabe responder por sus hijos ―solté sin poder ni querer detenerme.

Hassan soltó una risita amarga. Estaba igual de fastidiado que yo, pero lo externalizaba de otra manera, como el inútil alma de perdedor que nunca iba a dejar de ser.

―Un poco tarde para eso ―masculló mirando en otra dirección―. Aunque ya que lo dices, quizá yo también hubiera preferido seguir creyendo que eras una asesina.

Qué. Acababa. De. Decir.

Alcé la vista hacia él, y no lo reconocí. ¿Así iba a ser mi vida con él?

Saqué mi teléfono y le escribí a Shane. Él me respondió de inmediato. No tuve que suplicarle ni convencerlo. Sentí una punzada de culpa. Miré a Edward y el sentimiento se agudizó. Pero no dejé que se apoderara de mí. Tenía que tener huevos, porque claramente Hassan no me servía para eso.

―No quise decir eso ―musitó Hassan, acercándose. Alcé la mano para que no me tocara. Él no era lo más importante en aquel momento. Quizás nunca más lo volviera a ser―. Blake.

―Ponte tus mejores galas. Tendremos invitados.

Habían pasado seis días desde el parto, y aún me resultaba bastante difícil caminar y hacer otras actividades. Hassan y Leigh habían quedado en hacer el cambiazo esa noche, aunque mi plan fuera diferente.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora