Capítulo 18: Secretitos al por mayor.

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Una vez puestos de regreso en el juicio, continuamos con más testimonios. Aretha llamó a Berton al estrado y éste se mostró desconsolado y enfadado. La siguiente en testificar a petición de Aretha fui yo. Moví el culo hasta un taburete ubicado al lado de Jackie y me acomodé con mala cara. Desde ahí podía ver toda la sala. A mi madre. Mantenía una postura erguida, pero relajada. No sabía qué hacía ahí exactamente ni cómo se enteró de mi juicio. Me hubiera gustado ver a Mew, saber que estaba ahí para mí. Quise pensar que estaba demasiado destrozado creyendo que me iban a condenar como para presenciarlo, pero sus antecedentes egoístas no me lo permitieron.
Mis padres siempre habían ignorado los cargos que había en mi contra. Era como si nunca me hubiera ido a Londres. Una parte de mí me decía que era mejor así.

Cuando Aretha se posó frente a mí, mis ojos saltaron de una dimensión a otra. Directo a las pupilas de Hassan. Su rostro permaneció imperturbable durante un par de segundos, pero después lo vi. Un asomo de sonrisa. Justo ahí, en la comisura izquierda de sus labios, donde normalmente se alzaba con más intensidad que la otra comisura durante sus sonrisas extremas.

La siguiente estación fue Jesse. Estaba desparramado en la silla, con un brazo colgando despreocupado detrás del espaldar. Me sacudió una pistola hecha con sus dedos y volvió a fingir que tenía algo atascado entre los dientes.

―Señorita Blake Caldwell, voy a empezar con una pregunta sencilla. ¿Dónde estaba usted la noche del asesinato de la señora Bethany Stone? ―dijo Aretha, manteniendo las manos detrás de la espalda.

Miré a Leigh, quien estaba muy cómoda en su asiento, prestando más atención de la que debía un espectador inocente.

―En la habitación de Hassan Stone ―respondí con toda la lentitud que fui capaz.

Aretha asintió sin moverse de sitio.

―Una pregunta aún más fácil: ¿sabía usted que Bethany moriría esa noche?
Bufé una risa.

―No. No me dio tiempo de echarle una ojeada a mi bola de cristal. ¿Qué puedo decirle? Incluso una bruja como yo cede ante las destrezas de la lengua de ese pedazo de macho que está ahí. Es un mamón; en todos los sentidos de la palabra. ―Como el momento lo exigía, le lancé a Hassan una mirada oscura y una sonrisa cínica. No se sonrojó, por primera vez en la vida. No apartó la mirada, ni hizo gesto alguno.

Aretha no se molestó en quejarse por mi desacato. Los Stone la habían advertido demasiado bien de mí. Sabía con quién estaba lidiando. Podía llevarla al límite y reírme un poco, pero mi culo estaba en juego. Ya habría momento para todo.

―Podría hablarnos de su relación con la señora Stone, más allá de la que se suponía que debía haber: la de una instructora con una alumna ―continuó.

Solté un suspiro y asentí como un robot.

―Bethany Stone era un reto para mí. Cada mañana, lo primero que hacía al abrir los ojos era mirar el techo y pensar «¿Qué puedo hacer hoy para sacar los demonios de Bethany?». Ahora que se ha ido mi vida es tan aburrida. Ese internado ya no puede ser más que un cajón monótono sin ella.

La sala permanecía en silencio.

―¿Alguna vez pensó en hacerle daño físico a Bethany, de algún modo? Un deseo, un pensamiento, una ráfaga. ¿Algo? ―Aretha entornó los ojos, analizándome.

Me mojé los labios y la miré directamente a los ojos.

―El asunto, señora, es que todos los que me conocen saben que yo no tengo nada de eso. Una «ráfaga» de un pensamiento es algo demasiado corriente e indeciso para alguien como yo. ―Apoyé los brazos sobre la mesa y me incliné sobre ella―. Solo póngase a pensar una cosa: todos piensan que soy una asesina, ¿no? Quien lo haya hecho de verdad y está intentando hacerme parecer culpable cometió un grave error. Si yo tuviese una lista de enemigos a los que aniquilar, ¿de verdad cree que Bethany sería quien la encabezara? ¿No le parece que... iniciaría mi carrera de matona con alguien más? ―Y por si no estaba lo suficientemente claro, alcé los ojos y los dejé caer sobre Leigh, quien estaba con los hombros tensos y el rostro congelado. Nos estábamos comunicando la una con la otra, de perra a perra.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora