Capítulo 24: La concepción del tornado de Oz.

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El tiempo de gestación del vientre de Levi indicaba que realmente no me había engañado nunca, y que por azar del destino quien llevaba un demonio de la legión de los Harlek era ella y no yo. El delito se remontaba a aquella última noche que gocé de la minoría de edad. Aquella noche en que había compartido a Shane con ella.

De camino a Las Vegas, no tuve más remedio que contárselo todo a Hassan, cada mínimo detalle desde el primer capítulo de la segunda entrega de mi historia. Mi crónica post-Hassan.

Tres semanas después, cuando Reegaan Harlek ya tenía a todos sus hombres buscándome a mí y a Shane hasta debajo de las piedras, comparecimos ante su presencia con dos pares de padres, una rubia y una prueba de paternidad.

La casa de los Harlek era una mansión a lo Kardashian, muy parecida al estilo de la choza de Jade y Jesse. Una horda de servidumbre se encargó de nuestras maletas. Reegaan Harlek nos había ¨invitado¨ a su casa en Calabasas para recibir la noticia de que, tal y como había soñado, iba a convertirse en abuelo. Shane, Claire, la señora y el señor Elvan, Levi y yo habíamos aceptado la invitación alegremente.

Lo encontramos en el jardín, comiéndose un pastelito de frambuesa, muy lejos de aquella apariencia letal que había adoptado en su visita a Australia. No llevaba traje, más bien unos pantalones cortos y deportivas de golf. Se puso de pie cuando nos acercamos e hizo un gesto que me erizó los brazos: sonrió.

―Bienvenidos ―nos dijo, señalando los acolchados asientos que estaban justos en número para nosotros.

Me senté entre mi madre y la señora Elvan, mientras que Shane y Levi se hacían su lugar en el otro extremo, cogidos de la mano.

Reegaan regresó a su asiento y dejó salir un suspiro.

―Armenia ―asintió hacia la señora Elvan―. Oscar. ―Hacia su esposo―. Claire. ―Su voz gruesa y con un ligero acento medio-oriental detonaba más tranquilidad de la que me había esperado―. Señorita Caldwell. ―Mierda. Eso lo dijo entre dientes. Pero cuando miró a la parejita interracial sus ojos se iluminaron como anime emocionado―. Hijos.

Levi sonrió, sonrojada, al tiempo que Shane le daba un beso en el dorso de la mano. Claire y yo nos miramos, soltando el pesado aire que cargábamos en los pulmones.

―Padre ―empezó Shane―, ella es Levina Elvan. Y como ya sabes, está esperando un hijo mío. ―Le estiró la prueba de paternidad.

Reegaan alzó una mano, rechazando el documento.

―Shane, has sido un hijo modelo desde siempre. A diferencia de tus hermanos, te has mantenido a mi lado, obediente y leal. Y has cumplido la petición que juré sería la última que te haría. Por eso te concedo, en cuanto tu hijo vea luz, nombrarte mi heredero universal. El único. Así como también un deseo libre. El que sea. Dilo y te será dado de inmediato.

Shane abrió la boca. Seguramente, en su cabeza estaba en replay las palabras ¨heredero universal¨. A la mierda Jesse, Leigh y cualquier otro polvo que flotara en el mundo.

―¿Shane? ―lo sacudió la señora Elvan. Era como la tercera o cuarta vez que la veía en mi vida. Estaba hecha de la misma madera que Claire; no tenía tiempo para su hija hasta que un magnate peligroso resultaba ser el abuelito del retoño de su querida Levi. A ella también le había llegado al alma que su nuevo yerno fuese dueño de la mitad del mundo.

Shane me miró con los ojos abiertos de par en par. Yo asentí con una sonrisa. Entonces supe, dentro de mí, que siempre estaría un poco enamorada de él. Mi primer marido, diría cuando relatara mi vida a los ochenta años, si mi hígado me permitiera vivir hasta entonces.

Shane sonrió para sí mismo, mirando hacia el suelo. Miró a Levi a los ojos y tragó saliva. Cerré los ojos y supe lo que iba a hacer. Nadie lo estaba obligando, pero estaba segura de que él hubiese preferido esperar un poco más. Por Levi y por mí, Shane dijo:

―Quiero casarme con Levi.

Reegaan me miró y se le amargó la expresión.

―No me queda más opción que firmar el divorcio ―dije, con falsa resignación.

―Así es ―intervino Claire―. Y en cuanto acabemos con ese tema, Oscar y yo estaríamos encantados de que escuches sobre la sociedad que tenemos con los Lebedinsky.

―El padre de ellos es el hombre más poderoso de toda Rusia y con quien mi padre ha compartido hasta preservativo.

Miré a Levi con lástima.

―Creo que Harlek sabe quiénes son los putos Lebedinsky.

Todas las cabezas se giraron para verme con desaprobación.

―Futuro ex suegro ―me corregí, poniendo los ojos en blanco―. Su Alteza, los Lebedinsky. ―Me puse de pie―. Si me disculpan, voy a darme una vuelta por ahí, porque empiezo a sentirme mareada. ―No pude dar un paso, mi tobillo se convirtió en una gelatina, y acabé dándome un trompazo monumental en el suelo.

Desperté en una enorme habitación, acompañada por Claire únicamente.

―Esto va a acabar conmigo ―dije, incorporándome―. Tenemos que largarnos pronto.

―Estoy de acuerdo.

Un minuto de silencio. Claire permanecía mirándome fijamente.

―Tienes que cagarla hasta en el último momento, ¿no es así?

―¿Por qué me dices eso? ―le pregunté.

Claire se sentó en los pies de la cama.

―Le he inventado a todos que padeces de bajones de azúcar. Pero ambas sabemos que no te desmayaste por eso.

Hice cara de asco.

―Ahora soy una persona sensible, Claire. ¿No te has enterado? A veces, cosas tan tiernas como que tu mejor amiga y tu esposo vayan a tener al heredero de la fortuna de medio Las Vegas hace que una necesite un momento.

Claire alzó una ceja. Me lanzó una caja al regazo. Me eché a reír cuando vi lo que era.

―Es imposible ―le aseguré.

―¿Ah, sí? ―Claire apretó los dientes―. Blake, como estés embarazada de Shane tú también... ¡se va al carajo todo lo que te has montado! ¡No voy a ayudarte más! Sé todo lo que Shane a hecho por ti, pero es a Levi a quien Reegaan ha aceptado formalmente ahora, y quien, probablemente, le dé su primer heredero. Te convertirás en Brokleen Lancroisse, y tu bastardo no será más que otra versión de la trastornada que te quiso mandar a la cárcel.

Por primera vez, ocurrió algo que creí que ni en mi más profunda rabieta haría. Le propiné a Claire una bofetada.

―Te pido perdón de verdad, Claire, pero creo que esta es la última vez que me verás en tu vida. Y si alguna vez tengo un hijo, te aconsejo que ni se te ocurra pensar que es algo tuyo. ―Me puse de pie y salí de la habitación dando un portazo.

Corrí por la casa, sin tener ni idea de cuál era la salida. Lágrimas calientes y espesas me resbalaban por la cara. Tenía que salir de ahí de una vez por todas. Dejar atrás todo aquel embrollo en el que me había metido hacía unos meses en un intento de abandonar mi amor por Hassan. Apenas lograba respirar. Todo lo que sentía no cabía en mi pecho. No era angustia ni tristeza lo que empujaban mis lágrimas, sino la conmoción y la adrenalina. Sabía muy bien que Claire tenía razón. Aunque no completamente. Me había desmayado porque tenía quince horas de no haber comido. Y no había comido porque esa misma mañana había hecho una cita para hacerme un examen de sangre. Y me había hecho el examen porque el día veinticinco que le pregunté a Levi cuándo le debía venir la regla recordé que a mí me tocaba el veintisiete. Y el examen indicaba que algo crecía dentro de mí, y que había sido creado en Oz.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora