DOCE AÑOS DESPUÉS

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JANE

Mi corazón palpita frenético. Siento que una corriente fría y deliciosa recorre todo mi cuerpo. Se desencadena en mi nuca y se expande por mis extremidades a toda velocidad.

―¡No, Jane! ¡No lo hagas! ―me grita la fastidiosa voz de Arielle.

La miro y le sonrío, con el pecho agitado. No quepo en mí misma. Vivo por estos momentos.

―No tengas miedo, Ari ―le digo entre risas. Me muerdo el labio con fuerza mientras sostengo la puerta con ambas manos―. Ábrela ―le indico, y sus nervios se duplican. Le hago un gesto para que se apresure.

Arielle mira en todas direcciones, buscando una salvación que no va a llegar. Estamos encerradas en la habitación solas ella y yo y una botella de vodka.

Sus manos tiemblan alrededor del tapón. Suda como una cerda. Le arrebato la botella y le pego un trago, apretando los ojos.

―¡¡¡AAAGGGHHH!!! ―suelto, sintiendo que mi esófago se enciende en un fuego abrasador. No tardo en sentir que esa nueva y ardiente sensación domina por encima de la inseguridad.

―¡Jane, abre! ―grita la voz de mi hermano por detrás de la puerta―. ¡Voy a tumbarla!

Rechino los dientes, sintiendo cómo un nudo empieza a crecer en mi pecho. Le doy otro trago a la botella y se la ofrezco a Arielle.

Ella me mira, espantada. Sus ojos caramelo están a punto de salir de sus cuencas.

―¿Y bien? ¿Vas a beber o no? ―la incito. Su actitud de santurrona no tiene cabida en este momento. De repente, me siento con más fuerza de la habitual.

―¡Abre ya o le diré a Levi lo que están haciendo! ―me amenaza Edward, golpeando la puerta como un demente.

Alzo una ceja hacia Arielle. Ella, torpe e insegura, coge la botella y se la lleva a los labios. Cierra los ojos y arruga la cara mientras da su primer trago. Sonrío, mojándome los labios.

―Recuerda decirle que espiaste a Ari en la ducha esta mañana ―le digo a mi cagado hermano, sin despegar los ojos de Arielle, quien se ha atrevido a un segundo trago. Por fin la chica servía para algo; me había conseguido aquella botella de la selección especial de los Elvan.

―¡Fue un accidente! ―se defiende Edward, y sus golpes cesan.

He ganado yo.

―Díselo a Shane ―lo reto.

―¡Te odio! ―grita en respuesta.

Me lanzo una carcajada maniática. Es hora de sacar mi as bajo la manga. Le arrebato la botella a Arielle y le indico con la mano que intervenga. Ella se niega, pero le insisto con un manotazo.

Arielle se frota el rostro con las manos y se aproxima a la puerta. Me aparto y me hago un lugar sobre la cama.

―Edward ―dice en voz baja.

―Arielle, ¿estás bien? ―le pregunta él.

Pongo los ojos en blanco, con el estómago revuelto por su tonito de imbécil. Me trago la aversión que siento con ayuda de otro trago de vodka y le lanzo a Arielle un zapato. Cuando le golpea la columna, prosigue con el plan.

―No le dirás a mamá, ¿cierto? Es solo una vez ―murmura ella agudizando la voz―. Te prometo que no lo volveremos a hacer.

―Ari... ―le pide él. Empieza a cabrearme de verdad.

―Por favor ―insiste ella en un fingido hilo de voz.

Espero.

Escucho a Edward resoplar y sé que no hará nada.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora