Capítulo 1

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La luz del sol inunda la calle por donde varios estudiantes y automóviles circulan tranquilamente, imagino sin mayores preocupaciones más que tareas, familias, trabajos o alguna otra banalidad. De vez en cuando suelo ver pasar a las personas e imagino como fuese mi vida si fuese como uno de ellos. 

Alguien regular. 

Alguien sin ataduras. 

Alguien normal. 

Imagino ir a clases solo, o salir las noches a donde quiera, tener un trabajo normal, chicas a mi disposición... he llegado a imaginar miles de posibilidades para mi durante las noches o en momentos como este. No detesto mi vida, pero si quisiera cambiar un buen porcentaje de ella.

Todo parece tan cerca y fácil desde mi perspectiva en la ventana, pero en fin, no tiene caso el quedarme a imaginar. 

Vuelvo la vista unos momentos para observar a aquella chica rubia, mmm... ahora que lo pienso no recuerdo su nombre. La había abordado en un bar hace unas dos horas, siempre ha sido fácil para mi saber que hacer para lograr lo que quiera del sexo opuesto, por lo cual no demore en tenerla desnuda en su cama, en el dormitorio que supongo comparte con alguien, dormida completamente exhausta. Lo se, sueno pretencioso pero es la verdad, convencerla no ha sido nada difícil. ¿Qué puedo decir? verse como yo me veo y ser el hijo del Presidente de los Estados Unidos de América tiene sus ventajas... por más que deteste que la mayoría de ellas sean el principal motivo por el cual desease cambiar mi vida.

Camino por la habitación abandonado mi lugar en la ventana con la intención de volver a la chica, más me detengo de seco unos segundos ante el espejo. Puede que suene narcisista pero me agrada mi apariencia. Estoy casi completamente desnudo, solo cubierto por mis Calvin Klein negros. Mi reflejo es el de un joven de pectorales amplios y marcados, hombros y espalda torneados, grandes bíceps, abdominales trabajados, manos de dedos largos marcadas por sendas venas, piernas fuertes y gemelos definidos, todo resultado de horas incontables en el campo de fútbol desde joven y el entrenamientos físico desde mis dieciséis años.

Mi cabello rubio algo ondulado está completamente alborotado post sexo, mi rostro es, a pesar de todo, mi mejor arma, de rasgos perfilados y atractivos, mandíbula fuerte y definida, nariz recta, labios perfilados y rellenos, y, sobre todo, lo que más destaca de mi apariencia son mis ojos, de un azul claro e intenso, iguales a los que había tenido mi madre, aquellos ojos...

Quito aquel pensamiento de mi mente rápidamente. Odio ponerme a pensar en ello. Acabo de matar el momento al recordarlo, la idea de volver a ella no se ve tan atractiva ahora. 

Me retiro del espejo en busca de mis jeans colocándomelos antes de calzarme los zapatos en completo silencio, tomo mi mochila, la camisa y salgo sin mirar atrás. Se que irme así sin más me hace ver como un idiota, pero ella sabia a que íbamos. Después de todo es una chica más, ni mas importante o relevante que otras, y ella lo sabia. No soy el tipo de chico que se queda con una cuando puede tenerlas a todas. O al menos eso me gusta pensar. 

 Ya en el pasillo no me molesto en abotonar la camisa al tiempo que mi habitual sombra de traje negro, auricular y gafas aparece de la nada. Su nombre es Richard Hough de 37 años, Rick para mi, de figura intimidante y musculosa, las típicas gafas cliché y cabello negro al ras. Desde que mi padre se convirtió en candidato a la presidencia el hombre se convirtió en parte del equipo de agentes del Servicio Secreto encargado de proteger a nuestra familia. Yo tenia dieciséis cuando mi padre asumió el cargo, fue entonces que Rick se convirtió en mi guardia personal, mi mentor y  mejor amigo, casi hasta en el segundo padre de un chico que estaba asustado y que había perdido a su madre... mierda, odio pensar en ello.

Cruza los brazos y niega con la cabeza, sin embargo un matiz de sonrisa se logra escapar de su pose seria. Yo sonrió descaradamente, él me había visto con ella en el bar, ella no lo había visto a él por supuesto pero él siempre está cerca, siempre con sus mirada sobre mi. Pongo mis ojos en blanco anticipando el sermón que vengo recibiendo desde mis dieciséis años cuando tuve mi primera aventura.

El Hijo Del Presidente Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora