Capítulo 35

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Quince minutos toma el viaje en tren entre el Gare de Eze Sur Mer y el Gare de Nice Ville. Un viaje no más largo que la distancia entre mi vieja habitación y el edificio central de Harvard. Recuerdo aquella primera caminata en compañía de Rick, y los tres agentes más que intentaban inútilmente ser invisibles, era mi burbuja de semi normalidad después de un semestre de reglas estrictas. Ahora podía pasar por la cafetería a comprar personalmente mi café en la mañana, sentir por momentos como la gente se olvidaba de mí y continuaban con su día en lugar de alguno de los hombres de negro trayéndomelo casi frió mientras esperaba en un círculo de agentes. Aquellos días sentía como podía intentar ser parte, mezclarme. Ser uno más.

Podía llegar con una ventana de tiempo a la clase que tuviese y conversar con Alec o con alguno de los otros estudiantes que tenían por objetivo intentar convertirse en mis amigos, el "Prototipo Harvard" de Kira, o simplemente discutir con ella alguna de las políticas de mi padre ya sea de manera amistosa o un enfrentamiento campal a capa y espadas. Los profesores iniciarían las clases, tomaría mis apuntes o daría pruebas, terminaría clases e iría al gimnasio, puede que practicar tiro con mi guardaespaldas si estábamos de ánimo o el quisiera torturarme por salirme de las reglas. La noche seria mía donde saldría con amigos a alguna fiesta, a alguna fraternidad, o simplemente a cazar chicas en las cafeterías y restaurantes de la ciudadela universitaria, llegar rendido pero directo al escritorio a realizar mis tareas. Aquellos primeros días eran la ilusión de libertad que siempre quise.

Aunque siempre fue eso, una ilusión. Y ahora esa ilusión es todo lo que tengo de recuerdo.

Pero de todas maneras no puedo dejar de pensar en ilusiones. En un mundo ideal hubiera encontrado a Nadya en alguno de los enormes parques que rodean la universidad, algo romántico, no en un baño desnudo. La imagino con sus libros en las manos y el momento en que nuestras miradas se cruzaran lo sabría tal como me dijo mi padre. Hubiese sentido tal como fue en la vida real que estaba perdido y que a partir de ese momento yo le pertenecía. En un mundo ideal el miedo que sentí ante la idea de dejar caer mis barreras no hubiese estado ahí, no estuviera tan roto como lo estoy. No es la típica imagen romantizada de un baile de gala, ella luciendo un vestido que la hiciera lucir como una princesa, es más, siempre deteste aquella imagen que buscaba restar poder a la mujer. Pero ahora cualquier escenario me parece mejor que este.

Mi realidad sin embargo es un tren a punto de llegar a un lugar donde podemos estar seguros nos estarán esperando las mismas personas que mataron a Rick. Dispuestas a matarnos si les damos la oportunidad.

-Lo que más me sorprende...-comente en medio del viaje mientras Nadya vendaba las cortaduras que ahora adornan mi antebrazo derecho con aquel adorable ceño fruncido mientras se intentaba concentrar para no hacerme daño-es que aquel hombre en la tienda de Flavie... intento matarme. Eso cambia totalmente las cosas.

-También pensé eso-comentó ella. Note como intentaba disimular el escalofrió que la recorrió ante la idea y no la culpo, el miedo es normal en algo como esto-después de todo somos mucho más valiosos vivos, ¿no? Aunque en Mónaco probaron que su objetivo no era secuestrarnos o retenernos, poner a nuestros padres en situaciones imposibles-fue entonces cuando note aquel tono que su voz adopta cuando menciona a su padre, retiré un cabello que se interponía en su rostro en un intento de que sintiese mi apoyo en el tema-su objetivo claramente es terminar con nosotros.

-Pero no lo lograran-asegure intentando transmitir toda la seguridad que puede en mi voz. Ella me sonrió y tomó mi rostro en sus manos para besarme. Cuando soltó mi rostro fui yo quien la retuvo fundiendo nuestras miradas-no lo lograran-repetí, no puedo permitir que dudemos de aquello bajo ninguna circunstancia.

Conforme el tren va disminuyendo la velocidad es más que obvio que la estación de Eze no poseía por ningún lado la imagen clásica de Francia. Pero la de Niza es una clara representación del esplendor y magnificencia asociada con el Sur del país. La bandera azul, blanca y roja ondea orgullosa contra los cielos claros en el techo azul del edificio que aparenta más un pequeño palacete que una simple estación de trenes. Su arquitectura refleja el esplendor de paredes y pilares blancas, una imagen de historia mezclada con el diario vivir de aquellos que la visitaban. Inmediatamente nos siento fuera de lugar en esta situación.

El Hijo Del Presidente Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora