No me habían permitido entrar más allá de la sala de emergencia y una de las enfermeras se quedó conmigo, tratando de tranquilizarme los nervios, los cuales parecían un completo hervidero. Sus palabras eran dulces y cariñosas y a pesar de ellas, yo no lograba tranquilizarme en lo absoluto. No me habían dejado pasar y yo necesitaba estar con él en todo momento.
Lo necesitaba como el mismo aire que respiro.
Aquella adorable mujer, quien se había identificado como Mindy, me acompaño hasta la sala de espera y se quedó conmigo procurando que me bebiese el té de hierbas que me había conseguido. Lo mío nunca había sido de beber tés. Eso era cosa de mamá. Y del abuelo Ray, quien siempre ofrecía uno cuando la cosa se ponía difícil y tensa, como si todos los males se fuesen a acabar con él.
Parecía y sentía como si me encontrase en un estado de shock del cual no podía salir. El té ya se había helado y apenas lo había bebido cuando aparecieron mis padres corriendo, desesperados, seguidos de Ted y Amanda, además de todo el cuerpo de seguridad y de casi toda la familia.
—Phoebe, cariño, ¿te encuentras bien? —susurra mamá y las lágrimas que había logrado retener, descendieron de nuevo al sentir sus brazos rodearme el cuerpo.
Lloré. Lloré como cuando me dijeron que el hada de los dientes dejaría de visitarme porque ya era muy grande o como cuando Ted rompió mi muñeca favorita cuando éramos unos niños.
—¡¿Qué demonios sucedió?! —exclama papá y solo me aferro fuertemente a los brazos de mamá, buscando en ellos toda la protección y confort que necesitaba.
Papá ocupa el asiento que estaba disponible a mi lado, mientras que mamá ocupaba el otro y me regalaba suaves caricias a mi cabello.
—Vamos, princesa, dime que ocurrió. —Musita suavemente papá—. ¿Qué sucedió? ¿De quién es esa sangre? Me estoy muriendo, preciosa.
Miro mis manos detenidamente y me percato de la sangre seca que antes no había podido ser capaz de ver. Saber que aún estaba ahí, sobre mis manos, era un recordatorio más de que Josh se encontraba luchando por su vida dentro de un cuarto.
Comencé a restregar mis manos, buscando la manera de borrar la sangre de ellas, queriendo borrar aunque sea por tan solo unos segundos todo lo sucedido. Nada de eso podía ser real.
Josh no podía estar debatiéndose entre la vida y la muerte. Él tenía que estar sano y salvo. Solo podía ser una horrorosa pesadilla de la cual no podía despertar.
—Cariño basta, detente, te harás daño —musita papá, deteniendo ambas de mis manos con las suyas.
—¡No lo entiendes! —Exclame de repente, furiosa con el mundo entero—. ¡No puedo hacerme más daño! ¡No cuando Josh está peleando por sobrevivir allá adentro!
El dolor ataca de nuevo, opacando a la inofensiva ira de hace unos minutos y me desplomo de nuevo.
—¿Qué fue lo que sucedió? —pregunta Ted, hincándose frente a mí. Estaba más sereno que papá, aunque sé que estaba haciendo un esfuerzo supremo para mantenerse en control.
Podía ver el dolor que le provoca el saber que su mejor de amigo de toda la infancia se encontraba dentro de un quirófano, luchando por mantenerse con vida.
Trate de explicarle. De explicarles a todos lo sucedido, pero sencillamente no pude. De nuevo ese canal que se supone que debe existir entre mi cerebro y mi boca había desaparecido nuevamente.
—Josh salvo mi vida —murmure torpemente y de nuevo el llanto acudió a mí con velocidad.
—Tranquila cariño, él va a estar bien. Es un muchacho fuerte y joven —musita mamá, llevándome contra su pecho y acariciando mi cabello con suaves y cortos movimientos.
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Las Sombras de mi Padre
RomancePorque cincuenta sombras no son faciles de olvidar. Prohibida la copia parcial o completa de esta obra. Parte de los personajes me pertenecen. Otros pertenecen a E.L. James. Todos los derechos reservados. ©2015, Catherine Perez Palma